Como sabéis, el tren nocturno entre Barcelona y Amsterdam no llegará en la primavera del 2025. Los obstáculos burocráticos y la falta de inversores han hecho que la empresa impulsora del proyecto, la neerlandesa European Sleeper, se haya visto obligada a aplazarlo otros dos años. Asimismo, el poco interés tanto de España como del francés dificulta aún más un proyecto imprescindible para ampliar nuestras conexiones con Europa. Como siempre, los intereses de los Estados pasan frente a las necesidades reales de los ciudadanos de una Unión que debía servir para superar las distintas visiones políticas de sus componentes. Al final, el viejo sueño de la Europa de los Pueblos, que trascendería estas estructuras y facilitaría que fueran los verdaderos flujos socioeconómicos del continente quienes marcaran las estrategias –para el bienestar de los ciudadanos–, se ve frustrado por la negativa de sus miembros a ceder soberanía.
La Unión Europea ha acabado siendo sólo un monstruo burocrático que no sirve para ayudar al progreso, resolver problemas, ni siquiera tener una política exterior común. No es de extrañar que, en los últimos años, las opciones políticas anti-UE hayan ido creciendo, visto que, en cambio, la Unión resulta muy eficaz extendiendo sus tentáculos y legislando frenéticamente hasta producir el estrangulamiento de la economía y de los ciudadanos mientras sus reyes de taifas (más alejados y difíciles de fiscalizar que nunca) gozan de inmensos privilegios. Cada vez mayores presupuestos para una cohesión más baja y unos socios más atrincherados porque Europa, si no es para sacar algo, importa un rábano a todo el mundo.