Financiación: un salto en el bienestar de Cataluña

Vista aérea de Barcelona y Vallès.
26/10/2025
3 min

Las cifras macroeconómicas dicen que la economía catalana y la española van bien. El PIB crece y el desempleo desciende. Pero la mayoría de la gente no lo nota en su día a día. Los salarios siguen estancados, el coste de la vida sube y la sensación general es que, por mucho que trabajes, cada día cuesta un poco más llegar a fin de mes.

En este contexto, hay una mayoría –lo que habíamos llamado durante décadas “clase media”– que vive atrapada entre dos fronteras: demasiado rica para que las instituciones le ayuden directamente, pero demasiado pobre para salir adelante sola. Ha hecho todo lo que se le dijo que había que hacer: estudiar, trabajar, cotizar, cumplir. Ha hecho sus deberes, con la promesa de que así las cosas le irían bien. Pero parece que nunca es suficiente. Muchas familias hoy sienten que, pese a todo su esfuerzo, viven o vivirán peor que sus padres y madres.

Ésta es una de las causas de la desafección política. Hoy una gran mayoría comprueba a diario que la política se ha olvidado: no habla de su vida ni se ocupa de sus problemas. Esta mayoría sostiene al país, pero a menudo se siente invisible. Y cuando la mayoría de la gente se siente abandonada, todo el edificio social se debilita e incluso se pone en cuestión el valor de la democracia.

Ese malestar no se arreglará sólo con discursos. Necesitamos unos recursos que hoy tenemos, pero de los que no disfrutamos. Todo el mundo sabe que existe una negociación en marcha para un nuevo acuerdo de financiación para Cataluña con el gobierno español. Pero no se trata sólo de una cifra por exhibir, sino de una herramienta para cambiar vidas. Lo que está en juego es un salto adelante en el autogobierno que mejore la vida de esa mayoría invisible. Es necesario un nuevo estado de bienestar en Cataluña.

Pienso, por ejemplo, en la propuesta que debatió últimamente el Parlamento para garantizar la gratuidad para todos de las actividades extraescolares o los comedores escolares. La igualdad de oportunidades comienza desde pequeños: que tus hijos o hijas puedan jugar al fútbol, ​​aprender inglés o hacer danza no puede depender de tu código postal. Y esa gratuidad debe llegar a todo el mundo, también a quienes quedan a menudo en tierra de nadie.

Lo mismo ocurre con la salud. Ir al fisioterapeuta, al psicólogo o al dentista debe ser un derecho universal, no un lujo. Incluso en aspectos más concretos, como el apoyo a personas con necesidades especiales o dietas específicas –como las personas celíacas–. Debemos garantizar que vivir bien no sea más caro para nadie. Son medidas que aligeran la carga sobre las familias y reducen desigualdades imperceptibles.

Recoger estas fracturas es, al fin y al cabo, una forma de reconstruir la sociedad. Porque hoy no podemos permitirnos limitarnos a defender las instituciones que tenemos mientras otras las cuestionan. Debemos salir a la ofensiva: debemos mejorarlas. Nuestra política y nuestras instituciones deben ir de la mano del derecho a vivir mejor.

Por eso, una nueva financiación debe ser una herramienta para hacer país, y dar respuesta a los dos retos de futuro de la nueva Catalunya.

El primero es económico: necesitamos que las instituciones del país corrijan un modelo de crecimiento que se basa demasiado a menudo en trabajos precarios y sueldos bajos. Hoy crecemos porque somos más población trabajadora, no porque los catalanes y las catalanas seamos más ricos o nuestras empresas más productivas. Cataluña debe encontrar su propio camino, diferente del modelo de crecimiento español, apostando por sectores de valor añadido y puestos de trabajo que garanticen un futuro.

El segundo reto es territorial: hoy tres de cada cuatro catalanes viven entre la AP-7 y la costa. El resto del país se va vaciando poco a poco. Hay que revertir esta tendencia, que cada día va a más. Aquí necesitamos una apuesta estratégica del gobierno del país en todo el territorio, especialmente las ciudades medias, para diversificar y reforzar las economías locales, potenciar la formación y atraer inversión extranjera, para garantizar oportunidades laborales de calidad y un transporte público eficiente.

Una gran mayoría de los catalanes lleva años compensando con sus impuestos el déficit fiscal con España. Y ya no puede más ni recibe lo que le toca. Tenemos la oportunidad de abrir esta nueva etapa si contamos con los recursos que necesitamos. Para que nadie se encuentre en la situación de ser demasiado rico para ser ayudado y demasiado pobre para salir adelante solo. Para que la política vuelva a ser útil y conecte con la gran mayoría de catalanes y catalanas.

Es el primer paso para revertir la frustración en nuestras instituciones. Para empezar a reconstruir la confianza y volver a gustarnos como país.

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