LA OBSERVADORA

El aterrizaje

Ilustración
19/08/2023
Directora del ARA
3 min

Mientras la mayoría de la población tenía los pies en remojo y la mirada en el horizonte, la política catalana y española ha entrado en una nueva fase. Básicamente, Junts per Catalunya ha abandonado la idea de que el bloqueo sistemático era la estrategia que conduciría a la independencia y ha decidido hacer política: asumir la derrota del 2017 y gestionar el mientras tanto. Si necesitaba una pista de aterrizaje, la ha encontrado en el voto a Francina Armengol para que presida el Congreso de Diputados, después de haber negociado la oficialidad del catalán en esta cámara y en la UE.

Junts es creíble negociando y ha tenido la habilidad de elegir un tema central por simbólico, como es el uso y la presencia del idioma cuando está crecientemente amenazado en el País Valenciano y Baleares por los gobiernos del PP y Vox. Habrá que ver cómo cristaliza, pero son pasos importantes y concretos la carta del ministro Albares a la UE y la elección de la expresidenta balear. Armengol es una de los pocos federalistas reales del PSOE -¿con Zapatero?- y estará al frente de un Congreso que solo puede ser viable con la participación fundamental de los partidos que representan a las nacionalidades históricas.

La constitución del Congreso es un primer paso imprescindible, pero no es garantía de que se forme gobierno. Independentistas catalanes y vascos están en condiciones de negociar fuerte, porque la alternativa es una repetición electoral muy incierta para el PSOE. Pese a que algunas voces socialistas y del PP apuestan por que la derecha apoye a Sánchez para que no tenga que depender de las minorías, un pacto de esta naturaleza es prácticamente imposible con un Feijóo debilitado, acosado permanentemente por el sector duro madrileño y que gobierna media España con la extrema derecha. El presidente popular lo tiene complicado y mantener la ficción de que puede ser investido es una huida hacia adelante. El fracaso de la candidatura popular a la presidencia del Congreso, con revancha de los socios de Vox incluida, no lo deja en buena posición en la ronda de consultas con el rey.

La misma ronda de consultas evidencia la descomposición de la España de la Transición. Felipe VI deberá proponer al PSOE que presente candidatura sin entrevistarse con una parte del arco parlamentario que no lo reconoce y que no lo respeta, especialmente desde el 3 de octubre de 2017. Una parte del Congreso que, en cambio, tiene en sus manos hacer viable un gobierno socialista o abocar a una nueva convocatoria electoral. La idea del papel moderador de la monarquía es cada día menos creíble y la falta de representatividad no la compensará, sino al contrario, la campaña de comunicación de la cadete Borbón que hace las delicias de la prensa rosa y tradicionalista.

El momento político es una encrucijada con negociaciones que van para largo. Sánchez solo llegará al gobierno con importantes renuncias. ERC, que ya hace tiempo que hace política asumiendo sus costes, negocia el traspaso de Cercanías, la reducción del déficit fiscal y la amnistía. Junts mantiene los términos de la negociación en reserva y no le ha ido mal en la primera ronda. Ha sabido aprovechar la brecha de influencia cuando se había retirado o había quedado fuera de la mayoría de espacios de ejercicio de la política.

El Estado, entendido como la estructura del poder institucional y los grandes partidos, puede intentar seguir yendo al día y hacer reformas por obligación o hacer lo que en Francia serían unos Estados Generales que redundaran constitucionalmente en un país más parecido a la realidad que a la antigualla en la que se ha convertido con una Transición insuficiente y una Constitución impotente. No cabe duda de que en España la opción de cambio es la segunda y que la transformación de fondo solo llegará a través de la presión de los nacionalismos no castellanos para acercarse al federalismo de camino a Ítaca. En un país con las tensiones territoriales resueltas o canalizadas por la vía política podría hablarse de una gran coalición, pero ni es ni será una opción en España. Por talante y por incapacidad de aceptar diagnósticos compartidos de los escenarios y de sus causas.

La encrucijada de hoy no es ninguna broma. España puede estar en seis meses inmersa en un contexto económico internacional a la baja con el motor alemán gripado, con una inflación excesiva y el retorno a cierta austeridad en la Unión Europea y en el Banco Central Europeo. El nuevo gobierno hará frente a un crecimiento inferior del PIB y del empleo. En Catalunya es el momento de negociar mejoras nucleares, y hay varias. Principalmente, es necesario negociar el control de las bases fiscales y acabar con un sistema de financiación arbitraria, injusta y que condena a la economía catalana y los servicios básicos a la insuficiencia crónica.

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