Pedro Aragonés durante su comparecencia este domingo noche.
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En este país todavía no hemos tenido la oportunidad de votar a un programa político. A ver, que los programas existen. Pero nadie vota a partir de los proramas. Primero porque nadie los cumple. Segundo porque con los pactos posteriores hay que hacer concesiones y quedan en agua de borrajas. Y tercero porque aquí la política es un juego de poder y no de acción ciudadana.

Hay naciones europeas en las que, de una vez por todas, han dejado atrás sus nacionalismos, territorialidades, derechos ancestrales, conciertos económicos y demás pugnas que no tienen principio ni fin.

En Estados Unidos pasa lo mismo. En las elecciones de cualquier estado americano se va a dirimir si se dedicará el presupuesto público a nuevos trazados de carreteras o bien al sistema ferroviario; a levantar nuevas escuelas o a aumentar el número de profesores de las existentes; a crear espacios verdes o a replantar los que ya existen. Al votar, se decide lo que realmente va a suceder en el país o estado en cuestión. Los ciudadanos deciden programas políticos. Y los políticos los llevan a cabo. Eso es la política.

Las elecciones de este domingo en Catalunya son un aviso muy claro para todos los políticos que siguen jugando al poder, a la territorialidad, a la reivindicación nacionalista. Hay que cerrar de una vez por todas el encaje de Catalunya con el resto de España. Sea con una nueva transición, un concierto económico catalán o una reforma de la Constitución. Los catalanes han dicho claramente que están hartos. Hartos de una política de cálculos, apoyos, posturas y ambiciones. Parecemos el senado de Roma antes del Imperio: complots, traiciones y estrategias para hacerse con más cuotas de poder, gobernando a espaldas de las verdaderas necesidades de la vasta república romana.

Se acabó. 

No queremos más narraciones fabulosas por entregas. Estamos hartos de persecuciones, amnistías, faroles, declaraciones unilaterales o referéndums acordados, de si la salida es la confrontación o la negociación. El varapalo al independentismo ha sido claro. Pero no porque en Catalunya estemos satisfechos con lo que tenemos. Sino porque tenemos necesidades perentorias y necesitamos que los políticos cierren de una vez el conflicto para que, por fin, nuestros votos se conviertan en acciones y no en lecciones.

Ahora bien, cierren de una vez por todas el encaje catalán y el conflicto.

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