La estatua de Cristóbal Colón en Barcelona
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Ésta es la pequeña-gran historia de un catalán y un peruano que charlaron al oído sobre uno de los misterios más inmensos, infinitos, encriptados del planeta Tierra y, al menos, de la parte noreste de la Vía Láctea. Pero la cosa ocurrió en París.

Nuestro hombre tenía 24 años. Corresponsal de un diario catalán en Francia. Se hacía llamar Domènec de Bellmunt. En realidad se llamaba Domènec Pallerola Munné. Leridano, de Bellmunt d'Urgell, como no podía ser de otra manera, porque eso no le pasa, por ejemplo al azar, a un gerundense. Bien, aquella primavera de 1927, “hacía ir los ojos como una mustela”, que diría Josep Pla de él. ¡Guaita! Descubrió que un señor de nombre Luis Ulloa preparaba una conferencia para demostrar que Cristóbal Colón era catalán. Hacia allí. Sólo "seis o siete personas" escucharon las tesis de aquel historiador peruano, pero allí estaba Bellmunt para escribir "como una plata viva" y enviar esa "bomba" de papel a Catalunya. Estalló. Luego se publicó el libro de Ulloa, Cristóbal Colón fue catalán, que tradujo al catalán el periodista. El artefacto atómico dura hasta nuestros días. Todo sale de aquel 1927 hasta el 2024 del ADN, el plexiglás, el cemento, o si Colón era judío, valenciano, marciano o albóndiga liofilizada. Y todo esto ocurre sólo por una razón.

El 4 de noviembre de 1924 Domènec de Bellmunt cruza la frontera. Es otro exiliado que debe huir de la dictadura del general Primo de Rivera. La policía política le busca. Por eso entran en esa habitación de esa pensión de Barcelona. Allí vivía. Bellmunt estaba haciendo el servicio militar y alguien lo había denunciado por "separatista". Insinuando que hacía de “espía” en el cuartel. Pero a Bellmunt, Colón le lleva no a América... sino de nuevo a Francia. En 1939 vuelve a exiliarse.

Estamos en Toulouse. Aquí encontró otra cosa y la mostró en el mundo en 1950: una tesis doctoral. Se titula De algunas consecuencias del exodo espagnol en France dans las domaines du droit international public te privé. Traducido al catalán: es una tesis sobre la violación del derecho de asilo en Francia, a raíz de la detención del presidente Lluís Companys. Dicho también de una leridana manera: es la continuación del estado nacional-judicial español, totalmente ilegal en cualquier planeta o galaxia, travestido en el franquismo drag queen y que justifica asesinatos, expolios y lo que haga falta. Bellmunt escribe que “La prescripción criminal tampoco existe en España para los crímenes contra la humanidad, como los cometidos por el franquismo contra el pueblo catalán: asesinados en masa en los campos de la Bota y de la Pedrera, cremación pública de libros catalanes, secuestro en Francia, con violación del derecho de asilo, del presidente Companys para transportarlo a Montjuïc y fusilarle porque era el presidente de Catalunya”. Amén, hermano.

Sin Bellmunt no hubiera habido anulación del juicio de Companys. De 1940 a 2024, se ha tardado. Tampoco el debate encendido de hoguera incandescente y nuclear sobre Colón, América, la Corona catalanoaragonesa... Sin él no hubiera habido esto. Sólo un solo hombre puede hacer esto. ¿Os imagináis 5, 10, 20, 50...100, 1.000 catalanes así? ¿Sí? Pues aviso para navegantes que no desean descubrir América, ni la Luna. El ejército catalán es el de los pocos que cuestionan a los muchos. De los contados con los dedos que hacen cambiar el mundo de las manos masivas que estrangulan. De indios, vietcongs, pobres, solitarios, yonquis, adictos a la vida. Minorías terrenales, siderales. Exiliados en vida y muerte. Porque como dijo Bellmunt: “¡Hay Franco por años y franquismo por siglos!” Y como remachó su otro yo, Bellmunt-Spiderman, "un gran poder comporta una gran responsabilidad".

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