Incendio forestal en Pauls.
13/07/2025
Periodista y escritor
3 min

Un verano de los años ochenta, un hombre tomó una decisión revolucionaria. Cogió las cosas, los seis niños, la señora, el agotamiento, el polvo, el puñetero calor, el puto andamio de albañil que llevaba encima, y fue cuatro días de vacaciones junto a casa: en la piscina de su pueblo de la miserable miseria de la Cataluña interior. La gente le quitó por loco. ¿Qué jode éste? Lo que podía, lo que tenía: no había trompo para más. Y fueron felices.

Hoy ese hombre ya está muerto. Y sus hijos morirán también, pero quemados. Aquel hombre, aquellos hombres, aquellas mujeres, aquellos niños, aquellas piscinas, ese todo, ese, ésta es la frontera que va desde los incendios de la Noguera y la Segarra hasta el Ebro. Somos el check-point que arde. Somos los que trabajamos… ¿Cómo lo llaman pseudointelectuales no neuronales-analfabetos-subvencionados-gandules? ¿Clases trabajadoras, populares? ¡A parir panteras! Somos los que sudamos, siempre hemos sudado. Somos los que hablamos catalán. Siempre hemos hablado catalán. Somos los que no tenemos autobuses 47 para despegar héroes de la nada y asesinar a los que lo hemos dado todo y se nos ha negado todo. Somos los que no tenemos cemento inhumano en el Empordà decadente distrito 11 de la Barcelona capital dimitida de Catalunya. No somos la periferia: somos el centro. No somos marginales: somos la comunidad que hace vivir a este país. No somos los yonquis: somos los que le curan de la adicción a la nada. Sois los enfermos, por tristeza, por ignorancia, por desesperación, por vacío, por todo lo que no tiene. Por todo.

Somos los que desea inflamar. Por trabajar, por hablar catalán. Por estar en nuestra casa. Por tener casa y venas. Por existir. Esto arde. Aquí está la unidad de quemados de Cataluña. Personas vendadas y envenenadas como momias. La piel frágil del sol y del luto. La corteza descostrada. No podemos ser albañiles, campesinos, ni ingenieros, no podemos ser. Nada. No podemos hablar catalán. Nada. No podemos respirar a Cataluña. Nada. Ya no nos deje ser. Y nos hemos cansado. Bien, no estamos cansados, os decimos que no. No significa no.

No a la violencia de bayoneta de una obra de teatro en Barcelona que quiere penetrar como una violación en todo el país. Nos desea ficción cuando somos reales. Le llamamos "tururuuuu". No a la violencia contra los campesinos desde los despachos analfabetos. No a lo que no te alimenta. No a lo que no limpia la mierda y enmerda. No trozo de zapatito que confundes una lechuga con un fosforescente. No en el territorio. Sólo morimos en el país, en la Catalunya real: campesinos y bomberos caen aquí por las llamas. Y por eso encendemos el fuego.

Ante usted tiene los vivos y los muertos. El ayer y el hoy. Incendios atravesando océanos de tiempo. Los que hemos levantado ese país. Somos el conflicto y el dolor. Estamos en guerra para seguir vivos. En la cara tenemos el sudor y la lengua. La raíz y el amor: el árbol. Quizás nos arranque, nos prenda fuego, nos pelará. Veremos. Si lo hace, tendrá una frontera de cadáveres ante sus ojos y de todos. Una fundición de inmoralidad, de injusticia, de cobardía, de impotencia. La responsabilidad del mal será la soga que le acompañará. A nosotros nos guía una fuerza mayor: los muertos. Somos los muertos que no desea ver. Somos los muertos que nos dan vida. Somos los vivos. Los que todavía van a la piscina con la cabeza alta. Tenemos orgullo: lo que no tiene. No nos habéis matado. Quemados, al rojo vivo, ardientes. Si nos toca los que se encenderá será usted. Estamos aquí.

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