Volver a empezar después de la insolvencia: "Un fracaso no te puede esclavizar toda la vida"
El año pasado 1.400 personas se acogieron a la ley de segunda oportunidad que exonera las deudas en Cataluña
Barcelona"He trabajado siempre como un cabrón, he cumplido mis obligaciones, no puede que me quede así, a las puertas de la jubilación, porque una entidad bancaria me da la espalda". Jordi, que pide que le presenten con un seudónimo, recuerda la frustración que sintió cuando se encontró en la insolvencia en medio de la crisis del coronavirus cuando sólo le faltaba año y medio para jubilarse. “No era el escenario que me esperaba después de trabajar desde los 16 años y haber currado mucho. Pasé unos meses, años, muy angustiosos”, valora ahora, ya jubilado, después de acogerse a la ley de la segunda oportunidad, un mecanismo que permite a las personas insolventes quedar exoneradas de sus deudas.
Sólo el año pasado, 1.403 personas en Cataluña se acogieron al procedimiento de segunda oportunidad, que permite que las personas físicas, autónomas o no, puedan cancelar sus deudas y tener, como dice su nombre, una nueva oportunidad para volver a empezar. El abogado Martí Batllori, especializado en este procedimiento, considera que esta herramienta "humaniza un poco el mercado del crédito", ya que equipara a las empresas y las personas ante la insolvencia. “Las empresas siempre han tenido una segunda oportunidad porque han podido cancelar sus deudas. Todo el mundo sabe que si una empresa entra en concurso, normalmente no se cobran sus deudas. En cambio, con las personas, normalmente pensaba que [la deuda] duraba toda la vida”, afirma Batllori.
Como Jordi, en el 2021 hubo 5.843 catalanes que se declararon insolventes, según datos del departamento de Justícia. La llegada de la pandemia supuso un aumento exponencial de la insolvencia y, desde entonces, cada vez más personas se acogen al mecanismo de la segunda oportunidad. El servicio de la Generalitat, que funciona desde el 2021, atendió a 721 personas en su primer año de vida, y en sólo dos años la cifra se duplicó. Alrededor del 90% de las personas que se declaran en concurso no tienen ninguna actividad empresarial ni son autónomos y sus deudas proceden eminentemente de hipotecas o créditos personales.
Para acogerse a esta ley y declararse en concurso como persona física, es necesario cumplir algunos requisitos. De entrada, no haber sido sancionado (por ejemplo por Hacienda) ni tener antecedentes penales. Un requisito relevante, añade Batllori, es que el motivo de la insolvencia no sea "culpable", es decir que no esté vinculado con ningún fraude ni se deba a un "comportamiento temerario o negligente". La cantidad a exonerar no está limitada, excepto para los créditos públicos, que no pueden superar los 10.000 euros.
"Mi gran error fue confiar en el banco"
Jordi, periodista, se hizo autónomo en el 2011 y trabajaba en comunicación corporativa. El trabajo le iba bien, pero con la crisis que acompañó a la pandemia perdió a algunos clientes y temía no poder hacer frente a los créditos que tenía, todos ellos laborales. "Precisamente porque siempre he sido una persona muy cumplidora, veía a venir lo que podía pasar y fui a mi principal entidad bancaria", recuerda. “Fue mi gran error. Confié en mi entidad de toda la vida, y me fallaron”, reprocha al recordar cómo al banco le dijeron que encontrarían una solución a través de un crédito ICO. “Nunca llegaba. Al final, pasados cuatro o cinco meses, me dieron un crédito que multiplicaba por cuatro los intereses que pagaba hasta entonces”.
Después de casi un año pagando este nuevo crédito, a Jordi cada vez se le hacía más complicado afrontar todos los gastos que tenía. En este punto, se decidió a contactar con el departamento de Justicia, que gestiona el servicio de segunda oportunidad: “Me atendió a una chica llamada Alexandra y me asesoró muy bien. Quedé muy sorprendido por el ejercicio de empatía que noté”, recuerda agradecido. Desde mayo de este año, ya raíz de un acuerdo de la Generalitat con el Colegio de la Abogacía de Barcelona (Icab), funciona un servicio de orientación jurídica especializado en estos expedientes: en los primeros dos meses de funcionamiento ha atendido a 142 personas ya 129 las han derivado a la justicia gratuita para poner en marcha el procedimiento.
El ejemplo inglés y americano
Batllori admite que, para quien no lo conozca, que una ley permita exonerarse de las deudas puede parecer “algo raro”, pero defiende que tiene mucha lógica “que el fracaso no suponga estar esclavizado toda la vida,que haya una segunda oportunidad”. “Estados Unidos e Inglaterra han tolerado muy bien el fracaso de los emprendedores. El Estado decía: 'Si fracasa, no se preocupe, estaremos aquí para que usted vuelva a empezar'”, afirma Batllori, quien añade que en estos países se aplica la concepción de la segunda oportunidad desde hace 100 y 300 años.
Una vez pasado su trance, Jordi está convencido de que animaría a cualquiera que se encuentre “que no tenga miedo de explicarlo, que piense que existe la segunda oportunidad”. Él no esperaba encontrarse en la insolvencia ni tampoco la respuesta de la ley y la administración, que califica de extraordinaria. “A nadie, ni de joven ni de mayor, le gusta reconocer un fracaso. Pero a nadie tampoco le gusta tener un accidente, y ocurren”, reflexiona. Y concluye: “Siempre puedes encontrarte situaciones inesperadas, y cuando no tienen solución es muy jodido. Pero cuando hay, como he podido comprobar, si puedes cogerlo, no tengas manías”.