Del beso forzado de Australia al esperpento de Motril

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Captura de pantalla de uno de los programas que han realizado seguimiento de la huelga de hambre de la madre de Rubiales.

Un caso claro del efecto mariposa: el beso forzado de Rubiales a Jennifer Hermoso ha acabado provocando un revuelo a las puertas de una pequeña iglesia de Motril. La huelga de hambre de la señora Ángeles Béjar, madre de Luis Rubiales, ha regalado a la televisión un vodevil rocambolesco. De tal palo tal astilla. Se entiende que la iniciativa dramática de la madre pusiera la guinda al esperpento de la testiculina futbolística y los medios se hicieran eco de ello. Pero con el seguimiento minuto a minuto hemos pasado de la denuncia al culebrón. Las dimensiones del escándalo son proporcionales al narcisismo del gran protagonista, escondido ahora tras la teatralidad de las mujeres de su familia: la madre, las primas, la cuñada, la hermana de la cuñada y, como protagonistas secundarias, las vecinas y amigas que están viviendo su minuto de gloria. La gran comedia a las puertas de la parroquia de Motril se representa en múltiples conexiones en todos los programas en directo de la parrilla en todas las cadenas: La hora de La1, Hablando claro, Espejo público, El programa del verano, Ya es mediodía, Así es la vida, Más vale tarde, En boca de todos, Todo es mentira, Cuatro al día, El desmarque y la mayoría de informativos. Incluso un micrófono de la CNN aparece entre el manojo de alcachofas que se acercan a la boca del cura cuando sale a comunicar que a la señora Rubiales se la han llevado al hospital por la puerta trasera. Tres días de guardia y se pierden el clímax de la tragedia de la madre coraje. Prácticamente todos los programas han abierto todos los días con la comedia de Motril. Se ha hablado de manifestaciones en apoyo al clan Rubiales. La colección de pancartas están escritas todas con la misma letra en una especial puesta en escena para la cobertura televisiva. Pero lo cierto es que la mayoría parecen chismosos curiosos por la presencia mediática. El espectáculo es un seguimiento de una catarsis colectiva: mujeres llorando e hiperventilando, vecinas ofendidas, cuñadas indignadas y hombres exaltados. En Telecinco, una mujer asustada intentaba darle un beso en la boca a un reportero y luego ponerle las manos en los testículos para demostrarle que no pasaba nada. El repertorio de testigos nos transporta a la esencia del caldo de cultivo en el que crecen y se educan los machistas indómitos. En Espejo público, una reportera decía desde la iglesia que aquello era el ejemplo de “la España dividida” y situaba a Motril como el “kilómetro 0 de España”.

En Cuatro entrevistaban al corresponsal de The New York Times que cubría el caso. En Telecinco ofrecieron una grabación de la señora Ángeles Béjar gimiendo y pidiendo justicia. El martes por la noche, el gran suspense era ver qué pasaría a la hora de la misa, a las ocho de la tarde. En LaSexta Noticias conectaban en directo: “Confirmamos que la madre está dentro”. En río revuelto, ganancia de pescadoras. Rubiales como director de orquesta en la sombra. La televisión está alimentando y participando de forma enfermiza en un psicodrama tóxico y chapucero que no aporta nada al caso Rubiales.

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