Hoy hablamos de
94396923 0 imagen en 9 1737562813041
28/01/2025
Director adjunto en el ARA
3 min
1
Regala este articulo

No todo está perdido. Hay quien se atreve a decirle las verdades en la cara al prepotente de Trump. A denunciar su darwinismo banal contra los débiles, los desheredados, los distintos. Las palabras de la obispo anglicana de Washington Mariann Edgar Budd, que el nuevo presidente tuvo que escuchar calladito desde un banco de iglesia en el servicio interreligioso de la investidura, han sido un bálsamo ante el abismo trumpiano, frente a la su retórica venenosa, ante su mirada siempre incendiada de odio contra quienes considera enemigos, que son muchos y variados. Ahora también lo es esta mujer de 65 años, historiadora y teóloga, casada, madre y abuela, erudita y sabia, comprometida con la lucha contra las injusticias y a favor de los marginados, sean como sean y vengan de donde vengan, inmigrantes o miembros del colectivo LGTBI+.

Dentro del mundo cristiano, Marian Edgar Budd representa exactamente lo contrario que un Trump que se proclama elegido por Dios "para salvar" a Estados Unidos. Qué Dios tan diferente tienen una y otro, ¿verdad? ¿Cómo puede ser? Pues porque cada uno se hace a Dios a su imagen y semejanza (lo mismo ocurre con los seguidores de una ideología, los miembros de un partido o los ciudadanos de una nación). El Dios de ella es compasivo, el de él es condenatorio. El de ella es pacífico, el suyo guerrero. El de ella está abierto a la novedad (de las costumbres, de la ciencia), el de él es dogmático e inflexible. Uno es acogedor, el otro airado. Uno genera confianza, el otro da miedo. Marian Edgar Budd cree en un Dios amable, humilde y compasivo como ella. Donald Trump cree en un Dios insolente, extremista y vengativo como él: un Dios más Antiguo Testamento.

Tras escuchar el parlamento de la obispo, durante el cual se cruzó miradas de incomodidad con el vicepresidente JD Vance, Trump pasó de inmediato al ataque calificándola de "pseudoobispo" y de "radical de izquierdas" que le profesa odio a él: "Fue desagradable en su tono y no fue convincente ni inteligente. Ella y su Iglesia le deben al público una disculpa". Mira por dónde, el presidente más desagradable y agresivo pidiendo que una religiosa se le dirija con amabilidad. Lo cierto es que ella fue extremadamente suave y educada en las formas. Simplemente el Trump engreído y orgulloso no acepta ninguna disidencia. Al día siguiente, Marian Edgar Budd hizo un vídeo para explicar que sencillamente había querido hacer un ruego por la "unidad de la nación", cuyos fundamentos son "el respeto al honor y la dignidad de todos los seres humanos". "Quise contrarrestar una narrativa que es tan divisiva y polarizadora que está haciendo daño a mucha gente", dijo.

La nación y el Dios de Trump son los de un radical ultraconservador: conmigo o contra mí. Un líder, una verdad. A los que me molestan, los expulso. Solo hay que ver el simbolismo de las primeras medidas: excluir de la ley a la minoría LGTBI, echar a los inmigrantes, purgar funcionarios. Quiere súbditos dóciles, y el resto, borrados. Trump tiene espíritu estalinista, purgador. Tiene vocación de todopoderoso, pero ha tenido la mala suerte de nacer en una democracia liberal, un problema que está capeando con desenvuelto descaro. La firma de los primeros decretos a la manera imperial, como un Julio César ante una plebe aclamándolo, es lo suficientemente indicativa: solo le faltaba dar indicaciones con el pulgar arriba o abajo. Algunos decretos son de dudosa constitucionalidad. No importa.

La bondad en sí misma no es garantía de buena política. Esto lo sabemos por lo menos desde Maquiavelo. En ese punto de la historia no podemos caer en ingenuidades. Ya tenemos claro que los países actúan por intereses y no por principios. Pero este Trump deificado, brutal e impulsivo es todo él una exageración, todo él un prejuicio. Vulgar, arrogante y superficial, de Thomas Jefferson solo se ha quedado con esta sentencia: "El dinero y no la moral es el principio de las naciones fuertes". Pero Jefferson era un ilustrado y un erudito, un demócrata radical. En fin. Trump no es que no tenga ética de los principios, es que tampoco tiene ética de la responsabilidad. No es que no sea bondadoso, es que es un insulto a la bondad.

stats