Cuando yo tenía ocho años, el periodista Alfredo Amestoy, con su peinado y gafas característicos, presentaba un programa en televisión que se titulaba 35 millones de españoles. Subtítulo: mirando la peseta. ¡Qué grande era su programa!
Lo interesante de este recuerdo no es tanto la cifra como que esa cifra era tan estable y la población se movía tan despacio que se podía bautizar a un programa de televisión con el número de habitantes del país.
La realidad es que España necesitó 15 años para pasar de 30 a 35 millones. Y otros 25 años para pasar de 35 a 40 millones. Es decir, cinco millones más en un cuarto de siglo.
Pues bien, España superará los 50 millones de habitantes ya en 2026, según las proyecciones del INE. En los últimos 25 años hemos sumado diez millones más. El doble de crecimiento demográfico que en la etapa anterior. Donde crecíamos cinco millones ahora crecemos diez. En apenas una generación.
Impresiona ver esta evolución demográfica en un país con una de las tasas de natalidad más bajas del mundo. ¿Cómo se explica? Solo por dos factores: el aumento de la esperanza de vida y la llegada de inmigrantes. Dos fenómenos sociales que han transformado por completo el país. Porque esta España de 50 millones no tiene nada que ver con la de los 35 de Alfredo Amestoy.
Estamos a punto de cruzar una barrera simbólica. 50 millones de españoles. Ahí es nada.
La nueva España es más longeva, más diversa, más urbana y más compleja. Este crecimiento, lejos de ser una mera cifra estadística, es un reto. Un reto social, un reto económico y un reto político. Con 50 millones de habitantes, España se convierte en un país que ya no puede gestionarse igual.
Estoy convencido de que en los próximos años veremos cambios importantes en el sistema de representación política. Los partidos, que nacen como mecanismos de expresión popular, apenas han variado más allá de extremarse ideologías o ahondar en el territorio. Ideología y nación. Pero el cambio social va por otro lado. Y tarde o temprano se reflejará en las urnas.
Surgirán partidos que representen a colectivos hoy difusos pero numerosos. Partidos de seniors, de autónomos, de residentes. Porque el crecimiento demográfico transforma no solo las estadísticas, también los intereses, las prioridades y las formas de representarse.
50 millones exige repensarlo todo.