Ahora viene Navidad

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Vehículos circulando bajo las luces de Navidad del paseo de Sant Joan.

Si un día de éstos se dejan caer por Sant Feliu de Guíxols, se encontrarán con una ciudad totalmente moderna. Plazas duras donde el arenisca acogedor ha sido sustituido por piedra agresiva, por ejemplo. Y se encontrarán con digamos adornos navideños dignos del abominable mal gusto de las ciudades modernas. En Barcelona, ​​el Palau de la Generalitat ha sido llenado de etiquetas como si de un producto de rebajas se tratara. De hecho, esa idea de que algún publicitario ha creído brillante, quizás en el fondo tenga que ver con la verdad más dura. Cataluña está de rebajas. En Sant Feliu, les digamos adornos navideños son del mismo mal gusto. En la plazoleta de piedra dura con escaleras que bajan a la playa, justo al final del paseo, han construido un árbol artificial símbolo de una Navidad también artificial. Un gigantesco cono, vaga imitación de un abeto, hecho con una estructura metálica recubierta de una especie de césped de plástico, porque así el cono es verde, como los abetos de la Selva Negra, pongamos por caso. Y en la gran y flamante plaza de delante del monasterio han instalado una especie de bola gigante, de esas que se cuelgan en los árboles de Navidad, tan gigante que puedes entrar. Dentro, ocho sillas, blancas como sanitarios, que invitan a sentarse y descansar. ¡Qué moderno se ha vuelto Sant Feliu! Eso sí, ni una sola señal de la fiesta que se celebra en Navidad. Ni un solo belén en ninguna parte. Quizás la comunidad musulmana se ofendría. Pero si la ciudad es laica, ¿por qué ponen tantos adornos navideños? La respuesta es sencilla: porque las fiestas de Navidad son unas fiestas comerciales, una especie de Black Friday continuado que va desde el puente de la Constitución hasta Reyes. Y el nacimiento del Niño Jesús y la adoración de los Reyes sólo son reclamos para vender turrones y juguetes. Y ahora pantallas y pantallas, teléfonos y tabletas…

Esta modernidad santfeliuense, sin embargo, este mal gusto buenista y capitalista, tiene secretos escondidos que hay que saber encontrar. Pienso en los artistas plásticos que viven y trabajan en la ciudad: Udaeta, Marzo-Mart, Nei Albertí, Àlex Pallí…

Cuando fui a vivir a Sant Feliu, hace ya quince años, me extrañó que en la ciudad no hubiera ninguna escultura pública contemporánea. Me dijeron que había habido una, en la plazoleta de Joan Maragall, obra de Manel Marzo-Mart. Pero el Ayuntamiento la retiró y parece haberla perdido. Y la ciudad sigue desierta de obras de artistas que viven y trabajan en ella. Alberto de Udaeta, por ejemplo, que tiene obra pública en Platja d'Aro o en Begur, no tiene ninguna en Sant Feliu, donde lleva muchos y muchos años con el taller y vive. En cambio, tiene una buena colección en el Museo de Escultura de Palafrugell, fundado por el recientemente traspasado, como suele decirse, el añorado Antoni Vila Casas. Otro prohombre catalán, por suerte todavía entre nosotros, creyó que el presidente Irla tenía una lápida demasiado sencilla en el cementerio de Sant Feliu y encargó a Udaeta una especie de tumba monumento para que reposaran las cenizas del presidente. Udaeta realizó un proyecto magnífico. El Ayuntamiento de entonces eligió un rincón del cementerio para que se instalara. De eso hace años. Y la tumba todavía no está. Alguien con quien he hablado en culpa a Esquerra Republicana, otros dicen que es la familia que no lo quiere, aduciendo que Irla era un hombre discreto.

Udaeta también es un hombre discreto y entendió perfectamente el encargo. Un cubo de hierro fundido, discretamente oxidado, una forma contundente como es habitual en el escultor. Udaeta es el escultor que conozco que más sabe construir una forma llena y rica de significado. Sus volúmenes, habitualmente de hierro fundido –también ha trabajado el bronce y lo cortan recortado y soldado–, tienen una presencia real, una forma de ocupar el espacio que se hace inolvidable. Trabaja construyendo series de piezas en las que estira el hilo de una idea. Recuerdo la serie de Sombras, de Encluses, de Ciudades, de Pasajes, de Cascos… Hace ya unos años, tuve la satisfacción de hacer una exposición con él. Una exposición que era o quería ser un diálogo entre su escultura y mi pintura. Esto era cuando en Sant Feliu había todavía una cierta vida artística. La exposición fue en la galería Kroma, en la rambla Vidal, una galería que ya no está… Si tienen ganas de conocer la escultura de Alberto de Udaeta, traten de hacer una visita a su taller…

I perdonen que hoy les haya hablado tanto de Sant Feliu de Guíxols, mi pueblo de adopción. Es que ahora viene Navidad y me deprime ese mal gusto imperante, el de Barcelona y el de Sant Feliu. Y el de todas partes.

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