El temible futuro de Barcelona

Una veintena de escritores imaginan cómo será nuestra sociedad dentro de unas cuantas décadas en tres compilaciones de relatos

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La plaza de España de Barcelona fotografiada por la noche

BarcelonaSi nos tomamos la ficción como si fuera una bola de cristal, el futuro de Barcelona será oscuro, amenazante y solitario. Empujados por el ánimo apocalíptico de la pandemia, en el último año una veintena de escritores catalanes han hecho el ejercicio de pensar cómo será la capital catalana dentro de 50 años. Y las cosas no pintan bien. Sus predicciones dicen que el mar se habrá tragado toda la costa, Collserola será un desierto y el barrio de Gràcia se convertirá en un polígono industrial enorme que fabricará para China. La ciudad estará tan poblada que necesitará congelar gente, seremos todos posthumanos –con prótesis y chips incorporados en el cuerpo quirúrgicamente– y no tendremos ni una brizna de intimidad. Imaginar lo que vendrá significa lanzar deseos al vuelo, pero también hacer saltar las alarmas sobre todo aquello que hoy preocupa y que, si no se pone remedio, empeorará la realidad de las próximas décadas. Por eso las tres compilaciones de relatos Somia Philip Marlowe amb xais elèctrics? (Crims.cat), Barcelona 2059 (Mai Més Llibres) y Ens veiem demà (Jollibre) se enmarcan en el futuro pero apuntan directamente al presente.

La Barcelona más tenebrosa toma forma en la antología de Crims.cat, que reunió a once escritores (Max Besora, Llort, Salvador Macip, Jordi de Manuel, Marc Pastor, Teresa Solana, Margarida Aritzeta, Andreu Martín, Jordi Nopca, Carme Torras y Anna Maria Villalonga) y les pidió historias que fusionaran la novela negra con la ciencia-ficción. El experimento, idea de Teresa Solana, surgió en la época más dura del confinamiento, y esa sensación apocalíptica se extiende por todos los relatos. "Les pedimos cuentos sobre qué mundo nos esperaría después de la pandemia. Tenían prohibido hablar entre ellos, y de hecho no sabían quiénes eran los otros participantes del libro", explica el editor de Crims.cat, Àlex Martín.

Una ciudad sin lluvia y ahogada por el mar

El resultado es un conjunto de historias muy diferentes, tanto estilísticamente como narrativamente, pero con algunas confluencias. La Barcelona de esta antología es una ciudad devastada por el cambio climático, llena de personajes solitarios y sometidos a una fuerte vigilancia tecnológica. "Todos son muy críticos con la gestión de los gobiernos. Critican la pérdida de recursos naturales y de libertad de los individuos", señala Martín. En el cuento La sección 42, Teresa Solana se deja llevar por las predicciones más pesimistas y se inventa una Barcelona gris, con un muro de hormigón altísimo en toda la costa que protege la ciudad de la subida del nivel del mar. En la capital catalana ya no hay turistas, y en cambio el barrio de Gràcia se ha convertido en un gran polígono industrial donde se fabrica ropa para enviarla a China.

Algunos de los autores de la compilación 'Somia Philip Marlowe amb xais elèctrics?' en la Setmana del Llibre en Català.

Las desigualdades económicas en la ciudad se han acentuado y la burocracia ha ganado tanta fuerza que hace muy complicada la vida de los barceloneses. "He hecho el ejercicio de pensar cómo serían nuestras vidas en el futuro si no cambiamos algunas cosas, como el cambio climático y el capitalismo salvaje", subraya Solana, que también quería transmitir "la idea de que una sociedad excesivamente burocratizada acaba comportando que se cometan muchas injusticias y exclusión". La Barcelona de Jordi de Manuel tampoco pinta mucho mejor. "Ya la tengo dibujada en la cabeza porque en otros libros me ha servido de escenario. Llueve poquísimo, hay rondas aéreas y Collserola está totalmente quemada por la sequía", pronostica el escritor, que a pesar de todo espera equivocarse. En su relato, Redempció, un asesino en serie da los órganos a la ciencia y transmite la maldad a los que los reciben gracias a la influencia de un cometa. "Es una especulación pura y dura, pero me gusta jugar con la pseudociencia para criticarla y mostrar sus absurdidades", dice el autor.

Una isla artificial delante de la Barceloneta

Los editores de Mai Més también se han dejado llevar por el futurismo, a pesar de que lo han hecho desde otro punto de partida, dando alas a un experimento poco visto en la literatura catalana. En Barcelona 2059 reunieron a nueve autores (Roser Cabré-Verdiell, Ivan Ledesma, Salvador Macip, Jordi Nopca, Bel Olid, Ricard Ruiz Garzón, Laura Tomàs Mora, Carme Torras y Susana Vallejo) y les plantearon un juego literario: crear nueve relatos con un fix up, un elemento común que los vehicula a todos. Mediante varios encuentros virtuales durante el confinamiento, los escritores pusieron las bases de Neo Icària, una isla artificial situada delante de la Barceloneta y pensada para acoger una sociedad utópica y posthumanista. "Para acceder a ella hay que aceptar una serie de normas, como por ejemplo la obligación de incorporar adelantos tecnológicos en el propio cuerpo y ceder toda la intimidad", explica Ruiz Garzón. Aprovechando estos condicionantes, en Èxtim el autor idea un protagonista lleno de prótesis tecnológicas y sometido a una monitorització constante. "¿Qué cantidad de máquina tienes que tener en el cuerpo para dejar de ser humano?", se pregunta Ruiz Garzón.

