Dicen que nos salvará la cultura...

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He reencontrado al amigo Ko Tazawa, que, a pesar de su estadiza salud, ha querido volver a Catalunya. Ha venido acompañado de Yoshiko, claro. Su mirada al mundo es ahora mismo fatalista. No le faltan motivos. Corren tiempos extraños. Aquí, en Japón y por todas partes. Por muy crítico que fuera con el ex primer ministro nipón Shinzo Abe, nada justifica el atentado criminal que ha sufrido. El Japón pacífico y pacifista surgido después de Hiroshima ya es historia y Abe, principal impulsor del regreso al militarismo, de golpe muere cosido a disparos mientras hacía un mitin. Ko debe de estar desolado. Cuando el miércoles presentamos su libro autobiográfico en la Biblioteca Agustí Centelles, la única receta que nos dio para hacer frente a la barbarie y la fragilidad del mundo contemporáneo fue la cultura. Solo la cultura nos salvará. Así acabó su intervención ante un auditorio lleno y entregado.

Pero este mensaje, que queda muy bonito, y al cual de entrada todo el mundo se apunta, después no se corresponde con la realidad. ¿La cultura? El nuestro es un país de miserias, de avaricia. Y la cultura siempre es la que sale peor parada, siempre puede esperar. El clamor cultural de Ko fue el miércoles por la tarde. El jueves comí con Pep Bou, el hombre que se inventó el teatro de burbujas, un artista único, mundialmente reconocido. Justo cuando estalló la pandemia tenía que ir a actuar a China. Y de golpe el coronavirus ha acabado con su compañía, que ha tenido que bajar la persiana. ¿Creéis que alguien se ha interesado por su suerte? Hace un mes publicamos en este diario la delicada situación que atraviesa. Ningún responsable público se ha puesto en contacto con él, ni que sea para darle apoyo moral. Es un referente internacional, con 40 años de trayectoria. La cultura nos salvará si no la dejamos hundir... Perdonad el símil fácil, pero vivimos en una burbuja de autoengaño: vamos diciendo y pensando que en Catalunya la cultura es capital, pero a la hora de la verdad, nada de nada.

Otro ejemplo increíble. Este agosto en Barcelona solo habrá 10 bibliotecas públicas abiertas, una por distrito. ¿De verdad? Cerrado por vacaciones. ¡Hombre! Y los miles de jóvenes y adultos que no pueden irse de la ciudad, ¿qué? Habían sido declaradas hace cuatro días refugio climático: es decir, un lugar ideal para pasar la episodio de calor haciendo cultura. Pues ni esto. Siempre nos quedarán las playas, ¿verdad? No me imagino a ningún responsable político diciendo: “Cerramos los mercados por vacaciones”. Los mercados y las bibliotecas son una joya de Barcelona. Los libros también son un alimento esencial. No podemos cerrar las bibliotecas. Nos creemos la cultura, ¿sí o no? Si fuera por mí, también mantendría abiertas las escuelas (los patios y algún aula; y ya no hablo de las bibliotecas escolares, porque son prácticamente inexistentes, otro déficit incomprensible de este país).

No señalo a nadie en concreto y señalo a todo el mundo. La conselleria de Cultura de la Generalitat por fin ha crecido en presupuesto, pero es que venimos de muy abajo. El Ayuntamiento de Barcelona hace años que hace un esfuerzo presupuestario notable, pero no se entienden torpezas como esta de las bibliotecas. El Estado no trata nunca ni ha tratado ahora Barcelona como capital cultural (el agravio con Madrid en este terreno es una evidencia). Los creadores catalanes de todos los campos hace años que apenas sobreviven. El ecosistema cultural apenas late: teatros medio vacíos, museos bajo mínimos, universidades precarizadas, fundaciones que van tirando, empresas que salen adelante por terquedad y convicción. Todo es pequeño y justito. Los jóvenes miran al extranjero o a Madrid. Aquí las oportunidades son mínimas. Ni retenemos ni atraemos talento.

Dicen, dicen, dicen que nos salvará la cultura. Pero ¿qué hacemos en concreto? Antes de que la cultura nos salve, tendremos que salvar nosotros la cultura. Necesito que alguien contradiga con hechos mi tremendismo y dé ánimos a Ko, a Pep. A todos.

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