Francisco en la danza de la muerte

Seguramente al papa Francisco no le habría disgustado el chiste –que ha corrido mucho– de que la muerte le ha llegado justo después de recibir a JD Vance, el vicepresidente de Estados Unidos xenófobo, ultraconservador y ultracatólico. Aparte de la broma, la coincidencia subraya la idea de que, a pesar de su edad, Francisco ha muerto antes de tiempo. Que con él desaparece uno de los pocos líderes mundiales, sin duda el más relevante, que ejercían de contrapeso a la ola fascista, integrista y oscurantista que se extiende por Occidente.

Francisco ha sido un buen Papa. No debería ser demasiado difícil reconocerlo, incluso por parte de aquellos que son críticos o muy críticos con la Iglesia, al menos desde la izquierda y el progresismo. Bergoglio no ha sido un Papa intelectual como Ratzinger, ni político como Wojtyla, pero ha pensado y hecho política, y lo ha hecho predicando con el ejemplo. Ha sido un pontífice sin doctrina propia, pero que hizo suya, como explica Jordi Llisterri, la doctrina del Concilio Vaticano II. El pensamiento que ha animado al papado de Francisco ha sido el que impulsó Juan XXIII; el programa a seguir era el de la reforma posconciliar todavía pendiente.

Cargando
No hay anuncios

Esta reforma consiste principalmente en adecuar la Iglesia a los Evangelios. No al Dios iracundo, vengativo y arbitrario del Antiguo Testamento, que sin duda gusta más a los poderes que ahora dominan la Tierra, sino a la letra y el espíritu de los Evangelios, que presentan a los hombres y las mujeres no como juguetes en manos de una divinidad vigilante sino como seres racionales y libres de hacer el mal, pero también el bien. Cañas que piensan, por decirlo como el aforismo famoso de Blaise Pascal (que podemos leer en la versión catalana del reciente Premi d'Honor de les Lletres Catalanes, Pere Lluís Font).

La letra y el espíritu de los Evangelios significa humildad, sencillez y desprecio de los poderosos. Quiere decir alegría de vivir y gozo de los sentidos y del cuerpo. Quiere decir también respeto y aprecio por el prójimo y, por lo tanto, defensa de la diversidad. Quiere decir rigor y exigencia: "Pero al que hace caer en pecado a uno de esos pequeños que creen en mí, más le valdría que le colgaran una piedra de molino en el cuello y lo hundieran en medio del mar". Una Iglesia degradada en la red internacional de explotación sexual de menores, y de encubrimiento de los pederastas, ha sido una de las luchas más encendidas de Francisco.

Cargando
No hay anuncios

Pero ha habido otros: este Domingo de Pascua, después de la bendición urbi et orbi, aún volvió a condenar el genocidio que perpetra Israel en Gaza, y deploró el odio contra los migrantes (luego, precisamente, de encontrarse con Vance). Francisco, Bergoglio, baila ahora la danza de la muerte que se pudo ver en Verges el Viernes Santo o que Bergman incluyó al final de El séptimo sello, y que nos iguala a todos. Es cierto que la condición humana tiende a la depravación, pero el legado de Francisco no es fácil de descuidar porque seguirá escrito en los Evangelios (también se pueden leer en catalán, traducidos por Joan Francesc Mira), un título que de momento sigue vigente.

Cargando
No hay anuncios