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La inteligencia artificial capaz de leer el pensamiento.

Cuando George Orwell dio a luz su magnífica novela 1984, decidió invertir los dos últimos dígitos del año de la escritura. Corría 1948 y proyectó una distopía para 42 años más adelante. Estamos en el 2024 y no hace falta que transcurran ocho lustros para saber que en menos de veinte años a este mundo no habrá madre que lo reconozca.

Los cambios sociales y económicos sucederán rápido, pero, en realidad, llevan décadas gestándose. Se vislumbra una confluencia de muchos elementos: la robótica, la inteligencia artificial, el declive de la propiedad como elemento central del capitalismo, el mismo propio consumo, el concepto de dinero, los cambios demográficos, la hiperconectividad, las redes sociales, los fenómenos migratorios y la emergencia climática son los principales desencadenantes de un punto de inflexión que se respira en el ambiente. Por el momento, los poderes fácticos y las estructuras políticas mantienen su hegemonía, pero flota en el aire una diáfana sensación de revolución silenciosa. O, tal vez, no tan silenciosa.

Nunca he sido un adivino ni un pesimista. Nunca he jugado con el miedo y los vaticinios apocalípticos para vender mis ideas. He sido siempre, o he tratado de serlo, una persona moderada, ponderada, enemiga de la agitación y de las performances clásicas tipo “¡Arrepentíos, que se acerca el final de los tiempos!” Los cambios sociales ocurren de la forma menos pensada. A veces se le corta la cabeza a un rey, a veces se invade otro país, a veces se desata una guerra mundial; pero la mayoría de las veces, como con la rana hervida en agua, los cambios son silenciosos y graduales.

No sé si me hago mayor y mi capacidad de ver el futuro como algo magnífico, lleno de oportunidades y mejoras, se está viendo mermada. Tampoco soy pesimista. Sencillamente, como pensador, economista y analista diario de las tendencias sociales, tecnológicas, económicas y geopolíticas, me doy cuenta de que estamos llegando a un punto de inflexión y que en 2042 estaremos en otra pantalla muy diferente. El mundo será otro. El trabajo será distinto. La política será otra. La inteligencia artificial será una de las primeras herramientas del ser humano. Las máquinas decidirán nuestro día a día. No sé si va a ser mejor o peor. Pero será diferente, distópico, y, como en el 1984 de Orwell, estará sujeto a un nuevo orden.

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