¡Que se beban el mar!

¡Que se beban el mar!
07/10/2025
Directora del ARA
3 min

La indiferencia ciudadana ha terminado y es una buena noticia. También hay un frágil acuerdo para un alto el fuego y también es una buena noticia. Pero no hay sitio en la tierra donde haya que ser más cauteloso que Oriente Próximo. El acuerdo de paz propuesto por Estados Unidos e Israel sirve, en principio, para detener los bombardeos y conseguir el regreso de los rehenes. Son ambas magníficas noticias, de confirmarse, pero en ningún caso garantizan a medio ni a largo plazo una solución estable. La habilidad y la debilidad del acuerdo es que detiene el infierno, pero deja abierto el futuro y en unas condiciones humanitarias nefastas. Habrá que negociar y los palestinos lo harán desde una posición de debilidad territorial, de representación y desde cualquier otra perspectiva.

El paso realmente importante, que sería la ejecución de un plan de paz efectivo y estable, no se ve en el horizonte. En la situación actual, la solución de los dos estados ya no es viable, porque las colonias judías en Cisjordania y el enclave de Gaza han fragmentado irreversiblemente el territorio palestino y Gaza está literalmente arrasada física y humanamente.

La futura presión de la sociedad civil sobre nuestros representantes es imprescindible para salvar el sistema de gobierno multilateral y evitar la desaparición palestina. También para salvar el rostro de la UE. La inactividad de la Unión Europea tiene que pasar factura social a nuestros representantes públicos y el grito de miles de ciudadanos tiene que servir para dejar en evidencia que el umbral llevadero del dolor ajeno se ha traspasado hace mucho tiempo. Empieza ahora un largo camino para juzgar al primer ministro israelí y sigue siendo importante obligar a los países europeos a pasar a la acción para aislarlo militar y comercialmente.

Volver a empezar

Este no es un conflicto sencillo de entender históricamente y cada nueva barbarie va poniendo el contador de la memoria de una nueva generación a cero. Hoy, dos años después del asesinato en Israel de 1.195 personas –36 menores– y del secuestro de otras 251, Gaza está arrasada y han muerto más de 66.000 palestinos, miles de ellos niños.

Con este panorama vale la pena ir a los valores básicos de lo que está en juego, y es nada menos que la humanidad de los palestinos. El odio hace décadas que se ha ido incubando y hoy ha permitido que el hambre se utilice como arma de guerra, que la ONU se haya convertido en un dinosaurio impotente, que los países árabes hayan abandonado a los palestinos y que Estados Unidos ejecute una política internacional depredadora guiada por la vanidad y los negocios familiares de su presidente.

Cómo se gesta el odio

Amira Hass, reportera israelí hija de supervivientes del Holocausto, fue nombrada corresponsal del diario israelí Haaretz y decidió vivir en Gaza a principios de los años noventa para entender de cerca la vida cotidiana bajo la ocupación. De su experiencia nació un libro, Drinking the sea at Gaza, nunca traducido al catalán ni al castellano. Se trata de un relato que todavía es imprescindible para entender dónde estamos, cómo hemos llegado y las dificultades del futuro. El libro es el resultado de su experiencia directa: observación personal, testigos y una mirada crítica tanto hacia Israel como hacia las estructuras de poder palestinas.

La autora utiliza la metáfora del agua para explicar la condición gazatina. La escasez y la salinidad del agua expresan la imposibilidad de vivir con normalidad en aquel territorio: "El agua salobre que sale de los grifos es un recordatorio constante de lo imposible: en Gaza, para vivir, habría que beber el mar".

A través de sus desplazamientos por los campos de refugiados, Hass explica cómo la memoria de la Nakba de 1948 es heredada por las nuevas generaciones y se convierte en parte inseparable de la identidad colectiva: "Cada niño que nace en un campo de refugiados hereda no solo la escasez, sino también la memoria de la pérdida". Y hoy, ¿alguien duda de la ola de odio heredada con tanta muerte?

A pesar de la pobreza, la represión militar y la decepción por el incumplimiento de los Acuerdos de Oslo, la reportera destacaba también la fuerza cotidiana de la sociedad palestina. La vida misma se convierte en una forma de resistencia. "Cada gesto cotidiano —estudiar, casarse, escribir un poema— era un desafío al destino impuesto". Hoy, lo que era una cárcel al aire libre es un enorme cementerio. Pero, en palabras de la reportera de Haaretz: "Gaza es la verdad que Israel no quiere mirar: un pueblo que sigue viviendo, aunque el mar que lo rodea sea salado y amargo".

Hass describía un asedio permanente. Los bombardeos, el hambre, la falta de agua y los desplazamientos forzados no eran errores, sino herramientas militares. Por eso afirma que la destrucción y la muerte no son ninguna victoria, sino "la derrota moral y política de Israel". Sobre nuestra conciencia caerá permitir que se construya una Riviera sobre un enorme cementerio.

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