Año nuevo, vida nueva

El Parlamento en una imagen reciente.
26/12/2025
4 min

Termina un año y iniciamos otro. Son momentos, tanto en el plano personal como en el colectivo, de hacer balance y de formular nuevos propósitos. Para nuestro país, Cataluña, en 2025 ofrece un balance ambivalente. Algunos aspectos son claramente positivos, otros no lo son tanto, y los hay francamente adversos.

Entre los primeros, podemos destacar la marcha general de la economía, que crece notablemente por encima de la media europea; el buen comportamiento de las exportaciones, el turismo y la inversión extranjera; la remarcable generación de puestos de trabajo; la creciente consolidación de Barcelona y su región metropolitana como centro avanzado de investigación, especialmente en las áreas de salud; la creatividad cultural del país, que hierve por todas partes y que incorpora nuevos fenómenos de gran proyección internacional; nuestras reservas de agua, que compensan las inquietudes y los sufrimientos de los episodios de sequía; la reducción progresiva de los tipos de interés, que alivia el coste de los créditos y en particular de las hipotecas; un mejor control de la inflación, con su efecto sobre el poder adquisitivo de muchas familias, y la corriente de solidaridad del país, muy a menudo vehiculada por el tejido asociativo, que sigue bien viva y bien organizada.

Entre los segundos aspectos, aquellos que no son tan positivos, habría que subrayar la respuesta de algunos servicios públicos ante las necesidades y expectativas de la sociedad, muy a menudo debido a un déficit crónico de financiación ya la evolución de la población: cada vez somos más gente, mayores, y con más personas venidas de fuera, y eso impacta; la percepción de carencia de seguridad en ciudades y pueblos de nuestro país; los resultados comparados del rendimiento escolar, claramente por debajo de las necesidades y potencialidades pedagógicas del país; los niveles de absentismo laboral, muy excesivos, que castigan duramente a la productividad de nuestra economía; la gran dificultad de trasladar el crecimiento económico a la mejora de los salarios, con el salario medio casi estancado; y, por citar un último, un alarmante alza de los trastornos mentales, que de manera recurrente afectan cada vez a más jóvenes.

Finalmente, entre los aspectos más adversos, podemos mencionar el deterioro de nuestra democracia, afectada por escándalos que se encadenan, déficit de credibilidad de instituciones fundamentales del Estado y la muy preocupante incapacidad de construir acuerdos sobre temas esenciales de la sociedad; la consolidación de opciones políticas de cariz marcadamente populista, que no resolverán nada y lo envolverán todo; la fragmentación de nuestros Parlamentos, que dificulta enormemente la toma de decisiones y la llegada de las soluciones; una tasa de natalidad de las más bajas de Europa y del mundo, con la consiguiente presión en concepto de inmigración, que si se manifiesta en volúmenes altos y períodos de tiempo cortos provoca tensiones de todo tipo; el aumento de las desigualdades sociales, siempre inaceptable en sistemas democráticos basados ​​en la igualdad de oportunidades y los derechos humanos, y del todo inexplicable en épocas de crecimiento económico; el déficit de funcionamiento del sistema de Cercanías, que genera constantes quebraderos de cabeza de movilidad a millones de personas; la falta de un modelo claro de soberanía energética, que deja a Europa indefensa y debilitada ante potencias del mundo que no siempre quieren nuestro bien, con particular incidencia en Cataluña por nuestra falta de lucidez para implementar un modelo energético que responda a los retos medioambientales ya la vez a las demandas crecientes de consumo eléctrico, y en último término, pero en último término, pero en último término, pero precios de la vivienda, que crea barreras de acceso inalcanzables para una parte de la población.

Tiempo habrá, en el transcurso del año que se acerca, para desgranar posibles soluciones a la larga pero siempre incompleta lista de los retos que se acumulan. Ahora bien, dado que el dicho hace referencia al año nuevo, vida nueva, adelanto una primera carta a los Reyes. 2026 será año de elecciones en varios territorios, y quizás al Estado en su conjunto. El patio está lo suficientemente movido para prever cualquier opción. Sin embargo, todo apunta a que en Catalunya no habrá elecciones. Será el último año, porque a partir de entonces empezará un ciclo electoral intenso y largo. Por tanto, el próximo año hay que aprovecharlo. Aparte del deseo general de finalizar la guerra provocada por la invasión rusa, que condiciona nuestra seguridad como europeos que somos, las primeras líneas de la carta a los Reyes serían: aplicación definitiva y total de la ley de amnistía, no tanto para normalizar nada, sino para garantizar que todo el mundo puede defender sus opciones políticas en igualdad de oportunidades; concreción y aplicación de una financiación para Cataluña que cumpla lo que se dijo que se pactaba, es decir, un modelo propio de soberanía fiscal que permita gestionar los impuestos por parte de la Generalitat y que incremente sustancialmente los recursos públicos catalanes; la aprobación de los presupuestos en Cataluña, después de años de prórrogas difíciles de justificar; un gran pacto sobre la vivienda, que si se quiere empezar en serio a resolver el problema debe apostar claramente por una política de estímulos y no sólo de limitaciones, castigos o inseguridades, porque sin la implicación a fondo del sector privado seguirá habiendo muchas promesas y pocas soluciones.

La carta a los Reyes podría continuar... pero si estas primeras demandas se cumplieran, Catalunya iría mejor.

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