Patrimonio de agua dulce

Símbolo de las reservas de agua del país

El pantano de Sau

El campanario de San Roma en el embalse de Sau
01/08/2025
3 min

El campanario de la iglesia de San Román de Sau (siglo XI, de estilo románico lombardo), que se asoma por encima del agua, es probablemente el principal símbolo de la situación de los recursos hídricos del país, tanto cuando hay sequía como abundancia de agua. Nos dice cómo estamos de reservas de agua en Cataluña.

"He visto el campanario totalmente sumergido (en el temporal Gloria, en el 2020; se ponía una boya para que las barcas lo evitaran) y también buena parte de las casas del pueblo, cuando ha habido muy poca agua. En la última sequía el pantano alcanzó el 1,5% de su travesía. el antiguo pueblo. Todo el mundo decía que por la presión del agua el puente estaría derruido, y todavía está ahí", me cuenta a orillas del pantano, junto al club náutico, Meritxell Font, informadora del municipio e historiadora, que hace visitas guiadas al antiguo pueblo de Sant Romà –que fue inundado. Su familia residía en Sant Romà. Su padre vivió allí hasta los siete años. "Fue una muerte lenta", me cuenta mi padre, Àngel Font. "Hacía mucho tiempo que se hablaba de ello. Nadie tocaba ni una sola teja de su casa, porque sabían que estaban sentenciadas", comenta Ángel. "Nos hacía ilusión tener una casa nueva", recuerda. "Abandonar ese lugar no fue un drama", dice Ángel, que tiene bastantes recuerdos nítidos y bonitos de su niñez en Sant Romà: hizo la primera comunión en la iglesia, solía irse a bañar al río, a pescar...

El periodista Miquel Macià explica en el libro Historia de la construcción del Pantano de Sau, de Joan Lagunas, que le visitaron unos periodistas alemanes: querían hablar con "supervivientes" del antiguo valle de Sau para que explicaran cómo habían sufrido. se habrían perdido todo lo que la vida, fuera, en la llanura de Vic, les había dado.

"En un cajón de mi abuelo encontré esta foto", me dice Meritxell, mostrándome una imagen en papel, en blanco y negro, en la que se ven tejas y vigas amontonadas. "Todo esto era de las casas. Estaba listo para ser vendido o reubicado". El pueblo se desmanteló, pues. Con la salvedad de la iglesia. Se fue apagando. Fueron marchando, a lo largo de veinte años, "los ahumados". Se les decía así, a los habitantes de Sant Romà de Sau: el olor del fuego de las carboneras les impregnaba la ropa y la piel. El trabajo de hacer carbón vegetal, sobre todo con leña de encina, estaba muy extendido. "En invierno, me contaba mi abuelo, por todas partes se podían ver las columnas de humo que salían de las carboneras", dice Meritxell mientras pasa muy cerca una lancha que arrastra a un individuo haciendo esquí acuático, y se cae. Pienso en el daño que se ha hecho. En una caída de esquí acuático, el agua parece piedra.

Antes de la presa, el valle de Sau era una zona aislada y de difícil acceso. Había sido refugio de bandoleros en los siglos XVI y XVII. Vivía el segundo de Serrallonga, Jaume Malianta, "el soltero de Sau". El bandolerismo explica por qué en algunas de las casas del pueblo había corredores subterráneos.

Sau, Susqueda y el Pasteral funcionan como si fuera una sola presa, ya que están encadenadas o en cascada. El pantano de Sau se hizo por cuatro motivos: regular las avenidas del río Ter (y así evitar inundaciones en Girona), almacenar agua y garantizarlas para uso industrial y de riego en la zona (hasta entonces se obtenía de pequeñas acequias), abastecer de agua potable Barcelona, el área metropolitana y parte de la Costa Bra.

El tramo de río donde se decidió ubicar era conocido como el "congoste de los remolinos". Era estrecho, con grandes desniveles. El agua pasaba con fuerza. Todo ello era ideal para la construcción de la presa. Además, tanto el lecho como los márgenes del río eran de roca granítica (dura, compacta, resistente, óptima para la fabricación de cemento).

El pantano empezó a planificarse en el siglo XIX. Poco después del final de la guerra civil, en 1942, se iniciaron sus obras. En sus inicios los trabajadores eran prisioneros. Las cárceles estaban llenísimas y sacaron unos cuantos para realizar obras públicas.

Instalados en el "Campamento del Ter", comandado por un capitán del ejército, con la colaboración de una guerrilla de falangistas, los trabajadores hacían jornadas de trabajo extenuantes. Las condiciones de trabajo eran pésimas y la comida, de supervivencia. Las medidas de seguridad eran insuficientes –o inexistentes– y los accidentes silenciados.

El 13 de septiembre (¡martes 13!) de 1963 las "autoridades" ordenaron cerrar por completo las compuertas. El pantano se llenó rápidamente. Hacía días que persistía un típico episodio tormentoso de finales de verano, por lo que el Ter bajaba gordo y la ciudad de Girona corría un peligro evidente de sufrir peligrosas inundaciones. Estaba aún viva en la memoria el terrible aguacero del Vallès de 1962, que causó muchas víctimas mortales.

Nuevo pueblo... y nuevas campanas

En los años cincuenta del siglo XX se creó el nuevo pueblo de Sant Romà de Sau. Contrariamente a lo que se podría pensar, no se hizo para sustituir al antiguo, sino para ubicar a los trabajadores de las obras de construcción de la presa y sus familias. Llegaron a vivir unas 600 personas, pero se trataba de una población muy fluctuante, que variaba en función de los trabajos de la obra. En el nuevo pueblo se hizo una nueva iglesia, diseñada por el arquitecto Josep Maria Pericas. Cuando fue la hora de recolocar las campanas de la iglesia del antiguo Sant Romà de Sau en la nueva, resulta que no cabían. Eran demasiado grandes. Tuvieron que hacerse nuevas.

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