¿Concierto o investidura?

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Salvador Illa hablando al oído con Pere Aragonès en un pleno del Parlament.

No cabe duda de que la presentación de la ejecutiva de ERC del acuerdo de investidura con el PSC ha tenido un gran impacto en los medios. Que deba someterse a la ratificación de la militancia de ERC le hace aún más intrigante: ¿agradará? ¿No gustará? Existen todos los elementos para captar la atención del público y de los medios. La atención no termina en Catalunya, por supuesto. Los medios estatales le dedican mucha importancia, normalmente dando voz –o pronunciando– descalificaciones radicales. Es conveniente familiarizarse con la diversidad de opiniones para hacerse una mejor idea de qué está en juego.

Fuera de Cataluña se oyen especialmente las voces de las comunidades (CA) que tienen miedo de salir perdiendo o que consideran inadmisible que les catalanes o Cataluña puedan tener ningún trato especial (singular). Todas las quejas podrían resolverse repartiendo más dinero, pero no nos engañemos, aumentaría nuestro déficit fiscal. Quizás en una proporción tolerable, porque el coste podría ser menor que las ganancias, pero cuando las CCAA hacen ruido pidiendo compensaciones, los importes que pueden llegar a obtener son espectaculares. Con la delgadísima mayoría del gobierno de Pedro Sánchez, cada diputado vale su peso en oro.

También están las quejas de algunos sindicatos de los cuerpos de funcionarios de Hacienda (especialmente de la Agencia Estatal de Administración Tributaria), que han sido capaces de bloquear todos los intentos de la Generalitat por transferir inspectores y técnicos jefes en la agencia tributaria catalana. La mezcla de resistencias corporativas y de complicación política hace que cada paso adelante, por pequeño que sea, sea vivido como DUI que destruye la unidad de España.

En este contexto, el documento presentado por ERC es un paso adelante indiscutible. Todo el mundo, en Cataluña, firmaría un resultado como el que plantean "para un nuevo modelo de financiación singular". Muchos lo encontrarían –solo hay que leerlo– poco preciso, otros no sabrían encontrarle las garantías de cumplimiento, y probablemente todos convendrían que habrá que ir viendo lo que resulta, pero sin poner demasiadas esperanzas.

Efectivamente, el nuevo modelo que describe ERC deberá defenderlo ante el gobierno central dirigido por el PSOE el gobierno de la Generalitat dirigido por el PSC. Cuesta creer que haya mucha voluntad de tensar la negociación por parte del PSC. Será, en todo caso, ERC desde fuera del gobierno, quien presionará, así como a los grupos de ERC y Junts en el Congreso de los Diputados. Este trayecto, combinado con las resistencias del entorno, conducen al pesimismo. Sin embargo, no se hace camino si no se comienza el camino. Ante las críticas de los pesimistas sólo se puede responder con acción y resultados. Resultados que deben ser rápidos, dado que ganar tiempo y posponer la solución de los problemas complicados no ha sido sólo una técnica del presidente Rajoy, sino el modus operandi del PSOE frente a las peticiones catalanas, aunque sean del PSC.

De todas las críticas que se hacen al acuerdo de investidura, yo subrayaría tres. La primera es que la esencia es la investidura. Una vez acordada, toda la letra pequeña del contrato se puede cumplir o incumplir selectivamente. De las 25 páginas del acuerdo, muchas son una reactivación de los pactos alcanzados entre ERC y PSC para los presupuestos de la Generalitat que se tumbaron el pasado mes de marzo por el voto contrario de los Comunes. Habrá que ver si ahora se ponen de acuerdo. Si se ponen, será necesario evaluar quién ha salido ganando y quién perdiendo de la no aprobación de los presupuestos y de la convocatoria electoral. En cualquier caso, está claro que ganarán Salvador Illa y el PSC. Y seguro que esto pesa en la militancia de ERC.

La segunda crítica es que existe peligro de inestabilidad debido a la cantidad de programas de gobierno y legislativos que detalla. ERC plantea un buen haz de medidas que podemos decir de izquierdas que harán tambalear a un partido que se ha convertido en moderado y de centro como el PSC. Esto suscitará continuamente la hipótesis de si se puede formar una mayoría alternativa, por ejemplo con Junts, aunque sea ocasionalmente. Si se van resolviendo los problemas que afectan al presidente Puigdemont, todos los escenarios serían posibles. Dicho de otro modo, visto desde el Parlament de Catalunya, el propio acuerdo de investidura es frágil.

La tercera crítica puede realizarse sobre la propuesta de nuevo modelo de financiación singular, propiamente dicha. Yo la encuentro un gran paso adelante. Pero no cabe duda de que existen muchos motivos para el pesimismo. Me mueve más un realismo constructivo que un arrebato de despecho. Volver a la dinámica de ganar autogobierno en lugar de perderlo es valioso, pero difícil; mientras que abrir la posibilidad de que el enfado y el despecho dominen es peligroso, pero fácil.

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