Ambiente de votaciones durante una jornada electoral en la Escola Miralletes, en Camp de l'Arpa, Barcelona.
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Se acercan las elecciones del 12 de mayo. Me había hecho el propósito de mantener un perfil bajo. Pero no puedo.

Yo vengo del catalanismo antiguo y pertenezco al mundo de la vieja convergència, la del president Pujol. He sido dos veces conseller en gobiernos convergents. Creo en las virtudes del mercado y la empresa. También que solo podremos superar los retos de todo orden que nos acosan con un dinamismo económico basado en el empuje combinado de las empresas y las políticas públicas, y en la incorporación de conocimiento en unas y otras. Soy, pues, pro crecimiento. Debo decir que la lógica contable no me permite propugnar al mismo tiempo la necesidad de un estado del bienestar que cohesione y una voluntad de rebajas generalizadas de impuestos. Opto por el primero, sin embargo, constatando que Catalunya –y no solo Catalunya– recibe un trato fiscal injusto que hace difícil alcanzar el objetivo.

Quizás lo que acabo de manifestar me sitúe un poco a la izquierda del centro de gravedad de la opinión económica de Junts. Pero no cabe duda de que si fuese de gestión económica, y dado de dónde vengo, votaría Junts el 12 de mayo. Pero no lo haré. Como personas con las que he trabajado, a las que debo mucho y a las que admiro, han anunciado que lo harán, quisiera explicarme.

No lo haré porque para Junts el eje económico es secundario. El principal es un eje nacional que para Junts hoy es el de la retórica de la restitución y el que permite incluir a la CUP dentro de un perímetro de investidura. El president Puigdemont ha hecho un buen trabajo en la defensa de Catalunya en el Parlamento Europeo. Votaré Junts en las elecciones europeas. Ahora bien, sus intervenciones en la gobernabilidad de Catalunya –que resumo en la salida del gobierno de Junts– han sido negativas. Tanto en Catalunya como en el Estado el president Puigdemont, y Junts con él, fundamenta su talante político en una, en mi opinión, gigantesca falsa percepción de lo que los viejos marxistas llamaban la correlación de fuerzas. La política de tensión permanente que se sigue llevará inevitablemente al triunfo de un PP resentido y encendido contra Catalunya. Que encima puede perfectamente gobernar con Vox. Es una segunda derrota, pues. Las instituciones catalanas han sobrevivido a la primera. ¿Quién puede asegurar que van a superar la segunda? Cuando era joven un respetado dirigente del PSUC me dijo que tan difícil como empezar una huelga era pararla. No lo he olvidado.

Lo he escrito alguna vez: si cuando el día llegue –llegará– que el PP forme gobierno pensamos que es preferible que lo haga, como en 1996, con permiso del PNV y Junts, entonces es necesario que Junts practique ahora una política más calmada. Me imagino que muchos moderados de Junts piensan que la realidad se impondrá y que Junts evolucionará hacia una nueva Convergència. Si es así me alegraré y le devolveré el voto. Pero no soy optimista. La realidad ya debería haberse impuesto.

¿Qué votaré? Pues viniendo del catalanismo, es lógico que mire hacia Esquerra. Esta vez les daré mi voto.

Tres razones:

1. Hay aspectos de la acción y el pensamiento económico de ERC, a menudo cercanos al ideario de los comuns, con los que no sintonizo. Pienso que sería más sabio para ERC posicionarse poco o mucho donde está el PSC, y diferenciarse en el eje nacional. Pero también hay cosas que he considerado muy buenas. Como lo obtenido –importante y tangible– en la negociación de investidura del presidente Sánchez. Y no les cuestiono la competencia gestora. Más decisivo: en estos momentos Junts está consiguiendo que el eje nacional vuelva a ser el eje central de las elecciones, y si va de eso no tengo dudas: lo que el catalanismo necesita es el talante presente de ERC.

2. No conviene a Catalunya que ERC pierda fuerza. Si su política de moderación es castigada, ¿qué lectura hará? No sé, pero la inseguridad y la perplejidad que le generará no facilitará que juegue un papel constructivo en la formación del próximo Govern. No quiero pensar que pudiéramos vernos abocados a nuevas elecciones. Necesitamos una ERC segura de sí misma.

3. Voces cargadas de experiencia y de autoridad han dicho que votar Junts es votar en contra de un nuevo tripartito. Yo creo que no, que votar a ERC es la manera de, con un poco de suerte, evitar un nuevo tripartito. Por la simple razón de que aumenta la posibilidad de que PSC y ERC sumen. Prefiero un gobierno del PSC con ERC, o con permiso de ERC, que un gobierno PSC-ERC-Comuns. Y si al fin esta es la combinación inevitable, prefiero que el partido que en la combinación representa el catalanismo histórico tenga peso.

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