Deslizarse por la pendiente

Hay momentos en los que la espuma y el ruido de la tormenta bajan y se empieza a percibir el verdadero mar de fondo. La sensación es que estamos en un momento de crisis en el que cristalizan muchos procesos de cambio que se han iniciado previamente.

Hoy, la imagen de la democracia liberal recuerda a la de Sísifo, el bocazas que fue condenado a arrastrar cuesta arriba una gran piedra que justo antes de llegar a la cima siempre rodaba montaña abajo. Podría ser peor y la democracia podría estar muerta. Pero de momento aquí estamos: rodando montaña abajo de nuevo y teniendo que recomenzar el esfuerzo de adaptar la democracia a los tiempos y darle valor para intentar que no se esfume con quienes se aprovechan de ella. Son tiempos de convencer a los ciudadanos de la utilidad de las instituciones, del valor de la gestión honrada de lo público, de la importancia de la libertad de opinión y de prensa, de la importancia de la verdad, de la virtud del debate público. En definitiva, de recomenzar a proteger los instrumentos que nos han dado la capacidad de progresar como sociedad.

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Política extractiva

En la aceleración de estas últimas semanas hemos visto dos situaciones que tienen puntos de contacto comunes: la gestión de la catástrofe en Valencia y las elecciones estadounidenses. En Valencia hemos visto en acción la política extractiva y oportunista de políticos aficionados que desprecian la opinión y el papel de los especialistas y técnicos. Una consejera incapaz y un presidente incapaz y desaparecido durante horas en un caso inaudito de desconexión de las responsabilidades públicas.

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Si la lluvia no era evitable sí que lo eran muchas de sus consecuencias: decenas de muertes, que se dice pronto. Sobre su irresponsabilidad cae el peso de la vida y la ruina de muchas personas. Si los valencianos quieren buena gestión tendrán que elegir a gente competente y tendrán que creerse la descentralización, saber si quieren una diputación o un gobierno. También tendrán que decidir si quieren medios de comunicación fiables que verifican fuentes, contextualizan, jerarquizan la información y la analizan o si quieren seguir mirando a Griso y las redes, donde la verdad no importa.

La ira como arma política

La ira de los valencianos contra los políticos es comprensible, y veneno puro para la democracia. Básicamente porque tienen razón. Si los ciudadanos no se sienten escuchados y atendidos, ¿de qué les sirve el sistema político?

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La ineptitud y la frivolidad de la crisis valenciana han sembrado una frustración y un resentimiento de consecuencias imprevisibles para los partidos tradicionales. La desafección que iba creciendo ha culminado en una ira que se alimenta de una atmósfera de terror colectivo y de impotencia individual.

Cuando la política no es útil y ni siquiera respetuosa con los desheredados, ¿para qué le sirve a la gente? Y ahí es donde Trump entra en la ecuación.

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El malestar y el populismo

Habiendo fagocitado el Partido Republicano tradicional, Donald Trump ha obtenido una extraordinaria victoria que tiene múltiples razones, que podemos resumir en malestar y resentimiento. Los Estados Unidos han protagonizado unas elecciones más en las que el candidato del gobierno saliente ha sido castigado por el electorado y la teórica ventaja del gobierno se ha convertido en un inconveniente. La campaña ha sido puramente emocional y ha combinado el desprecio mutuo entre las élites dirigentes (blancos y educados) y los “deplorables” (trabajadores pobres sin estudios), los efectos de las subidas de precios, la desindustrialización, el debilitamiento de la clase media y el miedo a la inmigración relacionándola con la inseguridad. Tampoco podemos obviar que la idea del comandante jefe se identifica más con un hombre testosterónico blanco que con una fiscal, negra y sonriente, que se ha pasado la vicepresidencia poniéndose de perfil.

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"La desigualdad es la brecha por donde se cuela la libertad", dice Josep Ramoneda en un libro que oportunamente explica el mar de fondo, lo que nos está pasando a nivel colectivo y ahora emerge. Quizás sí que la izquierda abandonó la gestión de la economía para centrarse en los valores morales. Habrá tiempo de analizar cómo acabará la nueva subida de Sísifo a la cima. En palabras de Ramoneda en Poder i llibertat (Edicions 62), una serie de ensayos escritos en los últimos veinte años, “todo parece indicar que seguiremos por el camino que conduce a la posdemocracia y al totalitarismo de la indiferencia”.

Si la filosofía es el arte de hacer preguntas pertinentes, hoy hay muchas preguntas que hacer a quienes se aventuran a pensar. De entrada desde el periodismo hay muchas más preguntas que certezas: ¿sabrá Europa resistir a la ultraderecha y a la desidia con la que observa su decadencia?; ¿podrán sobrevivir los medios de comunicación serios en la era de la inmediatez y el desprecio de la verdad?; ¿cumplirá Trump sus promesas con las deportaciones masivas de inmigrantes?; ¿qué efecto económico tendrá la guerra comercial por la subida de aranceles? Empieza una nueva era.