¿A quién ama Johnny Depp?
Hace unos días, el ARA publicaba un artículo de Maureen Dowd que acababa con esta frase: "La información hecha a medida causa furor en todo el mundo. La verdad ha huido". Dowd se hacía eco del asunto judicial que implica a los intérpretes Johnny Depp y Amber Heard, entre otras cosas, y establecía paralelismos entre los seguidores a ciegas del actor y los defensores acérrimos de personajes como Trump. Aun así, hay un artículo, firmado por Jessica Bennett y publicado en este mismo medio, que aborda el tema desde una perspectiva desprejuiciada, no dogmática, y que, además, introduce un concepto, escopofília, que se traduce como "amor a mirar" y que parece hecho a medida para el tema que nos ocupa.
Bennet hace un recorrido por las diferentes adaptaciones cinematográficas y televisivas con que recientemente se ha intentado redimir a algunas mujeres más o menos polémicas o estigmatizadas. ¿Cómo? Pues presentando su versión de los hechos, humanizándolas y, sobre todo, permitiendo que su historia incorpore unos matices que demasiadas veces habían sido tragados por la mirada falocéntrica imperante entonces. Britney Spears, Pamela Anderson, Anna Nicole Smith y Monica Lewinsky son algunos de los nombres que Bennet cita como ejemplo de mujeres extremadamente sexualizadas que, en muchos casos, construyeron una carrera más o menos desafortunada, más o menos querida, sobre esta sexualización. Bennet no solo las menciona a ellas, sin embargo: la autora nos habla de Amanda Knox y de Lorena Bobbitt, acusadas respectivamente de asesinar a la compañera de habitación y de cortarle el pene al marido; mujeres que no siempre despertaron las simpatías del espectador de sus casos mediáticos, pero que seguramente merecían un retrato más transversal, que rehuyera los simplismos.
Pasa una cosa muy peligrosa, hoy en día, y es que se tiende a confundir la comprensión o el análisis frío de unos hechos determinados con su justificación o disculpa. También pienso que es habitual caer en el error de pensar que una persona no puede ser víctima de una violencia o injusticia y, al mismo tiempo, ser la agresora en otras muchas circunstancias, como si la bondad o la maldad fueran calidades sin fisuras, categorías inmutables, características que existen en paralelo en los contextos en que la una o la otra pueden manifestarse. Todo sería más fácil si las personas que nos caen bien fueran buenas siempre y si, por el contrario, las malas praxis fueran patrimonio exclusivo de los ambiguos, de los narcisistas, de los apáticos o de los malos, pero desgraciadamente nos toca identificar el negro en el blanco, el blanco en el negro, y los grises que imperan en tantas acciones que no toleran el reduccionismo bicolor, por mucho que algunas personas puedan llamarlo relativismo o equidistancia, de esta actitud.
El juicio de Depp y Heard es una de las últimas manifestaciones colectivas de este fenómeno tan peligroso de mezclar simpatías, antipatías, culpabilidades e inocencias. Y es que el juicio, como por ejemplo seguramente lo hará la sentencia, ha generado todo tipo de reacciones que podemos meter en las siguientes categorías: los defensores de Depp, que proyectan en el actor todas las cosas buenas que asocian a sus películas, como si el hombre sentado en el banco no fuera Johnny Depp sino Jack Sparrow, Gilbert Grape o Edward Scissorhands; los detractores de Depp, que lo maldicen justamente por esta misma razón, es decir, para compensar la aparente simpatía general con que necesariamente tiene que contar un actor de films entrañables que bien podría ser un imbécil integral en la vida real; las personas que no se fían de Heard bajo el pretexto de que es una cazafortunas, como si el hecho de casarse por dinero, en caso de que fuera así, la convirtiera en una mentirosa, una manipuladora, una agresora o el resto de cosas que se le atribuyen, y, finalmente, las personas que se ponen junto a Heard como reacción a todos estos insultos, como si la circunstancia de ser insultada por fans de tu exmarido invalidara automáticamente una eventual base verídica para alguno de estos insultos.
Personalmente, el juicio de Depp y Heard me parece un nuevo ejemplo de mediatización lamentable, subjetiva y peligrosa de unos asuntos que tendrían que permanecer ajenos a las valoraciones de quienes que no pueden saber, de ninguna de las maneras, qué pasaba, entre las paredes de casa de dos individuos que no serían los más equilibrados del mundo, si juzgamos únicamente los hechos que el uno y la otra han confesado. Pero a quién le importa nada de esto si, como escribía Maureen Dowd, "La información hecha a medida causa furor en todo el mundo. La verdad ha huido". Y las redes sociales, en cambio, han llegado para quedarse.