Leo en el AHORA que la casa más cara de Cataluña está en el mercado a un precio de 21 millones de euros. Se sabe esto porque se anuncia en el portal Idealista.com, que acaba de publicar el listado de las casas más costosas de España. Aceptando que estoy mordiendo el anzuelo y que los del portal éste se frotan las manos, entro y me la miro. "Tiene tres plantas y 1.450 metros cuadrados construidos en una parcela de 2.350 m²", dice. Ya son metros, claro. El que viva tendrá más de mil metros cuadrados de vivienda, ideal para no encontrarse nunca con ningún familiar.
Entiendo que está en el barrio de Pedralbes, y que en un barrio como éste una casa tan y tan grande debe ser muy cara, sí, porque el barrio es de los más elegantes de Barcelona. Pero ya me van a dispensar. Yo, si he de comprarlo, regatearé hasta conseguir una buena rebaja. Verán por qué: es de un color crema echando a hueso del caldo. Tiene un tejado a cuatro aguas, y en lo más alto (una decisión estética muy extraña) está la antena parabólica. El porche está hecho con columnas redondas, muy del estilo del ambulatorio de San Kevin de Vallfosca, que lo construyeron en el 2000, y tiene una retirada en la biblioteca de Vilavella de Opencor (construida en 1984). Hay una parte de césped bien cuidada y, encima, dos piscinas, una media y una más pequeña, que quizá sea la del servicio (para no mezclar aguas). Hay varios árboles, pero no parecen nada sanos. Una de las palmeras tiene esa maleza del escarabajo, que las devuelve secas (plantar palmeras, mala idea). Se acabará muriendo.
No digo que no sea maravillosa para algún futbolista, claro. Pero si a mí me la hicieran describir diría –para entendernos– que es uno de esos chalés de urbanización como tantos otros. Uno como el que habitaba Rosa Peral, la asesina de la Guardia Urbana, que vimos tantas veces por la tele, pero con jardinero.