El mítico fracaso del gran parque temático valenciano
La sala de prensa está a rebosar. "Hemos creado el primer parque de España genuinamente temático", pronuncia orgulloso el director de Terra Mítica, Miquel Navarro, ante la mirada de los periodistas. Lo dice cuando faltan sólo pocas semanas para que llegue el 31 de julio del 2000, el esperado día en el que los amantes de la adrenalina podrán disfrutar por primera vez del parque de atracciones “mayor construido nunca” en el Estado. El directivo asegura, visiblemente satisfecho, que han diseñado "un recinto singular, diferente, enfocado al público familiar y donde entretenimiento, ocio, cultura e historia se dan la mano".
Cuando Navarro lo anunciaba, ya hacía tiempo que los grandes esfinges del Egipto faraónico, los lujosos palacios de la Roma imperial, los impresionantes templos de la Grecia clásica y los poblados de la antigua Iberia habían empezado a romper el paisaje de Benidorm. También lo había hecho la silueta de la Magnus Colossus que, con 1.500 metros de recorrido, una velocidad de 108 kilómetros por hora y cerca de 46 metros de altura, se había presentado como la mayor montaña rusa de madera de toda Europa. Todo el mundo coincidía en calificar el proyecto de mastodóntico.
De hecho, con una inversión de 45.000 millones de las antiguas pesetas (el equivalente a unos 270 millones de euros), la administración calificaba a Terra Mítica de posible revulsivo turístico de primer nivel para la Comunidad Valenciana. Pero la mala gestión y las previsiones equivocadas de asistencia le condenaron a ser visto siempre más como un proyecto estrepitosamente fallido y rodeado de polémica.
La historia de Terra Mítica comienza, de hecho, con un incendio sospechoso. En agosto de 1992 un fuego había calcinado 450 hectáreas de terreno de especial protección forestal en el norte de Benidorm. La zona fue recalificada y se convirtió en apta para edificar en ella. Aprovechándolo, en 1996 se creó la Sociedad Parque Temático de Alicante, una sociedad pública que sería la encargada de gestionar las concesiones del terreno a empresas privadas que quisieran explotarlo. Así fue como una parte de la superficie cayó en manos de Terra Mítica SA. En 1998 se puso la primera piedra, y al cabo de 29 meses las obras ya se habían terminado. El 27 de julio de 2000, acompañado de 2.500 invitados y con una temperatura de 35 grados, el príncipe Felipe de Borbón cortó la cinta. Aquel día todo el mundo estaba contento, pero la alegría no duró mucho.
La millonada que había costado construir el complejo debía recuperarse en cinco años, pero no fue así. "Tuvieron un error de expectativas", asegura Lluís Garay, profesor de economía de la UOC. En 2002 las cifras no acompañaron: si el parque esperaba recibir tres millones de visitantes al año, llegaron dos millones.. Para intentar cambiar la dinámica, Paramount Parks entró en el accionariado, sin éxito. En el 2004 Terra Mítica ya acumulaba cerca de 274 millones en deudas y entró en una suspensión de pagos que pudo superar dos años después vendiéndose terrenos que no utilizaba. En 2012 Terra Mítica fue vendida a la empresa Aqualandia por tan sólo 67 millones de euros, muy lejos del precio que había costado construir el parque.
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La lección
“Terra Mítica fue una montaña rusa de pérdidas y una máquina de derrochar dinero -dice Lluís Garay, profesor de economía de la UOC-. Se pasaron de optimistas: necesitaban un buen análisis de la demanda potencial y de la competencia, como Port Aventura; así habrían sido más cautelosos”, remacha.