Bob Pop, personaje público, incurrió hace unos días (en una entrevista en la sección "La televisión es cultura", con el inevitable Joel Díaz, en el APM) en uno de los prejuicios más absurdos y más injustos entre todos los que pesan sobre la lengua catalana: el del catalán como un signo de clase, y en concreto de clase alta, en contraposición con el castellano, que sería la lengua popular, porque se supone que es la de los inmigrantes. A partir de todo esto, el señor Bob Pop, que acaba de presentar en el 3Cat un programa de seis episodios en los que mostraba al público su aprendizaje del catalán (después de veinte años de vivir en Barcelona sin haberse decidido a hacerlo), se subió al carro del topicazo diciendo que "Hay un punto de clasismo en el "tenéis que aprender catalán". Hay mucha gente que con sobrevivir tiene bastante".
Lo último que debe de necesitar la gente que tiene que luchar para sobrevivir son discursitos paternalistas y condescendientes, que los presenten como personas limitadas, incapaces de vivir plenamente en su propio entorno (aprender catalán significa esto). Sin contar con que entre la gente que tiene que luchar fuerte para sobrevivir los hay que se expresan en una multitud de idiomas, también en catalán. También sería necesario que alguien unificara las excusas para no querer que la gente aprenda catalán: entre los que no pueden aprender catalán porque tienen que sobrevivir y los que no pueden aprender catalán porque tienen que salvar la vida de los demás (personal sanitario, policías, jueces) parece haber cierta contradicción.
La realidad es que el clasismo y el supremacismo tenemos que sufrirlos los catalanohablantes día sí y día también, con situaciones de hostilidad que van desde la vida de la calle a la política, pasando por los diferentes ámbitos de la administración y un larguísimo etcétera. Confundir interesadamente a la víctima con el abusador es una constante de los discursos de poder, como el que –consciente o inconscientemente– utiliza Bob Pop en estas declaraciones. Él, que como personaje público es defensor de ideas progresistas, debería entender bien que acusar de clasistas a los catalanohablantes es un prejuicio equivalente al de los que hablan de feminazis, los que acusan a las personas LGTBIQ+ de querer adoctrinar a los niños o a los que todavía hoy afirman que los negros son intelectualmente inferiores a los blancos. Si se quiere defender causas progresistas, lo primero es apoyar a la minoría y a quien ve discutidos o agredidos sus derechos.
Lo que seguro que no ayuda, por otra parte, es llevarse las manos a la cabeza y prorrumpir en lamentaciones cada vez que alguien como Bob Pop dice algo como esto. El victimismo, el cabreo y la apelación constante a la supuesta muerte inminente del catalán sí pueden alejar o hacer decaer el interés de posibles hablantes de la lengua. Más interesante que llorar por las esquinas es ocuparse (es decir: dar acceso al catalán) de todos los recién llegados que quieren aprender catalán, o mejorarlo, y que no tienen dónde acudir. Y que se encuentran también con unos catalanohablantes que, nada más verlos, ya han cambiado de lengua.