Hoy hablamos de
Esperando el apocalipsis
15/01/2025
Directora del ARA
4 min
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Observas desde nuestro mundo y ves una sociedad con un humor desesperanzado, si es que no se está dirigiendo paulatinamente hacia la fatalidad. Interpretamos los cambios como desafíos a nuestra seguridad, se activan los mecanismos del miedo, nos rodean relatos del apocalipsis y quedamos atrapados en el malestar. Un malestar que hoy no está acompañado de acción, sino de parálisis. Un malestar que deja a muchos ciudadanos aturdidos por el convencimiento de que no hay salida y de que las nubes son cada vez más oscuras y no hay nada más que esperar a los rayos, los truenos y la riada o el fuego. La tormenta es climática, también tiene un componente político por la fuerte ola de extrema derecha en Europa y EE. UU., y es también tecnológica y económica. Los discursos del fin del mundo nos niegan el futuro diciéndonos que la tecnología nos hace prescindibles, que la crisis climática nos asfixia, que tenemos una economía donde el trabajo no permite una vida ni una vivienda digna y, sobre todo, que no hay nada que hacer. El suelo se mueve y no sabemos cuándo se abrirá una grieta a nuestros pies para tragarnos estrepitosamente mientras suenan las trompetas del apocalipsis en las redes sociales y en muchos medios de comunicación.

Solo cuando parece que tenemos el agua al cuello miramos hacia adentro y nos preguntamos si tenemos la medida exacta de las cosas o estamos intoxicados y nos vamos paralizando como si el futuro fuera un destino inalterable.

En un momento de malestar hemos preguntado a filósofos, economistas, creadores, politólogos, a una docena de personas que nos interesa saber qué piensan, cómo ven la situación y cuál es su fuente de oxígeno. De nuestras conversaciones, que hoy publicamos en el dossier del domingo, extraemos que Rafael Argullol ve una sociedad con una actitud nihilista con la pérdida de toda capacidad de ilusión y deseo de la que se aprovechan los demagogos. Habla de la desaparición de los ideales utópicos y ve una vía de combate en "un renovado ejercicio de libertad". También habla de la recuperación de una utopía inteligente y no ingenua la directora del CCCB, Judit Carrera, que defiende que "sin obviar las incertidumbres del mundo que viene, una vía para combatir el fatalismo es negarse a adoptar la agenda de los nuevos autoritarismos y proponer una utopía alternativa movilizadora, que sea capaz de generar confianza, de trabajar en favor de la convivencia pacífica entre diferentes, de poner la tecnología al servicio de la democracia y de asegurar todas las formas de vida en el planeta". Para Eliane Brum, periodista y autora de La Amazonía, "tiene más sentido hablar de negación que de fatalismo". La escritora nos considera extremadamente amenazados y en un mundo en el que el capitalismo nos reduce a consumidores y parece haber secuestrado nuestro instinto de supervivencia. Apela a la responsabilidad individual porque considera que "si no vives según la emergencia eres un negacionista".

PUNTOS DE LUZ INESPERADOS

La dramaturga Victoria Szpunberg ve "muchos síntomas que nos están relatando una sociedad póstuma, que llega a su fin" y nos da la clave para resistir en las relaciones humanas y en los libros. Nos recomienda un rayo de luz: La supervivencia de las luciérnagas de Georges Didi-Huberman. Las ideas de Didi-Huberman tienen menos que ver con la práctica de una especie de optimismo ingenuo que con la necesidad de "organizar el pesimismo". Y a esto es a lo que invitamos a nuestros lectores. A ver las "iluminaciones inesperadas" de las que hablaba Benjamin. En sus páginas, recupera a Passolini partiendo de la inspiración de la oposición de la gloriosa gran luz del paraíso y las pequeñas y erráticas luciérnagas infernales, defiende que se detectan espacios de insurgencia, donde las resistencias sobreviven, se reafirman, reaparecen, se dejan ver a pesar de la cegadora sobreexposición de la "sociedad del espectáculo".

En palabras de Ingrid Guardiola, la experiencia moderna por excelencia es la de ser espectadores de calamidades desde el sofá de casa, recordando a Susan Sontag, y "necesitamos una ecología mediática del mismo modo que defendemos una ecología ambiental".

Desde el ARA participaremos en el desmontaje de las "visiones apocalípticas". Merece la pena intentar buscar información potable, trabajar para la búsqueda de la verdad, la verificación de lo que se oye o se lee en un espacio público donde todas las relaciones humanas vayan más allá de una simple transacción comercial.

Contra el fatalismo Daniel Gamper pone en evidencia "la gramática individualista de nuestros tiempos" y nos recomienda tener en cuenta que esencialmente dependemos todos de todos. También para la directora teatral Denise Duncan, el oxígeno está en la comunidad y la cultura. En el arte y en la imaginación se refugia el músico Yacine Belahcene: "Si somos capaces de crear, somos capaces de cambiar".

Estamos convencidos de que una fuente de oxígeno es la alfabetización digital, el sentido crítico, la desintoxicación. Para Manel Ollé, profesor de estudios chinos en la UPF, "un motor de cambio puede acceder a información más fiable". Nos ayudan nombres como los de David Bueno, Pol Morillas y Xavier Vives, el economista que nos recuerda eso tan gramsciano y tan importante de que al pesimismo de la inteligencia hay que contraponer el optimismo de la voluntad. No son tiempos fáciles, pero ni es el apocalipsis, ni existe un destino escrito.

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