El centro de gravedad

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El centro de gravedad

VETOS. Todos quieren estar en medio. El centro es la posición de privilegio, y no solo en política. Por eso los clásicos decían que in medio virtus, y algún clásico contemporáneo, que los excesos perjudican. Junts quiere pactar con ERC y la CUP para hacer de puente; los comunes quieren pactar con el PSC y ERC para hacer de bisagra, y Pedro Sánchez se muere por un acuerdo con Ciudadanos y Podemos para erigirse en el gran moderador. Excepto la CUP, todo el mundo quiere estar en medio. Y por eso ERC postula una vía amplia con las tres formaciones que -teóricamente- defienden la amnistía, la autodeterminación y un giro hacia la izquierda. Los republicanos sueñan en la foto de Dolors, Laura y Jéssica escuchando al president Pere, tres señoras y un señor, encarando el gran reto de la pospandemia; una lluita compartida, como dirían los de Òmnium; un Govern con una mayoría sólida detrás, donde cada cual compensaría los excesos del otro y Aragonès encarnaría siempre la cordura. Parece, sin embargo, que esta foto es imposible, porque hay incompatibilidades ideológicas gravísimas: se ve que Junts no es lo suficientemente progre y los comunes no son suficientemente indepes. Da igual que los dos pactaran nada más y nada menos que el actual presupuesto de la Generalitat. Da igual que gobiernen juntos en diputaciones y ayuntamientos. No: cada cual está quieto sobre el tablero y tiene los movimientos pautados, como las piezas de un juego de ajedrez. Alguien dirá: ¿y por qué no exigimos lo mismo a ERC y al PSC? ¿Acaso no tienen un pacto estable (pero de cumplimiento escaso) en Madrid? Pues yo creo, en efecto, que ERC y el PSC tendrán que acabar sentándose y hablando, como Junts y los comunes (como mínimo), porque si no este país no irá a ningún lado; pero por ahora, con los socialistas catalanes reivindicando el 155 y los líderes de ERC en la prisión o en el exilio, es imposible que esto pase. Hay una herida abierta, y quien podría cerrarla no osa hacerlo, o no quiere.

PERCEPCIONES. En Madrid es diferente: ERC hace muy bien de darse a conocer y vallar el paso a la derecha española, la ultra y la plus ultra. A pesar de que no se puede decir que de sus votos hayan sacado, todavía, un rendimiento contrastado. Pero hay que saberse situar siempre, por todas partes, respecto al centro de gravedad. Catalunya y España pueden parecerse tanto como quieran, pero su centro de gravedad política está en posiciones muy diferentes. En Madrid, para buena parte de la opinión pública, Podemos es un partido antisistema; el PP, la monarquía y la Constitución son centralidad pura; Ciudadanos es liberal, y Vox va camino de la normalización plena, por mucho que el pobre Pablo Iglesias se niegue; en cambio, a la CUP la ven prácticamente como un grupo terrorista, y a Junts como extrema derecha (Pedro Sánchez dixit). ¿Y en Catalunya? Pues aquí los comunes son tan del sistema que Foment del Treball (emulando a Manuel Valls) ha salido a implorar un tripartito de izquierdas para acabar con el Procés; el independentismo tiene una mayoría ajustada pero creciente; la monarquía vive en el descrédito absoluto, y la derecha ha pasado de 40 diputados a 20, de los cuales 11 son de Vox, y todo el mundo los aislará desde el primer día de legislatura, como pasa en la Europa más civilizada.

Una comunidad nacional se diferencia, entre otras cosas, por dónde sitúa su centro de gravedad político. En Catalunya, este centro de gravedad está desplazado hacia la izquierda y el soberanismo. Esto no se contradice con la profunda pluralidad del país. Pero aferrarse a mirar a Catalunya con las gafas de la política española -como hacen, por desgracia, tantos analistas de aquí y de allá- solo garantiza una mirada miope y, por lo tanto, un diagnóstico erróneo de la situación.

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