El éxito y el error de Carles Puigdemont

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Carles Puigdemont a su llegada el Arco de Triunfo

Con su decisión de “salir libremente de España” (artículo 19 de la Constitución) cuando todavía no se habían activado acciones penales contra él por su participación en el Procés, y establecer su residencia en Bélgica, Carles Puigdemont se ha permitido echarle un pulso al Tribunal Supremo durante siete años y ganárselo. El TS no ha conseguido convencer a ningún órgano judicial europeo de que Carles Puigdemont debía ser extraditado a España para ser juzgado por diversos delitos cometidos como presidente del Govern que dirigió el Procés. De una manera jurídicamente impecable tanto desde la perspectiva del derecho constitucional español como desde la del derecho de la Unión Europea, Carles Puigdemont ha ejercido su derecho a la defensa y ha puesto en evidencia al TS en el ejercicio de la función jurisdiccional.

La aprobación de la ley de amnistía ha sido la mejor prueba del éxito de la estrategia de Carles Puigdemont. Ha conseguido convencer a las Cortes Generales de que se tenía que rectificar el recurso al artículo 155 de la Constitución que acabó en una “deriva judicial” que hacía inviable una descentralización política genuina. Se trata de un éxito que no tiene igual en la historia política y constitucional de España. 

A partir de aquí Carles Puigdemont podría haberse planteado la reconstrucción del nacionalismo catalán con una muy prometedora perspectiva de futuro. Pero ello exigía algo que Carles Puigdemont está claro que no ha tenido: paciencia para ir dando los pasos uno a uno a medida que las circunstancias lo permitieran.

No cabe duda de que Carles Puigdemont le había torcido el brazo al TS. Pero eso no quiere decir que el TS no siguiera siendo un enemigo sumamente peligroso. No se le podía dar por vencido de manera definitiva. Todo lo contrario. Precisamente porque el TS se había sentido humillado, había que tener mucho cuidado con los coletazos que todavía pudiera dar. 

Justamente por eso, Carles Puigdemont debía haberse presentado a las elecciones europeas, conseguir mantener la inmunidad parlamentaria y ver desde esa posición la aplicación de la ley de amnistía. No tenía ningún sentido precipitarse y presentarse a las elecciones al Parlament y, además, como candidato a la presidencia de la Generalitat, cuando todavía el poder judicial en general y el Tribunal Supremo en particular tenían mucho que decir sobre la aplicación de la ley de amnistía. 

Desde Europa Carles Puigdemont podía esperar pacientemente la aplicación de la ley de amnistía y organizar un regreso triunfante a Catalunya. Su retorno no podía precipitarse, porque corría el riesgo de que se acabara desandando buena parte de lo que había conseguido andar en estos siete años de exilio.

No haberlo entendido así, le ha llevado a dilapidar muy buena parte del capital político acumulado. Su retorno en las condiciones en que lo ha hecho este pasado jueves ha sido un error descomunal. No es parlamentario europeo, no tiene inmunidad parlamentaria y me temo mucho que el TS no le va a reconocer el fuero jurisdiccional ante el Tribunal Superior de Justicia de Catalunya, sino que se va a inventar la forma de ser él quien entienda de su conducta.

Con su precipitación se han cambiado las tornas y es Carles Puigdemont el que se encuentra en una posición política y jurídica sumamente delicada. Hoy mismo ha podido comprobarlo. Se trata, además, de un error de muy difícil rectificación.

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