Los autores de 'Barcelona 2059' ilustrados por Maria Picassó.

Juntos, los autores fueron decidiendo cuestiones de contexto de este futuro barcelonés, como por ejemplo cómo sería el clima y qué situación política tendría Catalunya. "Me sentía como un jugador que se adapta a las normas. A pesar de que los estilos de todos son muy diferentes, se puede establecer una narrativa gracias a estos vasos comunicantes", destaca Jordi Nopca, que en su relato –Casa nostra– plantea la llegada de una visitante en Neo Icària en un futuro en el que Catalunya todavía hace referéndums por la independencia y los robots conducen taxis. Susanna Vallejo también se ha encontrado comodísima en esta isla artificial llena de posthumanos. "Creamos una utopía que es una pasada, pero donde hay que renunciar a la libertad total y donde pueden hacer lo que quieran con tu cuerpo. ¿Lo haríamos? Cada día firmamos contratos y cedemos nuestros datos para entrar en TikTok o donde sea", dice la escritora, que reivindica la ciencia-ficción "porque es el mejor género para criticar la sociedad actual".

'Black Mirror' a la catalana

Mientras Neo Icària tomaba forma, otro grupo de escritores hilaba un conjunto de historias sobre cómo la tecnología transformará Catalunya durante este siglo. El grupo editorial Santillana reunió en Ens veiem demà los cuentos de seis autores (Arturo Padilla, Rubèn Montañá, Alba Dalmau, Albert Pijuan, Martí Rodríguez y Laia Soler) que tenían el encargo de crear un futuro cercano con los adelantos tecnológicos que ahora ya se empiezan a intuir. Cada uno de los escritores eligió una región catalana para situar su relato y un tiempo no muy lejano al actual. Quizás porque en este caso las historias se dirigen sobre todo a un público juvenil, su tono es algo más optimista que el de los libros anteriores. "Me puse en el papel de los que nacen y crecen y me imaginé que ellos ya sabrán encontrar la manera de que no todo vaya tan mal", afirma Albert Pijuan, que se dejó llevar por la tendencia en aumento de la ludificación.

Su cuento se titula L'illa negra de Naima y se sitúa en Tarragona, donde las personas han dejado de relacionarse cara a cara y prácticamente todo se ha convertido en un juego. "Se ponen un casco y desde el sofá de casa lo pueden hacer todo. Trabajan o van a clase de manera virtual. Los conductores de los autobuses dirigen los vehículos desde casa", destaca el escritor, que plantea la posibilidad de hacer intervenciones quirúrgicas también a distancia y como si el médico estuviera jugando a un videojuego. "Tiene cosas negativas, porque se pierde el sentido de la realidad, pero estoy convencido de que habrá auténticos cracs que harán el bien a través de la ludificación", dice Pijuan.

De hecho, la gran mayoría de relatos están atravesados por la idea de que los adelantos tecnológicos nos harán más solitarios y las relaciones sociales serán cada vez más virtuales. En Öyo, Rubèn Montañá traslada la fuerte dependencia que ahora tenemos de los teléfonos móviles a una lentilla que funciona como un asistente personal. "Te mide las constantes, puede superponer imágenes a la realidad, te psicoanaliza y valora qué porcentaje de afinidad tienes con los amigos o con la pareja. El único inconveniente es que los usuarios ceden todos sus datos", detalla Montañá, que a través de la ficción quiere plantear "cómo las decisiones de los científicos afectan al día a día y la sociedad".

La Barcelona del futuro pensada por Montañá ha crecido tanto que ha conquistado el Maresme y el metro llega hasta Mataró. Un poco como la capital de Alba Dalmau, que en Frozenlife predice una Barcelona con problemas de sobrepoblación. Para ponerle remedio, la ciudad ha puesto en marcha supermercados de gente congelada. Cuando los barceloneses cumplen 18 años pueden escoger a una persona para que sea congelada y pueden descongelar a otra, manteniendo así el equilibrio en la ciudad. Dalmau imagina institutos con sillas electrificadas para hacer obedecer a los alumnos y robots que lo hacen todo. Actividades como cocinar, escribir en papel o jugar a juegos de mesa quedan relegadas a un club clandestino donde unos cuantos nostálgicos se encuentran para mantener vivas estas prácticas. "En el fondo los escritores de ciencia-ficción están más preocupados por el presente que por el futuro –reflexiona Dalmau–. Estas historias son como carteles luminosos que dicen: «Ey, si no nos tomamos en serio lo que nos pasa, podemos llegar hasta aquí»". 

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