A raíz de las revelaciones de Ana Polo, han salido varias compañeras periodistas explicando casos de mal gusto de sus jefes hacia ellas. Algunas hacían vomitar. Pero actitudes que hacen vomitar, y que deberían ir al Colegio de Periodistas al momento, son abuso de poder pero no siempre abuso sexual. Que en un parking después de la cena de empresa la tertuliana y el redactor, la cabeza y la vigilante de seguridad (hablo de casos que he vivido) rechacen o consienten un beso no es abuso.
De entre las personas que han hablado, ningún chico, claro, ha explicado su caso de acoso por parte del presentador, ni las insinuaciones sexuales en público por parte de la presentadora (que feos somos todos con una copa de más). Ana Polo dice que "puso al piloto automático" cuando el ya condenado y cancelado Quim Morales le dio un beso en un parking después de una cena de empresa.
Deploro que lo que ella hizo por interés ahora pueda ser revisado de arriba abajo (estaba coaccionada, no era consciente de ello, sufrió síndrome de Estocolmo), porque "la vergüenza ha cambiado de bando". Yo no sabía que había bandos. Si ahora él dijera que le dio el beso porque "le quería caer bien", coaccionado, nos reiríamos. De hecho, ella cuestiona los tres meses de después diciendo que "lo disfrazó de enamoramiento". Sin dudar de sus sentimientos, me pregunto cómo lo sabe.
Dejo para otro día el debate sobre algunas de nuestras estrellas femeninas, reinas todas ellas de la sororidad, que han tratado tan violentamente como han podido sus subordinadas mujeres, como algunos de nuestros astros masculinos. Quizá algún día salga todo esto. Sobre todo en este mundo, el entretenimiento, en el que la estrella necesita siempre sangre fresca para seguir manteniendo hinchado el globo del ego. Por suerte o por desgracia, las mujeres y los hombres con poder, al igual que los y las aspirantes trepas (que también las hay) somos iguales. La podredumbre la hace el poder. No el género.
