Caminos de lava

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Imagen del volcán Cumbre Vieja dos días después de entrar en erupción en La Palma.

La erupción de un volcán explorando en rojo el cielo y la tierra como la metáfora perfecta para expresar los días que nos asedian y que explotan. La naturaleza volviendo a manifestarse en una de sus formas múltiples para recordarnos, de nuevo, que estamos durante un rato y que, en el desafío, siempre acaba ganando ella. Por más que nos empeñemos en imponernos. O precisamente por eso. La erupción de la multitud que se manifiesta en contra de la ampliación del aeropuerto que ya no es pero que seguramente acabará siendo y que representa un modelo que no puede ser si es que hay la voluntad de dejar un poco de futuro. El patrón que domina es el presente inmediato pero se mantiene, según el día, la esperanza para el mañana. Este mañana que preocupa a los jóvenes que han respondido a una encuesta hecha en 10 países de diferentes continentes y que concluye que tres de cada cuatro tienen miedo del futuro, casi un 40% no saben si quieren tener hijos porque lo que tienen ahora es angustia climática y ¿quién quiere angustiar a todavía más gente? ¿Qué les podemos ofrecer? Los jóvenes no confían en los políticos y todavía menos en las políticas que hacen en referencia al medio ambiente, ligadas a propuestas económicas y sociales que acostumbran a ser tan innovadoras como un anglicismo. ¿Hay algo que se pueda sacar de ello? Los adultos no confían en los jóvenes, porque algunos, nunca son todos ni nunca es todo, se dedican a hacer macrobotellones en las universidades porque no basta con beberse el conocimiento sino que también se tiene que perder. Después de meses interminables de temores tampoco hay soluciones que indiquen cuál es el camino a seguir y se mantienen carteles de #todoirábien cuando #novamosbien es una sentencia mucho más sincera y contemporánea. Pero espera que ahora atacan los optimistas de “nunca hemos vivido tanto ni en tan buenas condiciones” como si esto nos fuera suficiente o nos indicara un buen estado de salud mental. El futuro no ha existido nunca, pero ahora da miedo porque avanzamos en la dirección equivocada. En este presente de reivindicaciones aplaudidas, inquieta y da asco ver cómo se da autorización formal a multitudes llenas de gentuza que quiere salir a la calle para meter a la sociedad en un callejón sin salida. Manifiestan su odio, su ignorancia y su barbarie con el patrocinio de medios y muchedumbres de cretinos. Gritan “Fuera maricas de nuestros barrios” sin la capacidad de vocalizar pero con la prepotencia de las banderas arcaicas. Quieren los barrios yermos de libertad para no tener que sentirse tan insignificantes en su miseria. Son los caudillos de una legión de imbéciles peligrosos a quienes se da, curiosamente, mucha más voz que a las multitudes de personas que quieren vivir en paz y andar sin miedo en la diversidad del rebaño. Pero el problema solo existe en nuestras cabezas. Porque son cabezas taradas que ven, en una bola de vidrio que se llama historia, cómo acabaremos si continuamos por este camino de permisividad con el fascismo.

En el mundo hay muchos volcanes en erupción pero no ofrecen ningún espectáculo lleno de belleza, solo una destrucción evitable que se va repitiendo. No es que hayamos perdido la memoria. Lo que pasa es que, misteriosamente, hay personas a quienes les excita más la nostalgia que el descubrimiento. Y cuando digo nostalgia quiero decir atrocidad y cuando digo descubrimiento quiero decir la armonía social, medioambiental y económica que todavía nos falta estrenar en una época de la humanidad. Los volcanes se reivindican. Se puede no ser optimista y continuar aferrándose a la posibilidad de una utopía. Se puede construir un hogar en un terreno sólido para tener alternativas. 

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