Marina Ramon: "Si los chimpancés sufren, nosotros sufrimos"

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La primatòloga vallesana  Marina Ramon, a Guinea Bissau

BarcelonaEn Parets, los inmigrantes senegaleses se quedan con la boca abierta cuando una hija del pueblo les habla en una de sus lenguas, el pulaar. “Tienes que aprender las lenguas para entender el lugar donde vives”, explica Marina Ramon (Parets del Vallès, 1990), que salió de casa hace muchos años y no ha parado “de ir de un lugar a otro”. Ahora está en Guinea-Bisáu, en el Parque Nacional de Cantanhez, donde trabaja en su doctorado por la Universidad de Exeter: un estudio sobre cómo afecta la lepra a los chimpancés. Marina dedica su vida a los primates. Cuando habla, reconoces la seguridad de quien ha encontrado su lugar en el mundo. Y cuando estás con la guardia baja escuchando sus explicaciones, te sorprende con un sentido del humor afilado, propio de quien se ha acostumbrado a la cara de sorpresa de la gente cuando les explica su trabajo. “La caca de los chimpancés es una parte central de mi vida”, dice sonriente. Ya volveremos, a las cacas.

 “Quizás mucha gente me ve como una friki que estudia chimpancés. Yo lo que veo es la necesidad de potenciar los proyectos de conservación. Y, para hacerlo, hay que entender la complejidad económica, social y cultural de cada lugar”, reflexiona. Es decir, hay que estudiar las lenguas locales o cómo actúan los gobiernos... todo está relacionado. “La mayor parte de chimpancés de África occidental viven cerca de la gente y la relación puede ser complicada. En Guinea-Bisáu, por ejemplo, casi todo depende del cultivo de anacardos, que no deja de crecer. Y así los animales ven su hábitat reducido. Ahí la convivencia de los primates con los humanos tiene similitudes con la que en nuestra casa tenemos con los jabalíes o los osos”, razona Marina. “Los primates tienen un papel muy importante en la naturaleza, dispersando semillas... y también hay que protegerlos por una cuestión moral, puesto que son nuestros parientes más cercanos. Su estudio da pistas a los paleontólogos sobre cómo se comportaban nuestros antepasados, por ejemplo. Protegerlos también posibilita el ecoturismo en las zonas donde habitan. Estudiarlos también permite prever nuevos brotes de enfermedades como el Ébola. Es la idea del One Health [una sola salud], que reconoce la interconexión entre la salud humana y animal y el ecosistema que comparten. Es decir, si los chimpancés sufren, nosotros sufrimos”, explica Marina, que ya de pequeña sentía fascinación por los primates. “Para desgracia de mi madre, me gustaban más los primates que el tritón del Montseny”, bromea. Así que después de estudiar biología, se hizo voluntaria del Instituto Jane Goodall, la británica considerada como la principal experta en chimpancés después de 55 años de estudios. “Tenía 23 años cuando fui por primera vez a un proyecto de conservación en Senegal. Fui para seis meses y al final fue un año y medio. Después de esa experiencia hice un posgrado en primatología en la Universitat de Girona y un máster en conservación de primates en la Universidad Oxford Brookes”. Y así ha sido su vida desde entonces, entre África occidental, el Reino Unido y el Vallès Oriental.

 El amor por los grandes simios, sin embargo, la ha llevado a mantener las distancias. “Nosotros hacemos un estudio indirecto. Es decir, no queremos acostumbrar a los chimpancés a nuestra presencia. Como ellos ya tienen mucha interacción con la población local, los estudiamos de lejos, con cámaras trampa y recogiendo excrementos”. Detrás de la broma, hay un estudio meticuloso de quien forma parte del equipo que ha descubierto por primera vez la lepra en grandes simios en libertad. Y están a punto de publicar el trabajo, antes de seguir trabajando sobre el terreno.

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