LA ENTREVISTA

NATALIA LLORETA Y ANNA GIRIBET: “La endémica falta de circuito no permite absorber tanta producción artística”

<I>Directora ejecutiva y directora artística de FiraTàrrega</i>

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ALBERT GONZÁLEZ FARRAN
4 min
NATALIA LLORETA Y ANNA GIRIBET: “La endémica falta de circuito no permite absorber tanta producción artística”

Por primera vez en toda su historia, FiraTàrrega tiene a la cabeza a dos mujeres nacidas en el territorio. Anna Giribet (Vilanova de Bellpuig, 1981) se incorporó a la dirección artística en 2019, y Natàlia Lloreta (Talladell, 1979) entró como jefe ejecutiva dos años después. Ambas están ahí por méritos propios, después de ganarse la plaza en un proceso de selección, también inédito dentro de la organización targarina.

¿Haber ganado la dirección supone otro triunfo de la lucha feminista?

Yo diría que es más fruto de un contexto, en el que la mayoría de instituciones han empezado a contratar con convocatorias públicas.

Pero que las dos sean mujeres no es una coincidencia, ¿verdad?

Las mujeres somos el cincuenta por ciento de la población y es normal que poco a poco vayamos ocupando puestos de responsabilidad y de poder en todas las profesiones.

Y, además, sois del territorio.

Hay un vínculo emocional. Yo he crecido con la Fira, me la conozco de toda la vida, y tengo un vínculo histórico. No es un evento neutro para mí.

Somos una generación muy potente y con pocas oportunidades. Cuando aparecen, las aprovechamos. Es un acto de reivindicación.

¿La Feria debía ser más femenina?

FiraTàrrega debe representar a la sociedad y hacía años que era masculina.

Desde el punto de vista artístico, la Fira ya hacía años que era femenina. Por el mero hecho de ser mujer, no creo que yo aporte más en este aspecto.

Ha pasado la mayor parte de su dirección afrontando una pandemia. ¿Qué valoración hace?

Ante la adversidad, aprendimos a ser mucho más creativas. Fue un inicio muy estimulante y terminamos diseñando sobre la marcha.

Era inimaginable lo que acabó arrastrando la pandemia. Lo supimos gestionar y nos ha acabado dando muchas satisfacciones. Tengo la sensación de que se pudieron hacer muchas cosas. De hecho, tengo más dudas ahora frente al futuro que nos viene, con la crisis económica.

Yo lamento que la gerencia se haya acabado impregnando de demasiada burocracia. Esto es terrible, a pesar de ser una realidad intrínseca en la administración pública, sometida a la ley de contratación pública ya las finanzas. Pese a tener un propósito noble, nos hace perder libertad y capacidad de dirigir de forma óptima.

Lo bueno es que la pandemia nos ha hecho cambiar la manera de trabajar en red. Nos pusimos al servicio de todas las dimensiones del sector y esto ha continuado hasta la fecha. Y no podía haber sido de otra forma. La pandemia aceleró un proceso inevitable.

Habríamos llegado, pero quizás no tan rápido.

¿Ha alcanzado todos los objetivos previstos?

Desafortunadamente, no. Aún carecemos de un circuito para dar salida a toda la producción. Estamos precarizados. Hay una gran carencia de conocimiento en lo que respecta a las artes de calle. Debemos apoyar a todos aquellos que asumen la programación anual en las calles.

Sufrimos un problema estructural de colapso en nuestro país, en el que no hay circuito suficiente para tanta producción. Dado que no se puede poner freno a la creación, la administración subvenciona ahora las exhibiciones. Y esto, por último, acaba chocando con la falta de público, que es lo que es.

Debe haber un cambio de mentalidad con las artes de calle. Debemos aprender que, aparte de las programaciones estables de sala, debe saberse programar en las plazas. Esto todavía no lo tenemos.

¿Son realmente nuestras las calles?

¿Quiénes somos nosotros?

Actores, directores, espectadores...

Sufrimos una normativa cada vez más restrictiva. Por ejemplo, en muchos municipios catalanes está prohibido pasar el gorro al final de un espectáculo. Las calles no son de la gente, son de la administración. Por eso se llama espacio público, y no calle.

Cada vez se consume más individualmente y esto es un tema social, vinculado a las nuevas tecnologías. Ver teatro en la calle es un hábito que aquí en Tàrrega lo tenemos ya asumido y resulta mucho más fácil que en grandes ciudades como Barcelona. Hacer arte callejero no es cómodo y esa es su gracia.

Pero también hay que decir que hacer la feria en Tàrrega es un acto de resistencia. No es fácil acoger un acto masivo con tanto público y tantos profesionales en una pequeña ciudad. Pero nació en Tàrrega y aquí la defenderemos.

¿Aún queda alguna esencia de la Feria de los Comediantes de los ochenta?

Aquello fue la chalamenta fundacional, que lo hizo posible y persiste. Mantenemos ese ideal de recuperar las calles para el pueblo, aunque hemos tenido que adaptarnos al panorama social, cultural y normativo de cada época.

Quizás alguien tiene nostalgia, pero estoy convencida de que dentro de treinta años se echará de menos lo que estamos haciendo ahora. La revolución de los Comediants todavía existe en la retina creativa actual, incluso a nivel internacional.

¿No tiene FiraTàrrega la obligación de ser más transgresora?

Nosotros tenemos la obligación de programar la actualidad.

Seleccionamos lo que aparece. De hecho, no hay tantas compañías con un discurso transgresor, porque el mercado no las pide.

Yo reivindico más la experiencia estética que te ponga la piel de gallina. La creatividad, después de la pandemia, de la crisis económica y con un sector hipersubvencionado, está muy acotada.

Así, la Fira va al ritmo del...

Pertenecemos a la administración pública y debemos rendir cuentas con cifras. Ojo con seleccionar proyectos que después no tengan salida! No podemos pasarnos de la raya.

¿Le imponen una cuota catalana?

Debe ser un 50% de la programación como mínimo. La Generalitat tiene una política cultural clara: que los proyectos de aquí entren en el mercado internacional.

Desafortunadamente, salir al extranjero es una necesidad de las compañías catalanas, sobre todo de las artes de calle, porque aquí no hay suficiente salida.

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