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Michael Keaton: "Podría haber ganado mucho más dinero, pero quería ser padre"

Con 35 años de altibajos y una nominación al Oscar, el actor retoma en 'Beetlejuice Beetlejuice' un papel que ya forma parte de la cultura pop

Michael Keaton
Leah Greenblatt / The New York Times
05/10/2024
7 min

Hay una escena en la película Goodrich, una comedia dramática independiente que está a punto de estrenarse en Estados Unidos, donde el personaje de Michael Keaton, un comerciante de arte de Los Ángeles que vive atrapado en la crisis de la mediana edad, acepta asistir a un taller de respiración para ganarse un posible cliente un poco hippy. Es un conflicto bastante flojo: uno boomer fuera de su zona de confort pero el actor, que experimenta un pequeño huracán que va de la esperanza a la ansiedad en la cara, se mueve, se sacude e intenta hacer una especie de taichí de estilo libre. Asusta un enjambre de abejas invisibles y deja salir un grito primitivo (que más bien suena como un gemido ahogado). Éste es el Keaton que la escritora y directora de Goodrich, Hallie Meyers-Shyer, imaginó cuando concibió el guión.

“Lo escribí con él en la cabeza –afirma– hasta el punto de que, de haber dicho que no, habría enterrado el guión ya mí misma en el patio de mi casa”.

Y es esa misma sensación de imprevisibilidad, cierto destello descabellado, que ha hecho que el cineasta Tim Burton haya elegido a Keaton para que participe en cinco de sus películas a lo largo de casi cuatro décadas, incluida la más reciente, Beetlejuice Beetlejuice. “Cuando ves a Michael en Beetlejuice o incluso en Batman, ves que tiene algo en la mirada” –destaca Burton–. Por eso quería que interpretara a Batman, porque simplemente lo ves y piensas: “Este es un tipo que sí se vestiría como un murciélago”. ¿Sabes lo que quiero decir? Hay algo en su mirada que es muy inteligente, gracioso, peligroso y algo loco”.

Michael Keaton en 'Beetlejuice Beetlejuice'.

Michael Keaton, que se sienta en un rincón de una sala de hotel silenciosa en el centro de Manhattan una mañana a finales de verano, no parece un loco. Vestido como un padre divertido y elegante con un jersey fino y pantalón hecho a medida, sigue siendo muy delgado a los 72 años (cumplió 73 el 5 de septiembre) y su tono de voz es tan suave en persona que a veces se m hace difícil escucharle con la máquina de café sonando de fondo.

Pero estas cejas oblicuas y esa sonrisa de gato siguen intactas, al igual que la energía como de jazz improvisado que ya tenía en el papel que le dio a conocer en el filme de Ron Howard Turno de noche (1982). Incluso la llegada del café hace que suelte una especie de monólogo rítmico fascinante: “¡Muy bien, eso es todo! Perfección. Perfecto, perfecto, perfecto”, dice.

Este nivel de encanto personal podría no resultar conocido para los espectadores que han visto a Keaton últimamente en el papel de un médico bondadoso que acaba cayendo en la adición a la oxicodona en la miniserie del 2021 Dopesick, por el que ganó un Emmy y un Globo de Oro, o en personajes más serios y moderados en dramas sobre combatir el poder con la verdad como Spotlight y El juicio de los 7 de Chicago. Sin embargo, pocos papeles han sintetizado su talento para conectar el drama con la comedia con tanta destreza como Birdman, la fantasía virtuosa del 2014 dirigida por Alejandro González Iñárritu que valió a Keaton una nominación al Oscar como mejor actor y se llevó cuatro premios de la Academia, incluyendo mejor película.

Michael Keaton en 'Birdman'.

De la improductividad al éxito

Esta actuación, que exigió al protagonista de dos películas de Batman interpretar a un actor en horas bajas que alguna vez había sido un superhéroe, se vendió como un regreso después de varios años improductivos en Hollywood. Keaton lo entiende aunque no está muy de acuerdo. “Hubo un período en el que se dio una combinación que yo no tenía ningún interés, no aparecí en nada bueno; yo no era bueno –relata–. Nadie llamaba a mi puerta. Lo único que celebro es que nunca me desesperé. Nunca desesperes. ¿Has visto esto que flota sobre la cuenca de Los Ángeles cuando aterrizas en avión? Es pura desesperación”.

Se podría decir que el actor ya ha superado ese momento, sano y salvo. Su calendario de estrenos para 2024 incluye el drama El método Knox, que se estrena el próximo 8 de noviembre, que dirige y protagoniza como un asesino a sueldo cuyo tipo de demencia empeora con rapidez; Goodrich, y Beetlejuice Beetlejuice, la secuela de Beetlejuice que lleva 35 años gestándose y que le hace reencontrarse con Tim Burton, así como con varias de las estrellas de la película original, entre ellas Winona Ryder y Catherine O'Hara.

Durante mucho tiempo, tanto Keaton como Burton dudaron si debería haber o no una segunda parte, aunque continuaban colaborando (incluso en la ambiciosa versión con actores reales de Dumbo, que se estrenó en 2019).

