¿El bilingüismo salvará el catalán?

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Imagen de archivo de un aula de instituto

Ahora que ya se puede hablar catalán en el Congreso de Diputados y que los estados miembros de la Unión rumían en serio si aceptan que se convierta en la 25ª lengua oficial de las instituciones europeas, han vuelto a saltar las alarmas internas a cuenta de los últimos estudios sociolingüísticos sobre el alumnado de 6º de primaria y de 4º de ESO. Antes de soltarse por la pendiente del pesimismo, una reflexión tranquila sobre los datos obtenidos se hace muy necesaria. Nos centraremos en el alumnado de 4º de ESO, el nivel que pone fin a la educación obligatoria, con todo lo que esto significa.

A la hora de analizar a los alumnos de 4º de ESO la primera pregunta se refiere a su lengua inicial, es decir, la lengua que hablaron primero en casa cuando eran pequeños. Ahora mismo, según el estudio, sólo un 32,4% de los alumnos dicen que su lengua inicial es sólo o sobre todo catalán. Antes de poner el grito en el cielo, debe tenerse presente que este 32,4% no es muy diferente al 31,5% que según la última Encuesta de Usos Lingüísticos declaran el catalán como lengua inicial en el conjunto de la población catalana. El estudio de 4º de ESO también revela que el porcentaje de catalanohablantes iniciales ha ido bajando a lo largo del tiempo (viene de un 39,9% en 2006). Antes de atribuir este fenómeno a la sustitución rampante del catalán por el castellano, conviene tener presente que el porcentaje de alumnos que tiene el castellano como lengua inicial también ha descendido: los grupos que crecen son los que tienen ambas lenguas como iniciales y, sobre todo, los que tienen otras lenguas iniciales (algo sorprendente dada la significativa incidencia de la inmigración).

Los sociolingüistas profesionales saben que los datos sobre lengua inicial son interesantes pero que el verdadero predictor del uso no es la lengua inicial sino la lengua de identificación, la lengua que las personas declaran cuándo se les pide, simplemente, cuál es la su lengua. Aquí es donde sonó más la alarma. Sin ir muy lejos, en su glosa del estudio de 4º de ESO este mismo diario enfatizó que "sólo" uno de cada cuatro alumnos (el 25,4% por ser exactos) dijo que el catalán era la suya lengua. En este caso, debe admitirse que existe un fuerte contraste entre el estudio de 4º de ESO y la Encuesta de Usos Lingüísticos, donde más de un tercio de la población (el 36,3% por ser exactos) dice que se identifica con el catalán.

Una vez más, antes de atribuir este fenómeno a la sustitución del catalán por el castellano, hay que mirarse con un poco de atención los datos. Es cierto que ahora hay menos alumnos que se identifican con el catalán que antes, pero he aquí que este año también hay menos alumnos que se identifican con el castellano que antes. El grupo que sale ganando es de los alumnos que se identifican con ambas lenguas, que ha crecido respecto al estudio anterior y supera ahora los dos tercios (34,2% para ser exactos). Los bilingües identitarios son mucho más numerosos en 4º de ESO que en el conjunto de la población, donde apenas superan a una decimoquinta parte de la población.

¿Que tantos jóvenes catalanes se identifiquen con el catalán y el castellano es bueno o malo? Para algunos publicistas, debe ser malo por necesidad. Pasar de identificarse sólo con el catalán a identificarse con el catalán y el castellano es el primer paso para acabar identificándose sólo con el castellano. Este análisis quizás no casa bien con los datos, porque resulta que el grueso del crecimiento de los bilingües identitarios corre a cargo de los alumnos que se identificaban sólo con el castellano, no de los que se identificaban con sólo con el catalán. (Por la misma regla de tres, alguien podría decir que existe un proceso de sustitución del castellano por el catalán.)

La respuesta a esta pregunta la podríamos pedir en el mismo estudio de 4º de ESO. Si lo leemos sin los prejuicios habituales contra todo lo que suene a bilingüismo, el mismo estudio muestra que la propagación del bilingüismo identitario no es necesariamente perniciosa para el futuro del catalán. Cuando se pregunta a los alumnos cómo les gustaría que se utilizara el catalán en los próximos 5 años, sólo 1 de cada 10 bilingües identitarios responde "menos" (entre los alumnos que se identifican sólo con el castellano el porcentaje se sube a un tercio); cuando se les pregunta por su futuro laboral, sólo 0,8 de cada 10 bilingües identitarios dice que no le gustaría hablar "nunca" en catalán en el trabajo (entre los de castellano el porcentaje vuelve a subirse al tercio). Se mire como se mire, para el catalán son mejores los bilingües identitarios que quienes sólo se identifican con el castellano. Cuando se les pregunta a qué grupo de lengua desearían pertenecer en el futuro, sólo 0,8 de cada 10 bilingües identitarios dice que le gustaría situarse en el grupo de los que hablan sólo castellano, que es la preferencia de 3 de cada 10 alumnos que se identifiquen sólo con el castellano.

Ante estos datos, es lógico que la reflexión acabe con una pregunta: ¿el bilingüismo, entendido como la identificación simultánea con dos lenguas, es un fenómeno a evitar o es el marco en el que habría que insertar la salvaguarda del catalán? Bien entendido que responder a esta pregunta pide no otro artículo sino una serie entera, se pueden avanzar dos consideraciones al respecto. En una sociedad abierta como la nuestra evitar la propagación del bilingüismo puede que no sea una opción. Y explorar la contribución del bilingüismo no a la sustitución, sino al mantenimiento del catalán puede ser un camino prometedor.

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