Cajas de abejas en uno de los huertos de Verdcamp Fruits
06/05/2025
2 min

Los vecinos del barrio de Barcelona que tuvieron la desgracia de salir a Instagram, gracias a los influencers sobremotivados, deben pelearse con la turistada para subir al autobús y volver a casa. Para confundir a los no autóctonos, el Ayuntamiento tuvo la feliz idea de retirar la marquesina de la parada. Yo habría añadido unos actores disfrazados de carteristas y el conductor fingiendo que iba borracho.

Me encuentro, en la localidad donde habito, que se ha puesto de moda una ruta a pie. El Camino Ignaciano. Los rebaños de seres con chancletas, niños que tienen pipí, perros defecadores y influencers sensibles a las casas pintorescas tienden a una excesiva ingesta de lúpulo que deben evacuar allá donde nuestro señor (o san Ignacio) les da a entender. Es decir, haciendo honor a su apodo, pescan pinos. Tienen, además, un afán por parar mesas de camping allí donde han decidido aparcar, por ingerir patatas fritas en serie. Si ven una rosa en un rosal le cogerán, y si quieren hacerle una foto a tu hijo, que terrea, se la harán. Sobre todo, lo maravilloso es que comentarán la jugada como si tú no estuvieras allí. "Mira a esta mujer, trabaja el huerto", dijeron ayer, dominados por la maravilla, frente a una vecina, que, efectivamente, se dedicaba a esta noble labor."¡Oh, it's so nice this house!", exclamaron, también, por colocarse delante de una fachada a hacer el reel.

Supongo que nadie se molestará si esta noche, los vecinos, siguiendo la estela del Ayuntamiento de Barcelona, ​​sustituimos el cartel de "Camino Ignaciano" por otro, también de cerámica, bien rústico, que diga: "Camino de las Centrales Nucleares" y si en las fosas "Agua potable".

Los efectos del turismo en el Camino Ignaciano.
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