Manilles.
03/06/2021
4 min

El Partido Popular, desde que mudó piel para dejar atrás Alianza Popular para guardar distancias con la tradición franquista acumulada, no ha parado de dar giros hacia el centro y buscar un discurso moderado, pero no lo consigue. De manera cíclica intenta reconfigurar su GPS ideológico, pero, como la piedra de Sísifo que una y otra vez vuelve a rodar montaña abajo, siempre acaba instalado en posiciones reaccionarias, defensivas e intransigentes. El PP lleva más de treinta años de viaje al centro que nunca llega a destino.

En 2006, el PP de Rajoy ya recogió firmas para oponerse al Estatut d'Autonomia de Catalunya, que el TC acabó recortando cuatro años después, y son incontables las campañas que han tenido la catalanofobia como combustible con el único objetivo de movilizar su electorado en la permanente batalla para ocupar la Moncloa. Desde muletillas de radio en Andalucía y Aragón sobre la inmersión lingüística en Catalunya o los supuestos privilegios fiscales de los catalanes, hasta las constantes comparaciones con el terrorismo de ETA, el inventario de campañas indignas que ha hecho el PP contra los catalanes es considerable.

Ahora, cuando el gobierno español tiene sobre la mesa los expedientes de indulto a las 12 personas que fuimos juzgadas y condenadas por el Tribunal Supremo con motivo del referéndum del 1 de Octubre, el PP vuelve a utilizar la misma carta. Esta semana ha empezado otra campaña de recogida de firmas, esta vez contra los posibles indultos a los presos políticos. Dicen que es una campaña por la igualdad de los españoles, por la Constitución, por la justicia y por España. Con este enunciado podríamos creer que están pensando en el rey emérito, refugiado en una torre de marfil en los Emiratos Árabes para evitar explicar de dónde sale su fortuna, pero obviamente es otra campaña para pedir que los presos del Procés se pudran en la cárcel y para alimentar los instintos más bajos de una parte de los ciudadanos españoles para desgastar al PSOE y a Pedro Sánchez.

Los mismos que en 2017 salían a la calle al grito de ¡A por ellos! para despedir a los policías que tenían que venir a reprimir a golpes de porra a los votantes del referéndum son los que ahora están llamados a firmar para evitar los indultos. Son firmas movidas por la venganza, incapaces de entender las razones de los otros, y que están siempre a la defensiva. Provoca náuseas ver cómo se utiliza el odio contra los catalanes para forjar un discurso nacionalista español carecido de proyecto. Como escribía de forma excelente Ferran Sáez Mateu en estas mismas páginas, es un proyecto que viene de lejos y forja una identidad en negativo a partir de la construcción de un enemigo.

Catalunya le importa un pepino al PP. Desde hace muchos años, para ellos es un territorio electoralmente perdido. Bordean el extraparlamentarismo y su red municipal es casi testimonial. En la dinámica de utilizar a los catalanes como munición electoral contra el PSOE, tienen claro que en Catalunya ya no les quedan votos para perder porque hace mucho tiempo que han tocado fondo, pero que este esperpento funciona en muchos territorios del Estado y exprimen esto como un limón.

El eterno viaje al centro del PP ha vuelto a fracasar cuando, al mismo tiempo, tiene que competir en patriotismo e intransigencia con Vox, que continuamente le marca la agenda. Con Ciudadanos de cuerpo presente, la lucha por los votos de la derecha es solo cosa de dos, y lo que hace subir más la temperatura del termómetro patriótico es la beligerancia contra el independentismo. Creen que haciendo esto salvarán España, pero lo que hacen en realidad es devorarla. Convierten la sociedad española en una sociedad polarizada, de buenos y malos, en la cual solo es posible ser español de la manera que ellos digan, porque quien se aparta de este molde se convierte en un traidor a la patria.

Los indultos a los presos políticos son un pretexto más para engrasar la eterna lucha entre derechas e izquierdas, que a menudo no es más que una lucha por el poder. En las próximas semanas, el gobierno español tendrá que tomar una decisión sobre la concesión de los indultos. Para el PSOE, que todo lo mide desde el cálculo electoral, todas las soluciones son malas. Si se deniegan los indultos, parece claro que la legislatura española habrá llegado a su final porque Pedro Sánchez se quedará sin alianzas en el Congreso; si los concede, tendrán que cargar el coste político de ser acusados de traidores.

Sea por necesidad o por convicción, sería una buena noticia que los presos políticos pudieran dormir en casa sin volver nunca más a la prisión y acabar con esta pesadilla. Se pueden hacer muchas lecturas posibles, pero los indultos no son un acto de perdón, son el reconocimiento de un error del Estado y de una sentencia injusta que hay que corregir sin dejar pasar ni un día más.

Carles Mundó es abogado y ex 'conseller' de Justicia

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