La parte de abajo sin nombre (y no es lo que piensas)


Las mujeres estamos acostumbradas a que nuestra anatomía incluya partes misteriosas de las que se habla poco o tarde, o se habla pero no adecuadamente. El sesgo en salud hace tiempo que se denuncia (lea el último libro sobre el tema, Eres una exagerada, de Blanca (Coll-Vinent e Isabel Muntaner) y las mujeres lo vivimos y sufrimos en nuestro día a día.
El suelo pélvico es una de estas partes ignotas. A mí me hablaron por primera vez cuando tenía treinta años y porque me quedé embarazada. Si no, vete a saber. Y eso que iba al gimnasio, he estado escolarizada y pasaba controles ginecológicos rutinarios. Este conjunto de músculos y fibras son importantísimos para hombres y mujeres, pero en el caso de las mujeres sufrimos un mayor número de problemas si el suelo pélvico está demasiado tonificado o demasiado poco. Porque pueden pasar ambas cosas. Y nos puede pasar con o sin embarazos.
En mi gimnasio, por ejemplo (¡que me encanta!) y el de todas mis amigas, nadie nos habla. Y es clave a la hora de realizar ejercicios de impacto o fuerza. Y no ocurre sólo en los gimnasios. Muchas deportistas de élite se han quejado de que nadie tuvo en cuenta su suelo pélvico a la hora de entrenarse y han sufrido problemas graves (se calcula que un 50% de las deportistas sufren disfunciones del suelo pélvico... ¡la mitad!). Porque, claro, la mayoría de entrenadores son hombres...
Cuando te quedas embarazada aprendes los ejercicios de Kegel, pero también cuando te interesas un poco por cómo disfrutar mejor del sexo. Y durante un tiempo se hicieron famosas las bolas chinas o pesos vaginales para ayudar a tonificar la musculatura. Pero tengo la suerte de contar con Imma Sust de amiga y ella, a partir de su experiencia en la tienda Amantis de la calle Casanova, me cuenta que demasiadas mujeres quieren tonificar el suelo pélvico cuando no tienen ni idea de si es necesario o si quizás lo tienen demasiado tonificado. Porque existe un desconocimiento general, no sólo de las propias mujeres, sino también de demasiados ginecólogos, que no hablan ni lo tienen en cuenta.
Yo misma el día que descubrí que existían las fisioterapeutas especializadas en suelo pélvico flipé y no dudé en ir. Pero el sistema sanitario todavía no acaba de acompañarnos. Por ejemplo, las mutuas no contemplan la rehabilitación a la menopausia (sólo por postparto). Y aunque la salud pública sí nos atiende, no lo hace con los mismos medios que en la privada. Y la investigación en esta área es todavía demasiado escasa.
Son muchas las mujeres que aún no saben la importancia que tiene esta parte del cuerpo. O porque nadie se lo ha contado y no saben ni ponerle nombre, o porque la salud propia en determinados temas siempre está en el último lugar de la lista. Nos hemos criado resignándonos a dolores de regla, parto, posparto, al apocalipsis de los síntomas de la menopausia, y saber que podemos hacer algo, aunque sea pedir ayuda, poniendo nombre a una parte del cuerpo o levantando la voz y exigiendo más cuidado y más investigación, es un gran paso.