Cuando ambos se conocieron a finales de la década de 1980 y empezaron a trabajar en el aspecto y el tono del personaje de Beetlejuice —un fantasma juguetón y embaucador al que le gustan las cucarachas y los vestidos a rayas— interpretado por Keaton, en gran parte estaban improvisando. “Era la primera gran película de Tim. Sólo éramos nosotros dos, con casi nadie que nos estuviera vigilando, y entonces decíamos: «¿No sé, tú qué piensas?». «¡Ah muy bien, me encanta!». «¿Sabes lo que sería divertido? Si yo hago X, Y, Z». Fue glorioso en serio. Ahora volver a hacerlo, recrear esto, es pedir mucho”.

A lo largo de varias décadas, escribieron guiones sin llegar a nada; ninguno daba en el blanco. La nueva trama que al final eligieron, una aventura gótica en la que la familia protagonista más sufre una vez más las visitas no deseadas del más allá, y se amplió para incluir a Jenna Ortega, la joven estrella de la exitosa serie de Netflix Wednesday, dirigida por Burton, y la actriz italiana Monica Bellucci como la mujer vengativa y olvidada de Beetlejuice.

Entre proyectos que quizás destacan más por lo que pagan, como la película de Batgirl, y varios personajes de animación (Cars, Toy Story 3, los Minions), Keaton se ha enfocado cada vez más en producciones más pequeñas y personales. El método Knox es una de ellas. Es una historia en la que el actor interpreta a un asesino profesional y un hombre de familia fracasado —está divorciado y no ha hablado con su hijo adulto, interpretado por James Marsden, en décadas— que se entera de una enfermedad cerebral agresiva.

Es una película melancólica con una subtrama criminal compleja que se integra bien en el guión. También es la segunda vez, por extraño que parezca, que Keaton dirige y protagoniza una película sobre un asesino a sueldo, después de The Merry Gentleman en 2008.

Los riesgo de vida o muerte sin duda es menos literales en la comedia ligera y agridulce Goodrichaunque no deja de incluir problemas familiares y el tema de la mortalidad. En la cinta Keaton interpreta a Andy Goodrich, un arribista incansable cuyo negocio de arte empieza a fracasar al tiempo que su segunda mujer le deja con sus gemelos de 9 años, y su hija adulta (Mila Kunis) se prepara para dar a luz a su primer bebé.

Tanto Knox cómo Goodrich tratan, hasta cierto punto, sobre los fracasos y arrepentimientos de ser padre: dos retratos muy distintos de padres ausentes que tienen la esperanza de redimirse antes de que sea demasiado tarde. Sin embargo, en su vida personal, Keaton no parece estar muy interesado en historias de familias disfuncionales. Es el más joven de siete hermanos, hijo de una familia católica y obrera de las afueras de Pittsburgh, y recuerda haber crecido con “tres de las mejores hermanas y la mejor madre del mundo”, así como con tres hermanos mayores y “muchos amigos” locos”. La imagen que describe es la de una infancia feliz al aire libre, llena de bromas y travesuras.

Un padre presente

Así que, cuando alcanzó el éxito a principios de la década de 1980, después de dos años de estudiar en la Universidad Estatal de Kent y de un intento torpe de dedicarse a los espectáculos de comedia stand-up —una vez hizo de telonero de Cher y fracasó estrepitosamente— Keaton compró un rancho cerca de Big Timber, Montana, donde aún vive durante gran parte del año. Y aunque su matrimonio con la actriz Caroline McWilliams terminó en 1990 (ella murió en 2010), ha estado un padre presente y ésta ha sido su prioridad antes que ciertas consideraciones profesionales. “Podría haber hecho muchísimas películas y haber ganado mucho más dinero. Pero tuve un hijo porque quería ser padre. De verdad que lo disfruté”, destaca.

El evidente orgullo que siente Keaton por su único hijo, Sean Douglas, compositor y productor musical que ahora ya tiene dos hijos, a menudo se refleja en la cuenta de Instagram del actor, donde tiene casi un millón de seguidores . Es una cuenta que se vuelve aún más tierna por la naturaleza poco estudiada de las publicaciones de Keaton.

Su reputación como hombre de Montana suele destacar en todos sus perfiles, aunque Keaton ha desmentido siempre la idea de que es una especie de lobo solitario que se queda en su rancho. “Ahora tengo casi tantos amigos allí como en Nueva York y Los Ángeles, y en todo el mundo. Además, es un sitio que siempre atrae a escritores, excéntricos y pintores”, añade.

“Me encantan las personas que todavía tienen este aura como que no los conoces del todo, ¿sabes? Vivimos en un mundo donde todo el mundo lo sabe todo de todos, y es como si se perdiera el misterio”, comenta Burton, con quien Keaton ha mantenido un fuerte vínculo a lo largo de los años. “Michael entra en una habitación y es como un boxeador profesional. Entra bailando en el cuadrilátero un rato y después sale”.

Keaton lo ve desde una perspectiva algo diferente. “Yo soy de los que siempre quiere tener lo mejor de dos mundos. Lo admito”, reconoce con la mirada aún brillante sobre una taza de café que se enfría. “La gente dice: “Bueno, esto no se puede”. Y yo digo: «A mí me ha funcionado bastante bien»”.

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