La gran sequía

¿Podemos quedarnos sin agua potable?

Se intensifican los controles de calidad del agua mientras continúa la incertidumbre sobre las lluvias

BarcelonaLa tanda de lluvias de la semana pasada frenó un poco el trágico retroceso en los embalses –las reservas superan el 15% y el agua en el pantano de Sau incluso ha crecido más de dos puntos–, pero Catalunya sigue sedienta y las previsiones para los próximos días no son demasiado esperanzadoras. Por ahora, no se prevén lluvias generales y generosas que puedan contribuir a reavivar los pantanos o cabeceras de los ríos, que ahora bajan puntualmente más alegres por el deshielo de las nevadas. Si los chubascos siguen esquivándonos de aquí al verano y las temperaturas aumentan, y teniendo en cuenta que la desalinización y la regeneración solo proporcionan la mitad del agua de boca, el área de Barcelona y algunas comarcas de Girona pueden enfrentarse a un nuevo problema: el agua que debe llegar a los grifos podría incumplir los indicadores de potabilidad.

Las predicciones de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) apuntan hacia una primavera "notablemente cálida" y con un régimen de lluvias "normal" para la época del año, una de las más lluviosas, junto al otoño. Si esto ocurre, los embalses obtendrían una tregua más consolidada, siempre dependiendo de la intensidad de los chubascos. Pero si la excepcionalidad se impone y sigue sin llover a un ritmo capaz de abastecer las reservas, se acentuarán los problemas para garantizar que el agua que llega a los grifos sea de la máxima calidad. Sin embargo, desde el Gobierno niegan que “a corto o medio plazo” se produzca un empeoramiento de la calidad del agua en los embalses que pueda poner en riesgo el tratamiento de potabilización de las plantas del Ente de Abastecimiento de Agua Ter-Llobregat (ATL). "[El sistema] ya ha preparado sus instalaciones para la dosificación y almacenamiento de los reactivos necesarios y ha renovado el carbón activo de la planta potabilizadora del Ter para que su rendimiento sea óptimo", aseguran.

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Desde que Catalunya entró en fase de prealerta por la sequía en febrero del 2022, el Govern hace más controles de calidad en los pantanos que abastecen al sistema Ter-Llobregat. Hace dos años que se realizan estas mediciones (al principio quincenalmente y ahora semanalmente) para garantizar que el agua que sale de los grifos cumple los estrictos criterios técnicos y sanitarios exigidos por ley. Tanto la Agencia Catalana del Agua (ACA) y el ATL, como el departamento de Salut, han intensificado las evaluaciones del agua. Fuentes gubernamentales, aunque no descartan ningún escenario, niegan que los problemas de potabilidad puedan ser inmediatos y que, en caso de que sea necesario, se harán los avisos y se tomarán las medidas necesarias. De la misma forma que en Campdevànol o Ripoll se ha estado recomendando desde febrero que no se consumiera el agua del grifo para beber ni cocinar por los altos niveles de arsénico, estos avisos pueden reproducirse en cualquier zona del país de forma puntual.

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El jefe de investigación, desarrollo, innovación y control de procesos de ATL, Fernando Valero, asegura que, desde el punto de vista de la calidad del agua, el sistema está “preparado” para que no se superen los indicadores ni la capacidad de tratamiento del sistema. “En cuanto al recurso que llega de ríos y embalses, podemos hacer poco si no llueve. Pero en cuanto al tratamiento, se han realizado importantes inversiones. Se han destinado 3 millones de euros para renovar el filtro de carbón para situaciones de peor calidad o, desde hace un año, se ha incorporado el agua de mar desalinizada, lo que representa el 35% del recurso en la planta, y que tiene una buena calidad porque tiene mineralización baja y ningún metal”, afirma. En concreto, la planta del Ter recibe desde hace meses agua de la desalinizadora de la Tordera, mientras que la planta del Llobregat la recibe de la depuradora de Sant Joan Despí y Abrera.

