Una prenda para maltratar a las mujeres

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Marlon Brando con la camiseta interior en 'Un tranvía llamado deseo'

Actualmente, vivimos polarizados entre las luchas feministas, que reclaman con contundencia la igualdad entre mujeres y hombres, y una enrocada reacción patriarcal, que ve peligrar el poder que ha ostentado desde siempre. Un intenso debate que exige repensar muchas cuestiones, entre ellas el lenguaje, ya que no debemos olvidar que a menudo el nombre hace la cosa y que el lenguaje establece nuestro marco de pensamiento. Por tanto, hay que revisar nuestros actos, pero también su nombre, tal y como ejemplifica la historia de una prenda emblemática: la camiseta.

La función de la ropa interior durante siglos ha sido abrigar y proporcionar una capa intermedia entre el cuerpo y el vestido exterior, para que las secreciones corporales no ensuciaran la indumentaria. Pensamos que, en el pasado, los trajes de los nobles, de lujosos tejidos ornamentados con joyas y ricos bordados, no se podían lavar en profundidad y, por eso, tanto hombres como mujeres los llevaban encima de una camisa. Con la evolución de la moda, la camisa del hombre, paulatinamente, se fue haciendo cada vez más visible. A finales del siglo XIX, con la formalización del traje masculino contemporáneo, este proceso concluyó y la camisa pasó a ser definitivamente una prenda exterior. ¿Pero qué protegería a partir de ahora la camisa del cuerpo? Para los ricos, con una variedad más generosa de ropa y un servicio que la lavaba, no sería un problema, a diferencia de las clases pobres, que no disponían de tantas camisas ni podían lavarlas con asiduidad. Por eso la nueva prenda interior pasó a ser la camiseta, particularmente común entre hombres de clase obrera.

En 1947, en Estados Unidos salió a la luz pública un caso de violencia machista en el que un hombre, James Hartford, había apaleado a su mujer hasta matarla. Los periódicos que recogieron esta historia publicaron la fotografía de Hartford, que llevaba una camiseta interior sucia de comida. Se cree que esta imagen fue la causa de que la camiseta de tirantes quedara bautizada como the wife-beater (el golpeador de mujeres).

La camiseta interior asociada a una masculinidad agresiva también vino dada por su uso entre los militares durante la Segunda Guerra Mundial. Además, se reforzó a través de mitos cinematográficos como Marlon Brando (Stanley Kowalski) en Un tranvía llamado Deseo, un claro ejemplo de hombre machista y maltratador. Curiosamente, lejos de la crítica hacia la actitud despreciable de Kowalski, la imagen de Brando, cuya camiseta interior dejaba a la vista su musculatura, se erigió como uno de los grandes mitos eróticos masculinos del siglo XX, que muchos hombres aspirarán a recrear. En Estados Unidos, incomprensiblemente, sigue vigente el nombre the wife-beater para referirse a la camiseta interior, junto con otros, como dago tee o guinea tee, que hacen referencia de forma despectiva a los inmigrantes, especialmente italianos, de bajo estrato social. Un sesgo de clase y de raza que se fortaleció cuando la comunidad afroamericana de la que surgió el hip hop la integró como prenda habitual.

Es importante tomar conciencia de ciertas palabras que hay que abolir, pero, antes de eliminarlas, es necesario analizarlas, ya que visibilizan a la perfección muchos defectos, prejuicios y tratos discriminatorios que hemos normalizado. En el caso de la camiseta, el primero es el de la fuerza física y la violencia como símbolo de masculinidad. El segundo es dar a entender que los hombres de clase no privilegiada e inmigrados son más susceptibles de ser maltratadores, cuando, al contrario, el machismo es una lacra que se extiende más allá de la clase y la etnia.

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