Premios literarios

Nadal Suau gana el Premio Anagrama de Ensayo con una reflexión sobre los tatuajes

'Curar la piel' plantea preguntas sobre la sociedad contemporánea a partir de cinco de las grafías que el autor mallorquín lleva al cuerpo

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El ensayista, profesor y crítico literario Nadal Suau

Barcelona¿Por qué y cuándo nos tatuamos? ¿Qué hace que nos decidimos por una golondrina o un dragón? ¿Es exhibicionismo o lo hacemos porque nos gusta? ¿Es vanidad o pertenencia a una comunidad? Nadal Suau (Palma, 1980) ha ganado el 51º Premio Anagrama de Ensayo con Curar la piel, un ensayo literario y personal estructurado según cinco de los tatuajes que este crítico literario y profesor lleva sobre la piel y que le han permitido hacerse preguntas más allá de estas grafías sobre el amor y la muerte, la finitud, la lentitud o la trascendencia.

El jurado, formado por Jordi Gracia, Pau Luque, Daniel Rico, Remedios Zafra, Isabel Obiols y Sílvia Sesé, lo ha seleccionado de entre 113 originales de 15 países diferentes. Rico ha destacado su carácter de celebración, la huida de clasificaciones académicas y el punto de partida de la experiencia propia. "Es una fiesta, un baile de respuestas con una imaginación desbordante", concreta. Así, Curar la piel, que hace un doble juego con los cuidados y el comisariado artístico, se ha levantado ganador del galardón, dotado con 10.000 euros.

Una golondrina y una bruja en llamas

No siempre tienen un significado, pero el momento de hacértelo es a menudo relevante, afirma Suau. El primer tatuaje que se hizo y su relación con el tatuador despertaron en el autor muchos interrogantes. "¿Por qué necesitaba una marca como aquella? ¿Por qué después quiso más? ¿Por qué se ha vuelto normal lo que antes era marginal en el mundo occidental?", se pregunta, y sobre el dorso de la mano podemos ver una golondrina tatuada, el primer tatuaje que se hizo en una zona visible, justo después de terminar este libro. Y es que el libro también trata de romper con los estereotipos, y en la investigación conoció a personas tatuadas, como un diplomático que llevaba el torso dibujado y que no quiso hablar de ello. "Los tatuajes son de macarras, futbolistas y estrellas del rock": recuerda así las palabras de su padre, un diálogo que es fundamental en el libro porque "el 90% de las personas tatuadas han vivido la batalla con los padres", explica el autor, que aborda la resistencia al dolor mientras explica cómo acompañó a su padre en el final de la vida.

Una cuestión presente en la obra es hasta qué punto no es apropiación o gentrificación que una persona utilice un símbolo que servía para identificar a colectivos como los presidiarios o los marineros. También habla de la artesanía de la cultura del tatuaje y de su historia, que se mantiene al margen de las lógicas capitalistas. "No hay máquinas láser que te lo hagan en cinco minutos ni franquicias. Tiene mucho que enseñarnos del ritmo y de la escala humana", afirma Suau. Algunas de sus conclusiones son que nos tatuamos porque podemos y porque queremos, y que los tatuajes quizás han vuelto para suplir la carencia de espacios y códigos rituales: "Necesitamos rituales de paso y de celebración".

Suau tiene 20 tatuajes, entre los cuales una sibila, un escarabajo, una amazona montando un dragón y una bruja en llamas, que articulan las diferentes partes del libro, y se plantea tatuarse algo para recordar este premio, pero ya descarta entre bromas el logo de Anagrama. Ante la curiosidad que despiertan estas marcas ancestrales en su piel, Rico exclama con ironía: "¡Nunca he deseado tanto que se desnude a un hombre!"

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