Las cifras redondas, como los cumpleaños, cautivan por la rotundidad que proponen. Los 50 años de la muerte del dictador –Franco– nos ponen frente al espejo de éxitos y fracasos. El espejo que entre los economistas genera mayor unanimidad es el PIB per cápita como síntesis de prosperidad. Disponemos de datos fiables para comparar cuál era el PIB per cápita de cada una de las actuales comunidades autónomas españolas en 1975 (no existían todavía, pero su perímetro estaba bien medido estadísticamente) y en la actualidad (2024).
Cataluña, en 1975, estaba un 28% por encima de la media de todo el Estado en PIB per cápita. Era la proporción más baja de lo alcanzado en todo el siglo anterior. El declive había sido particularmente rápido entre 1920 y 1930 y entre 1960 y 1975. En ambos casos, además de la similitud de régimen político –dictadura militar–, existe la presencia de una fortísima inmigración. De hecho, han sido las dos oleadas de inmigración más importantes de todo el siglo XX.
En 2024 Cataluña ha perdido trece puntos porcentuales con relación a 1975. Ahora está un 15% por encima de la media. Madrid ha mejorado tres puntos. Nosotros avanzamos en la convergencia hacia la media. ¿Quién ha mejorado más en estos últimos cuarenta y nueve años? En primer lugar, Extremadura. Pese a seguir siendo la segunda más pobre, mejoró diecinueve puntos porcentuales. Podemos pensar que son pocos dada la intensidad del apoyo presupuestario que ha recibido, pero es la que más ha convergido hacia la media, del 58% al 77%. Aunque la cifra es menor, la que había sido la región históricamente más pobre –Galicia– ha mejorado dieciséis puntos porcentuales, del 76% al 92% de la media. También son muy dignos de mención los once puntos de mejora de Aragón y Castilla y León. Los de Aragón son especiales porque ha logrado crecer más allá de la media, pasando del 101% al 112%.
Cataluña forma parte de la liga de las que han perdido mucho. Quien más ha sido las Islas Baleares –veinticuatro puntos–, seguidas de la Comunidad Valenciana. En 1975 estaba en la media del Estado y ahora está quince puntos por debajo. La tercera es Cataluña: trece puntos menos. Los Països Catalans comparten mucho más que la lengua y la historia. Ahora comparten el declive económico. No el "pastel" económico –el PIB– sino el bienestar económico –el PIB per cápita–. Siguen el declive Cantabria (once puntos menos), Asturias (ocho menos) y País Vasco (siete menos). O sea, el área del Cantábrico, que había sido muy industrializada y que ha sufrido la desindustrialización.
Es notable que Madrid sólo haya subido tres puntos, o dos Andalucía. Ambas comunidades, muy pobladas pero con incrementos de PIB per cápita pequeños respecto a la media, lo que sugiere que han gozado de un fuerte crecimiento demográfico, lo cual es cierto: inmigratorio en Madrid, y vegetativo e inmigratorio en Andalucía.
En su conjunto, la economía de todo el Estado ha sufrido un crecimiento "a trompicones": diez años de crisis industrial desde 1975, seguidos por un ciclo breve pero intenso –siete años, de 1985 a 1992– de crecimiento más fuerte que el de los países de lo que era la Comunidad Económica Europea; un paro relativo de cinco años hasta 1997, y un nuevo ciclo de crecimiento más fuerte que el europeo hasta 2009. Entre 2009 y 2013 un derrumbe –la crisis financiera y la de la deuda soberana– y una recuperación posterior, prematuramente truncada en el 2020 por la pandemia. Tras 2021, una nueva recuperación.
El balance, sin embargo, es pobre en relación con la Unión Europea. Las crisis nos han hecho mucho daño y los impulsos de crecimiento han sido, contado y debatido, menores que los de estancamiento o retroceso. En el caso catalán, tan expuesto al turismo, esto ha sido particularmente grave. Después de haber podido lucir que Catalunya, inicialmente (1975) más pobre que la media de la UE, la superaba holgadamente desde los años noventa del siglo XX, desde el 2020 ya no puede decirlo. Somos cinco puntos porcentuales más pobres que la media comunitaria. Recuperamos distancias en PIB, pero nada en PIB per cápita. La especialización turística nos resulta plomo en las alas.
En resumen, una mala especialización productiva, un alud de inmigración para realizar trabajos mal pagados y un maltrato fiscal sostenido han tenido como consecuencia un progresivo empobrecimiento en relación con aquellos países a los que creíamos que ya nos parecíamos. Las comunidades autónomas más pobres han progresado mucho y algunas de las más ricas también. Cataluña ya no forma parte de la España que se asemeja, en bienestar, al núcleo próspero de la Unión Europea. Antes éramos "muy europeos" y ahora lo somos menos. Por supuesto, el modelo productivo y el permanente drenaje fiscal –desde el que sufren los particulares hasta el que sufren las empresas y las administraciones– son causas decisivas. También debemos sumar algunos errores nuestros.