¿Conseguiremos tener un verano más normal?

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Igual que hemos conseguido celebrar la fiesta de Sant Jordi con una cierta normalidad, cosa que ha servido para dar moral cívica y para reconstruir un sector económico -el del libro- que necesitaba una inyección de optimismo para enfocar la remontada, el objetivo ahora es encarar el verano con garantías sanitarias para reactivar el turismo, del cual es bastante dependiente la viabilidad económica de la sociedad catalana. En Catalunya había en 2019 más de un millón de plazas turísticas (un 22% del total de las que hay en España y un 2,5% de las de la UE) y aquel mismo año el gasto de los visitantes subió por encima de los 25.000 millones de euros, la mayor parte de los cuales salieron de los bolsillos de extranjeros (84,7% del total). El sector representaba alrededor del 15% de la economía catalana. Con la pandemia, el año pasado todo esto literalmente se hundió.

Este verano tendría que ser el del inicio de la recuperación. Para que esto pase, hacen falta dos cosas. La primera y esencial es que se consiga avanzar en la inmunidad de grupo ante el covid-19. Parece que finalmente se ha puesto un buen rumbo para conseguirlo. Si no hay nuevas trabas con las vacunas y se consigue acelerar el ritmo actual de dosis puestas, se puede llegar a las fechas centrales del verano con unos porcentajes tranquilizadores. Dar confianza a los ciudadanos, y de rebote a los visitantes, es imprescindible. En este sentido, sin embargo, también hay que tener claro que seguirá siendo un verano con mascarillas y distancia social. No será ni mucho menos un regreso a la normalidad precovid. Sólo si las cosas se hacen bien, si se es responsable y riguroso, conseguiremos recibir visitantes internacionales con garantías de seguridad sanitaria para ellos y para todos nosotros. Y aquí es donde entra la segunda condición importante en la cual diferentes países de Europa ya han empezado a trabajar: los salvoconductos. Es capital habilitar estos carnés para asegurar que se pueda hacer turismo sin que comporte la transmisión del virus. Nadie se quiere arriesgar a una nueva oleada. Los principales interesados que este tipo de pasaporte o certificado sanitario funcione son los países del sur de Europa, grandes receptores de turismo en verano, y Catalunya y España en especial. De hecho, Catalunya es líder turístico dentro del estado español, con todo el litoral y Barcelona como polos de atracción principales (la ciudad pasó de 8,5 millones de pernoctaciones en 2019 a menos de 2 el 2020).

En las próximas semanas tendría que quedar claro como funciona el salvoconducto, quién lo expide, en qué condiciones se consigue y para qué países sirve. El Reino Unido, Italia y Francia ya están concretando los detalles y mecanismos. En principio, la idea, tal como se promueve desde las instituciones de Bruselas, es que este “certificado digital verde” (de momento se lo ha bautizado así) incluya la identificación de la persona, si se ha vacunado, si se ha hecho alguna prueba de detección del covid-19 o si tiene anticuerpos por haber estado infectado. Cada estado añadiría sus particularidades. El ministerio de Sanidad lo ha anunciado para junio. No hay tiempo que perder: el éxito de la recuperación turística depende de ello.

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