Entrevistada por Televisión Española, la concejala de los Comunes dijo esta mañana lo siguiente: “Podemos ha firmado un acuerdo con Sumar para ir juntos a las elecciones y debe cumplir, o no tendrá retorno en materia económica”. U obedecéis a Yolanda Díaz u os quitamos el dinero que os corresponde por las subvenciones electorales.
Colau debiera saber que ni ella ni Yolanda Díaz pueden cumplir esa amenaza; los derechos económicos que adquieren los partidos cuando firman un acuerdo de coalición no dependen del mejor o peor humor con el que se levanten los dirigentes de Sumar o los Comunes, que tampoco pueden cuestionar la autonomía de las diputadas de Podemos o de cualquier otro partido de la coalición. Pero la amenaza, en sí misma, tiene varios significados y no necesariamente políticos.
El primero es que refleja una frustración autoritaria de Colau; cuando explicita en público una amenaza que no puede cumplir está mostrando una contradicción entre su deseo irreprimible de mandar y la imposibilidad de materializarlo. Ada Colau querría tener el poder de castigar para hacerse obedecer, pero al transformar su deseo en una amenaza pública que no puede cumplir solo consigue hacer visible ante todos el patetismo de su desempoderamiento.
Pero atención porque su exhibición de impotencia no ha quedado ahí; en la entrevista llega a decir que, a pesar de la “presión ambiental” que recibe para ser ministra, no quiere serlo. De esa forma da a entender que depende de ella formar o no parte del consejo de ministros y que si no es ministra, es únicamente porque no quiere. Tremendo.
Después Colau exige un acuerdo al nuevo alcalde Barcelona señalándole que no se puede gobernar solo con los concejales del PSC. Imagino la sonrisa lacaniana de Collboni al escuchar que Colau le acusa de “tener un empacho de poder”. Más o menos empachado, lo cierto es que Collboni tiene lo que Colau tenía y ya no tiene. El alcalde lo sabe y lo disfruta en su relación con Colau.
No le voy a recomendar a Colau que haga como yo y se monte un podcast para decir lo que le dé la gana y ayudar, desde ahí, a su partido. Quizá le iría mejor y tendría cosas interesantes que decir en vez de ponerse un sombrero de Napoleón y amenazar a unos y a otros desde un speakers' corner del Parque Güell. Pero cada uno hace con su biografía lo que considera. Eso sí, no estaría de más que las críticas entre los partidos de la izquierda se produjeran sin amenazas y desde el respeto a la autonomía de cada cual.
El acuerdo que han alcanzado Sánchez y Díaz tiene cosas positivas pero hay una obviedad: Sánchez y Díaz no tienen diputados suficientes para llevarlo a cabo y el PSOE, se lo digo por experiencia, no siempre quiere cumplir lo que firma, en especial si se trata de propuestas progresistas.
Si arranca finalmente la legislatura de la amnistía, los partidos de izquierdas tendrán que colaborar para lograr que el PSOE asuma que hay que hacer algunas políticas de izquierdas. Para lograr eso, las amenazas, en especial las que no se pueden cumplir, ayudan bastante poco.