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¿Qué hacemos con los polígonos vacíos de Cataluña?

Séptima edición del festival BCN Llum, celebrado en el barrio de Poblenou.
Arquitecta
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Las fotografías en blanco y negro sobre ciudades siempre tienen buena acogida, mientras que los planes de futuro suelen generar rechazo. Los urbanistas tenemos que convivir con esto, pero yo no renuncio a creer en el potencial transformador de las ciudades y, para ello, utilizaré el ejemplo del barrio de Poblenou. Cuando yo estudiaba arquitectura (años 2000), se estaban gestando la mayoría de ideas urbanas que han regido este barrio. Ahora camino bastante a menudo y me admira la calidad arquitectónica de lo que se ha restaurado a escala patrimonial y también de lo que se ha construido de nuevo. Últimamente, he descubierto un edificio en construcción de Jordi Badia en la esquina entre Llull y Badajoz que me tiene maravillada. Parece un volumen esculpido por la regulación de 1916 de Nueva York, primo hermano de los renders de Hugh Ferris sobre rascacielos piramidales, con unas terrazas orientadas al sol de mediodía que hacen detenerse a contemplarlo.

El objeto del plan inicial del 22@ era la renovación de los suelos industriales para la creación de un "moderno distrito de actividades económicas" y con presencia importante de las actividades emergentes del nuevo sector de las TIC, la cultura y el conocimiento. Debe reconocerse que, a escala corporativa, se han instalado grandes empresas. Quizás más locales y menos internacionales que lo que ambicionaba el plan, pero visto en perspectiva, la respuesta local ha sido un acierto, con la Diagonal repleta de torres de oficinas y también vivienda protegida. Es remarcable la inversión económica que el proyecto ha atraído, a pesar de que las empresas carecían de carta blanca para crearse un lenguaje propio como Canary Wharf o la Défense, sino que debían mantener alineaciones en calle, alturas y espacios de pasaje muy concretos.

"Este libro es el producto de mi curiosidad sobre por qué algunas ciudades crecen mientras que otras se estancan y degeneran". Así comienza uno de los libros clásicos de Jane Jacobs sobre la economía urbana. Jacobs defiende que la economía urbana se expande abriéndose a nuevos métodos de trabajo, no sólo aumentando la producción. Describe la innovación a escala urbana como condición similar a la lógica o intuición de los artistas, que siempre están creando de nuevo, porque si no desaparecen. Y explica por qué los urbanistas ya fracasaban en 1970 cuando intentaban clasificar las actividades; es muy difícil que una empresa fabrique el mismo producto o preste el mismo servicio durante muchos años. Las categorías de las actividades dejan de tener sentido cuando las empresas que tradicionalmente vendían camisetas ahora amueblan los comedores o la sede de empresas de telecomunicaciones sirven ahora para prestar servicios sanitarios avanzados (muy dependientes de la tecnología). Los planes pueden, como mucho, orientar, pero en ningún caso predecir cómo ganaremos la vida a diez años vista. Pero Jacobs y otros pensadores han descrito también que las ciudades también son valiosas por su ineficiencia e impredecibilidad: ¡no hay que acotarlo absolutamente todo!

En un contexto en el que un tercio de los ciudadanos de Barcelona son nacidos fuera de España, es necesario reivindicar la capacidad del Distrito de la Innovación de acoger también la innovación individual, no sólo la corporativa, para facilitar la implantación de la actividad económica de grano pequeño. El emprendimiento, está comprobadísimo, viene precisamente de quienes no tienen posibilidad de entrar en el engranaje de los grandes operadores. Si no hay margen para actividades menos formales, quizás desconocidas, existe el peligro de fosilizar la actividad del distrito exclusivamente con grandes corporaciones. Los expados (que son tan migrantes como los demás), tienden a crear una demanda de servicios con un diseño exquisito, pero ¿cómo se puede fomentar la mezcla con residentes de Sant Martí o el Sudeste del Besòs? La Biblioteca García Márquez es, en ese sentido, un buen mecanismo para fomentar la mixtura. Pero, la conocen los expados, la utilizan?

La transformación del 22@ es un ejemplo de regeneración de lo que puede ser cualquier tejido industrial de una ciudad media en Cataluña. En todas partes hay polígonos vacíos o con tamaños de parcela demasiado grandes. Las ciudades tienen la oportunidad de redactar normativas de nueva generación: sencillas, claras y muy flexibles, para que cualquiera pueda iniciar un proyecto a medida, que ayude a crear una sólida economía urbana diversificada. Para que esto sea posible fuera de Barcelona, ​​a nadie se le escapa, los municipios deben pensar en clave colaborativa; imponer, limitar, restringir, son propósitos muy anclados en épocas pretéritas. Habrá que reducir costes en la urbanización de las calles, y permitir la superposición de usos en altura. Las viviendas protegidas pueden convivir perfectamente sobre un supermercado ecológico y un almacén de productos veterinarios. Un concesionario de coches puede tener perfectamente oficinas o talleres mecánicos encima. Una pastelería libanesa puede ubicarse en cualquier esquina transitada. Lo mejor de nuestra disciplina es que se puede aprender sin tener que encerrarse en un laboratorio; sin el Plan del año 2000, seguramente Poblenou seguiría siendo de color blanco y negro, como en las fotografías. La clave es permitir también una mayor vitalidad a futuro.

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