"No estoy a favor de inventarse nada ni de faltar a la verdad, pero todo lo que sean herramientas por parte del Estado para protegerse me parece bien", dice Isabel Díaz Ayuso en Catalunya Ràdio, preguntada por las ratas que salen de las cloacas de lapolicía patrióticadel presidente Rajoy y el ministro Fernández Díaz, miembros de su partido. O sea que ha hecho un "no soy racista, pero cada uno en su casa...", o un "no soy machista, pero es que llevaban minifalda..." de manual. No está a favor de inventarse nada, pero si es necesario fabricar pruebas contra adversarios políticos como si fuera la Stasi, se fabrican pruebas. Entonces, ¿qué le parece, ¿los GAL también eran “herramientas por parte del Estado para protegerse” o era terrorismo de estado?
El tono de Ayuso es el de Trump y el de la ultraderecha en general: insultante, provocador, banalizador: “Se podría quejar si fuera Murcia o Extremadura, que no tiene ni trenes”. Si usted ha llegado tarde al trabajo un montón de días debido al mal funcionamiento de Cercanías, dé gracias, que todavía tiene trenes.
Y un tono tramposo, también: "La Cataluña y la Barcelona de los años 90 era una donde todos queríamos ir a estudiar diseño o comunicación y ahora sólo se traslada política, desde allí". Ella no, que no hace política. Ella hace libertad. Como si el relato de lo que ocurre aquí no fuera fabricado desde allí y se modulara a conveniencia: me gustas cuando te llevas bien, pero no cuando me pides tener una conversación adulta. Como si en los años noventa hubieran sido idílicos y su partido no se hubiera inventado lo de la persecución del castellano en Catalunya. Como si ahora no fuera capaz de captar talento, inversiones y turismo. Pero se ve que diciendo cosas como éstas se puede ganar una mayoría absoluta.