Siria, entre la esperanza y la incertidumbre

Celebración la toma de control de Damasco por parte de los rebeldes
08/12/2024
3 min

Hacía 11 días que Oriente Próximo, y Occidente, vivía con el alma en el corazón viendo el avance de las fuerzas opositoras en Siria. Ha sido una operación relámpago que sorprendentemente culminó la madrugada del domingo con la llegada a Damasco, sin apenas oposición, y que pone fin a los cerca de 25 años de dictadura de Bashar el Asad, que huyó en un avión privado hacia Rusia, que ya ha asegurado que le concederá el asilo político.

Las imágenes que han llegado inmediatamente han sido en general de alegría y celebración, tanto en el interior de Siria como, sobre todo, en el exterior. No es de extrañar, porque la guerra civil –que ha durado 14 años desde que la represión de las protestas de la Primavera Árabe del 2011 acabó sumiendo al país en el caos– ha provocado más 13 millones de desplazamientos, muchos de ellos internos pero también millones de refugiados en países fronterizos, como Líbano o Turquía, y también en Europa, donde mayoritariamente se concentran en Alemania.

La dictadura de la estirpe Al Asad ha durado medio siglo, la mitad en manos del presidente ahora huido, y ha habido acuerdo al considerarla corrupta, cruenta y represora. Mucha gente ha sufrido, especialmente a los civiles, y durante estos tiempos han proliferado las denuncias de crímenes de guerra, como la utilización de armas químicas prohibidas, por parte del régimen contra su propia población.

La celebración, pues, es comprensible en buena parte de la población, que tanto ha sufrido. Bashar el Asad era un líder que se aguantaba básicamente por el apoyo y la ayuda de sus aliados internacionales, Rusia –que tiene dos importantes bases navales– e Irán, que con su socio libanés Hezbolá tenía con el país una influencia considerable en la zona. Pero los dos aliados ahora están en otros conflictos. Así, mientras que Putin ha tenido que enviar a muchas de las tropas rusas al frente de Ucrania, Irán está a la defensiva en su enfrentamiento con Israel, y la milicia chií libanesa ha perdido a muchos líderes y efectivos. Solo, el régimen no ha sobrevivido.

Lo cierto, sin embargo, es que después de la alegría vienen las incertidumbres. Aunque las fuerzas opositoras han afirmado que quieren una transición pacífica y ordenada, no será fácil conjugar a las diversas fuerzas opuestas, algunas de las cuales se han estado enfrentando entre sí en el pasado. El líder en el que todo el mundo tiene puesta la mirada ahora es Mohamed al Jawlani, el jefe de la Organización para la Liberación del Levante, que ha conquistado Damasco y que lidera la ofensiva. Aunque su lenguaje es moderado, su orientación es claramente islamista y militó en Al Qaeda. Además, también ha participado en las operaciones el Ejército Sirio Libre, uno de los principales grupos proturcos que operan en el norte del país y que en parte se enfrentan a los kurdos, que también lucharon tanto contra las fuerzas de Al Asad como contra los islamistas radicales en la guerra civil.

La transición, pues, no será sencilla. Tanto por la división interna en el país y la situación de caos económico y social que creó la guerra como por las injerencias externas que habrá, ya que serán muchos, especialmente Turquía y los países del Golfo, quienes querrán aprovecharse del vacío de poder. En una situación tan inestable en Oriente Próximo, con la ofensiva israelí contra los palestinos y Hezbollah todavía en marcha, el peligro es que se desmembra el país y que la región se desestabilize aún más. Esto se irá viendo, pero por el momento una gran mayoría de sirios celebran, con razón, la caída de un dictador.

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