Estos días —fruto de una serie documental, Matar al presidente, que Mònica Planas ya ha comentado en este diario- han vuelto las especulaciones sobre potenciales complicidades en el atentado contra Carrero Blanco. Siempre he desconfiado de las teorías conspirativas. Creo que Caín mató a Abel. Y en ese caso que ETA mató al almirante. Lo cual no quita que, por acción o por omisión, se pudieran dar actuaciones que contribuyeran al crimen. De hecho, había una cierta unanimidad al pensar que, fallecido Franco, Carrero Blanco retrasaría cualquier transición. Y la espectacularidad de la acción hace inevitable una pregunta: ¿cómo podía ser que los etarras pudieran montar aquella operación sin levantar sospecha alguna?
Tres años después, José Martí Gómez y yo entrevistamos, por El Correo Catalán, Rodolfo Martín Villa, entonces ministro de Gobernación del primer gobierno Suárez. Su despacho era el mismo que había ocupado Carrero Blanco cuando era presidente del gobierno. Al terminar la entrevista me entretuve un momento en mirar por la ventana que daba a la Castellana. Martín Villa se me acercó y me dijo: “¿Ve la parada de autobús aquí delante? Como ustedes recordarán, pocos días antes del atentado contra Carrero Blanco, Henry Kissinger visitó Madrid y se entrevistó con el almirante. Como pueden imaginar, días antes, el FBI había realizado una minuciosa revisión del espacio. Y se detectó a una persona sentada en el banco de la parada que dejaba pasar los autobuses y seguía allí largos ratos. Esa persona resultó ser uno de los autores del atentado contra el presidente del gobierno”. ¿Qué me está diciendo? ¿Que el FBI tenía información y no la pasó? ¿Que la policía española no hizo caso? "Yo no le he dicho nada, sólo le he dado una información”.
En 1999, en visita al CCCB, el rey Juan Carlos I se me acercó a un palmo como si me fuera a contar un gran secreto: —Si esto no hubiera pasado, ni tú ni yo estaríamos hoy aquí —dijo.—Yo no —contesté—.Usted no lo sé. —Yo tampoco. —¿Por qué? lo que yo tenía que hacer".
Este breve diálogo tuvo lugar dentro de una oscura sala dedicada al atentado contra Carrero Blanco, en el marco de la exposiciónTiempo de radio. Entre sombras se podía ver un vehículo estampado en el techo mientras se oía música fúnebre alternando con los partes de Radio Nacional de España de ese día en el que, hace 50 años, ETA se llevó arriba el albacea de la herencia del dictador.