Ignasi Servià, ingeniero agrónomo y miembro del Observatorio del Agua, sin embargo, subraya que estos recursos tienen límites. “Las desalinizadoras trabajan a máximos: la de El Prat produjo al 95% de capacidad el pasado año. ¿Y si siguen bajando los embalses y hay que regenerar más agua? Hasta 2022 podíamos confiar más o menos en los embalses y los ríos, pero la situación no es la misma”, apunta, y añade que con la convocatoria de elecciones detendrá proyectos de emergencia. "Catalunya tiene 16 veces más población que Murcia, pero allí, al haber sufrido siempre estrés hídrico, se han ido haciendo infraestructuras y ahora tienen el doble de capacidad para desalar", dice.

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Agua contaminada

Hace tiempo que la posibilidad de que llegue agua de menor calidad a los grifos también preocupa a los expertos del Observatorio Intercolegial del Agua. "Lo vigilamos, pero no tenemos la certeza sobre el momento a partir del cual el agua que procede de los embalses dejará de ser aprovechable. Cuanto más baja la reserva, más se acerca el agua a la capa de lodos contaminantes del fondo del embalse y más difícil es aprovecharla al máximo", explica el presidente de la Comisión de Cambio Climático y Economía Circular de Ingenieros Industriales de Catalunya y coordinador del Observatori, Marc Oliva.

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Este proceso es uno de los principales retos de los pantanos que suministran agua a la mayoría de la población catalana, en concreto a los cinco millones de personas que viven en el área metropolitana de Barcelona y en las comarcas de Girona. Recibe el nombre de estratificación y se desencadena en los embalses cuando el volumen de agua desciende y las temperaturas son más altas. Sobre todo en verano. Cuanto más agua tenga un pantano, más oxígeno pasará a la atmósfera y mayor será el déficit de oxígeno en el fondo. Cuando falta agua, aumenta la concentración de fangos y otros elementos en el lecho del embalse, que, cuando se remueven, hacen que la potabilización del agua deba ser mucho más intensa. "Si no llueve, el agua llegará cada vez más sucia y harán falta más esfuerzos para potabilizarla, hasta el punto de que sea imposible lavarla. A diferencia de hace veinte años, ahora tenemos dos desaladoras que nos permitirán garantizar la cobertura de una pequeña demanda de consumo, pero no es suficiente", explica Oliva.

Actualmente, Sau está al 3,3% de su capacidad, según datos de la ACA consultados por el ARA, y eso que ha triplicado las reservas tras las lluvias de la semana pasada. El pantano de Susqueda continúa en el 20,7%. Para evitar que el agua de consumo esté tan contaminada y que aumente el volumen de agua intratable, la ACA y ATL ya han ido haciendo drenajes para salvar la del pantano de Sau, enviándola al embalse de Susqueda, para "garantizar el máximo de agua que puede llegar a las potabilizadoras". La administración se refiere a esa maniobra como "gestión quirúrgica" del agua y pretende garantizar agua apta para el consumo humano.

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Valero señala que el ATL tiene diferentes torres de captación en Susqueda, que captan el agua a diferentes alturas, lo que permite seleccionar las compuertas del agua de mayor calidad. "Otra cosa es que el agua se agote. Pero, si no, incluso si en verano se produce la estratificación, confiamos en que podremos reforzar los tratamientos. Insisto: no se superará la capacidad del sistema, cualitativamente hablando, antes de quedarnos sin agua".

Fuentes del Área Metropolitana de Barcelona (AMB), la entidad que distribuye el agua para que llegue a los domicilios, se limitan a señalar que la administración responsable de la cantidad de agua disponible y de su calidad es el ACA. "Nosotros, sin embargo, insistimos en que si interconectáramos en ocho meses el ATL en la red de Tarragona, recibiríamos 45 hectómetros cúbicos al año", añade Oliva.