Consolidación. Marine Le Pen ha probado los límites –por ahora– de su reconversión. La extrema derecha de Reagrupamiento Nacional, vestida de agenda social, aún da miedo a una gran mayoría de franceses. Pero la fuerza parlamentaria de los lepenistas en la Asamblea ha alcanzado un máximo histórico. La extrema derecha y sus aliados han ganado terreno de forma constante durante la última década: su base electoral se ha ampliado entre las mujeres, los trabajadores cualificados y las personas mayores, y han pasado de ser un voto de castigo a recoger un voto de confianza. Insuficiente pero indiscutiblemente fuerte. En 2012 entraron en la Asamblea con solo dos escaños. El domingo consolidaron 143.
Marine Le Pen, desaparecida a la hora de admitir la derrota, se reserva para hablar de futuro. "Nuestra victoria solo se ha retrasado", decía apuntando hacia las presidenciales del 2027.
Francia no tendrá un gobierno de extrema derecha, pero el lepenismo es más fuerte que nunca también donde empezó, la Eurocámara. Con el escrutinio electoral francés todavía en marcha, la recomposición de la extrema derecha europea se aceleró.
Alianzas. Cuando el aura victoriosa de Marine Le Pen parecía haber descendido a la realidad de la movilización republicana para cerrarle el paso, la líder ultra volvió a jugar la carta europea para dejar constancia de su capacidad de influencia.
Tras las elecciones europeas del 9 de junio, Reagrupamiento Nacional emergió como el primer partido de Francia y de Europa en número de escaños en la Eurocámara. El domingo por la noche, el partido anunciaba que entraba a formar parte del nuevo grupo de extrema derecha que el Fidesz de Viktor Orbán ha puesto en marcha en la Eurocámara con el nombre de Patriotas por Europa.
Le Pen abandona el grupo que ella misma creó, Identidad y Democracia, para posicionarse como la aliada indispensable de la que hoy es ya la tercera familia política más grande del Parlamento Europeo, solo por detrás de populares y socialistas.
Orbán y Le Pen suman también a los eurodiputados de Vox, los portugueses de Chega, el Partido de la Libertad del neerlandés Geert Wilders, la Liga de Matteo Salvini y la extrema derecha flamenca y el FPÖ austríaco, que encabeza las encuestas en intención de voto en las próximas elecciones generales, que Austria celebrará en septiembre.
Desde que en el 2021 el Fidesz de Orbán dejó el Partido Popular Europeo, el primer ministro húngaro buscaba un espacio de liderazgo propio. Ya lo tiene.
Desafío. Viktor Orbán ha logrado marcar la agenda del arranque del nuevo ciclo político de la Unión Europea. Por un lado, gana el pulso en el liderazgo por la extrema derecha desbancando a la familia política de los Conservadores y Reformistas que preside la primera ministra italiana, Giorgia Meloni.
Una vez más, la fuerza de la derecha ultra se divide: la Europa del desafío institucional que representan Orbán y Le Pen, por un lado; el neofascismo vestido de pragmatismo atlantista de Meloni, por el otro; y el fascismo desacomplejado de Alternativa para Alemania intentando recomponer lo que quede de Identidad y Democracia (de donde los había expulsado Le Pen) para poder formar un tercer grupo.
Desde que el 1 de julio estrenó la presidencia de turno de la Unión Europea, Orbán se ha apresurado a visitar a Volodímir Zelenski en Kiev, a Vladímir Putin en Moscú y a Xi Jinping en Pekín, en lo que ha bautizado como "misión de paz 3.0". Hiperactividad geopolítica que, según el Consejo de la UE, no representa a los Veintisiete.
La Unión Europea está inmersa en una transición de poder complicada: con Orbán al frente de la presidencia rotatoria, esforzándose por construir una minoría de bloqueo capaz de influir en la toma de decisiones en el Consejo de la UE; con la guerra en Ucrania enquistada en el frente militar y debilitada en el frente político, bajo el nerviosismo de un posible adelanto de las tropas rusas sobre el terreno; y con el interrogante de las elecciones presidenciales estadounidenses sobre los planes de Bruselas para reforzar la estabilidad de la Unión. La UE tiene el primero de sus desafíos en el corazón de las instituciones comunitarias.