De la desolación a la indignación

En un país en el que sabemos que la lluvia no sabe llover y donde no se ha comprendido aún que la crisis climática es un imperativo, la fuerza del agua y la falta de previsión han resultado devastadoras. Más de 210 muertos, cientos de desaparecidos, infraestructuras ferroviarias y carreteras destruidas, empresas y viviendas en la ruina.

Cinco días después de la tormenta hay miles de personas con problemas de electricidad, agua potable y telefonía móvil y queda por rescatar a un número desconocido de cadáveres en aparcamientos, coches, viviendas y polígonos. Sabemos que algunas personas probablemente nunca se encontrarán.

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La naturaleza se impone al ser humano y nos deja a la intemperie, pero el progreso consiste en intentar preverla, conscientes de que nunca podremos dominarla.

La devastación y la tristeza por tanta muerte y tanto dolor se agravan con el paso de las horas y crece la impotencia y la rabia por el retraso y el desorden del rescate. Por el desamparo de tantas personas.

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Desbordados

Ni hubo prevención suficiente para evitar la exposición de la población a las riadas ni tampoco ha habido capacidad de reacción suficiente para empezar a salir de una emergencia histórica. Los avisos de los técnicos se menospreciaron y los expertos dan por hecho que "el gobierno valenciano envió la alerta cuando ya sabía que había muertos", como dice Manel Pardo, ex director general de Protección Civil en Catalunya y de Bomberos de Barcelona. Todos los expertos consultados por el ARA insisten en la importancia de la prevención y de la preparación de municipios y gobiernos por adelantado para alertar a los ciudadanos antes de la catástrofe. ¿Cómo explicar tanta incompetencia?

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Actuar con determinación para sacar a la gente del barro no debe evitar la exigencia de responsabilidades. Preguntarse por qué la Generalitat Valenciana de Carlos Mazón no ha actuado solo con falta de previsión, sino también con una mezcla de desidia, incompetencia e irresponsabilidad. Por qué no se curó en salud, por qué ha tardado en pedir la ayuda imprescindible, cómo no ha logrado organizar la cooperación entre instituciones y gobiernos. Los males son de fondo y de forma: ¿cómo se puede tratar con desprecio a los cientos de ciudadanos que se autoorganizaron como un ejército de voluntarios para desenfangar y llevar comida y agua a los afectados por el desastre?

Política extractiva

El presidente de la Generalitat Valenciana, Carlos Mazón, es un claro ejemplo de la política extractiva tan valenciana y tan del PP. Una política de apariencias y oportunismo ejemplificada en el viaje que hizo Feijóo el miércoles a Valencia cuando no servía para nada útil, incomodaba a su correligionario y molestaba en la coordinación del rescate. Cuando había tanto trabajo y dolor, Feijóo optó por pasearse exigiendo unas explicaciones al gobierno español que desviaban la atención de la gestión de la tragedia de los responsables valencianos. Gobernar exige responsabilidad y fortaleza de carácter para tomar decisiones. La lucha de los dos principales partidos españoles es de vergüenza ajena, pero el viaje de Feijóo intentando actuar como un contrapoder a Sánchez cuando Mazón necesitaba toda la colaboración del gobierno español es un despropósito y un ejemplo calamitoso de su liderazgo sin norte. Politiquería. La competencia entre PP y PSOE no es ajena a la pésima gestión de esta crisis.

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Tomárselo en serio

La política no es una broma, ni un entretenimiento frívolo, ni la Generalitat Valenciana es solo un trampolín a un ministerio. ¿O quizás sí? ¿Qué España quieren? Hay una España autonómica que estaría dispuesta a devolver competencias y mirar hacia el gobierno español cuando van mal dadas o cuando deben cuadrarse los números de la sanidad o de los servicios sociales. Quizás sería el momento de que piensen en una España realmente asimétrica donde, quien quiera avanzar en el autogobierno, avance.

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La crisis climática impactará de manera importante todo el litoral mediterráneo. También en Catalunya. Es solo cuestión de tiempo. El Govern está aún a tiempo de aprender la lección de los vecinos de Valencia y Castellón. También los ciudadanos deberemos aprender algunas lecciones, como que la lluvia ya no es como la conocíamos y que la fuerza del agua se lleva todo lo que encuentra a su paso. La prevención y la alerta son más importantes que nunca. Cuando llega el agua no se puede pelear y el único objetivo es salvar la vida. Después, la gestión depende de todo lo previsto antes de la tormenta.