De Roses a la Antártida en bicicleta acuática
Tres ampurdaneses amigos de la infancia han cumplido el sueño de pedalear hasta el círculo polar con un transporte único diseñado y producido en Cataluña
GeronaÉsta es una historia de ideas alocadas pero que, en manos de un diseñador industrial y ensaladas con una gran dosis de amistad, pueden acabar llegando a buen puerto. Todo empezó con un duro accidente de bicicleta. Y ha terminado con una hazaña histórica: llegar pedaleando al círculo polar ártico con bicicletas acuáticas siguiendo la península Antártica durante tres semanas. Detrás de esta meta hay tres deportistas amateurs ampurdaneses unidos por la amistad de compartir piso en Barcelona cuando fueron a estudiar a la universidad. “Entonces nos prometimos que un día haríamos un largo viaje por América Latina en furgoneta, quizás hasta Tierra del Fuego, y hemos terminado 30 años después yendo a la Antártida”, explica sonriendo Josep Rubau, uno de los miembros de expedición y también CEO de la empresa de Roses Red Shark Bikes, que diseña, produce y exporta bicicletas acuáticas de Cataluña a 72 países.
Rubau cayó de la BTT hace ocho años y se rompió el codo en cinco partes. El médico le advirtió de que seguramente no podría volver a ir en bici, pero la recuperación fue mejor de lo que esperaba. Ahora bien, entonces se le ocurrió una idea: “¿Por qué no hacer una bici que vaya por el agua, porque si te caes no te hagas daño?”, rememora. Fue así como empezó a pensar en el prototipo de lo que hoy son las bike surf de Red Shark Bikes: una gran base de surf con una bicicleta encima. “Tiene una tecnología diferente a la del pádel surf que da mucha estabilidad gracias a unos depósitos que se llenan –señala Rubau–. Recomendamos subir con ropa de ciclismo y, en algunos casos, incluso hay quien lleva calas, porque no te mojas”.
Cuando las bicicletas empezaron a funcionar, empezaron a moverlas por la Costa Brava –se pueden alquilar en distintos puntos– y, mayoritariamente, a exportarlas. Rubau planteó a Lluís Balasch y Jesús Prieto, los amigos de juventud con los que seguía saliendo en bicicleta y ahora a menudo lo hacía por el Mediterráneo, probar si las Red Shark Bikes funcionaban en un escenario extremo. "Me dijeron que sí de forma inmediata", asegura sobre la propuesta de ir a la Antártida. Comenzó entonces una intensa preparación física y también del material, que se puso a prueba en los almacenes frigoríficos de Frillémena, en el Valle de Llémena (Gironès).
Turismo sostenible
Por otro lado, ante la proliferación de viajes turísticos a la Antártida, la aventura de los tres amigos ampurdaneses también quería transmitir otra forma de visitar el continente helado. Primero, llegar en velero. Y segundo, moverse sin utilizar motor de combustión, sólo con la fuerza de las piernas. "Demostrar que se puede hacer de forma sostenible y mostrarlo a través de un documental", dice Rubau. La previsión es que el documental se presente a finales de año, tenga una hora y poca duración y muestre el cumplimiento del sueño de los tres amigos.
Aunque la condición física y del material eran factores a tener en cuenta para el viaje, lo más importante de todos era la meteorología. Aunque sabían lo difícil que era cruzar el paso de Drake, desde el sur de Chile hasta la península Antártida, no podían llegar a imaginarse la realidad. "No paramos de vomitar en cuatro días y eso nos rompió toda la preparación física", admite Rubau, que agradece el apoyo del aventurero madrileño Antonio de la Rosa durante todo el viaje. Pero la suerte les acompañó cuando llegaron a los primeros grandes bloques de hielo y cogieron las bicicletas. Cada día pedalearon entre cuatro y siete horas hasta llegar al umbral del círculo polar antártico, en el grado 66,7. Pero era justo el final del verano en el hemisferio sur, con las bases científicas ya cerrando, y cada noche era necesario que dos personas estuvieran de guardia vigilando que el velero que les acompañaba y donde dormían no quedara enrocado por el hielo.
“En la Antártida la situación del viento y del mar o las corrientes pueden cambiar en cuestión de minutos y debes estar preparado –concluye Rubau, que durante seis horas perdió toda la movilidad en un dedo por congelación y pensaba que no lo recuperaría–. Es el mejor viaje que hemos hecho, pero también estamos muy convencidos de que no vamos a repetirlo”.